EL JUEGO DE PINZÓN
En el ejército regular, aquel que no opera contra blancos de alto valor estratégico, nadie quiere combatir, para no meterse en problemas con la “justicia” y que lo acusen de falsos positivos
EL JUEGO DE PINZÓN
Por Rafael Nieto Loaiza
Septiembre 05 de 2011
La condición humana es frágil, vulnerable, contradictoria. Esconde pecados, vacíos, grandes y pequeñas desgracias. No soy, por supuesto, ajeno a esas características. Al contrario. Las veo en mi agudizadas. Quizás por eso no soy dado a panegíricos. En todo héroe hay unos pies de barro.
Y si de la política y de la función pública se tratan, ni hablar. En ellas los rasgos de la personalidad se agudizan, magnificándose para bien, a veces, y para mal, casi siempre. Pero hay ocasiones en que la persona y las circunstancias que la rodean exigen un reconocimiento público. Ocurre ahora con Juan Carlos Pinzón, designado Ministro de Defensa. No dudo de que es el hombre para el momento. Preparado como pocos en los asuntos de la defensa y la seguridad, estudioso de los desafíos contrainsurgentes, conocedor de la cultura militar desde el hogar, con amplia experiencia en el sector público y en el Ministerio, Pinzón tiene también carácter recio, transparencia y compromiso de patria. Es, además, y eso ya es mucho, un buen ser humano. De manera que no temo afirmar que no hay nadie que pudiera ser mejor Ministro de Defensa que Pinzón.
Pero la va a tener muy dura y mejor sería que la clase política, los comentaristas y la opinión pública bajaran sus expectativas. En la respuesta ministerial a los desafíos en seguridad y defensa hay problemas que ni Pinzón podrá solucionar.
En el frente externo, el riesgo de Venezuela. El Teniente Coronel de al lado, sigue armándose hasta los dientes. Hace apenas una semana, anunciaba un crédito por cuatro mil millones de dólares para comprar armamento ruso. Con ellos, son más de once mil millones en compras militares sólo a los rusos, incluyendo los cinco “batallones” de sistemas de misiles S300PMU-1 que Moscú no pudo vender a Irán por las sanciones del Consejo de Seguridad, el sistema móvil de lanzadores múltiples Smerch y 92 tanques T72B1. Y, para no olvidar, los aviones Su-30MK2, tan o más sofisticados que cualquier caza norteamericano de última generación. Todos esos aparatos están ahí y no son precisamente para reprimir a los opositores políticos de Chávez.
En el interno, si se quiere nombrar un oficial de Ejército como comandante general, con lo que, por cierto, no se arreglaría nada (no veo a nadie que pueda hacerlo mejor que el almirante Cely), se causaría un daño inmenso a la Armada y a la Fuerza Aérea. Y el general Navas, exitoso como ha sido en las fuerzas especiales, aun no da muestras del liderazgo y la capacidad de comunicación que requiere un Comandante General. Si se quiere ir más abajo, el daño a las otras fuerzas sería aun peor. El problema de mando, no sobra decirlo, sólo lo agudizó el presidente Santos con la salida de Matamoros.
La moral del combate de la tropa regular está por los suelos. En el ejército regular, aquel que no opera contra blancos de alto valor estratégico, nadie quiere combatir, para no meterse en problemas con la “justicia” y que lo acusen de falsos positivos.
Y la consolidación de las áreas recuperadas sigue siendo labor dificilísima, a pesar de los esfuerzos recientes. El estado es paquidérmico, burocrático, descoordinado. Y es tarea casi imposible generar proyectos productivos en zonas olvidadas por el Estado, con peor infraestructura y tan lejos de los centros de consumo como pueden estar las fronteras nacionales.
En todos estos temas, no sobra resaltarlo, el juego de Pinzón es cercano a cero. La solución depende de otros.
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