LA ESTRATEGIA DE LAS FARC AL DESCUBIERTO
Aunque cada vez son más los que dudan en Bogotá que el presidente Santos vaya a optar a la reelección, sobre todo porque su popularidad está en su cota más baja y no cuenta con el necesario apoyo social, un acuerdo de mínimos cerrado con las FARC dejaría el camino despejado para el candidato ya designado por el máximo mandatario, el ex ministro de Vivienda Germán Vargas Lleras
Colombia: la estrategia de las FARC al descubierto
Por Ricardo Angoso
Mayo 26 de 2013
El equipo negociador enviado a La Habana por la guerrilla más antigua de América Latina tan sólo busca ganar tiempo para obtener mayores réditos y lograr un acuerdo de paz a cambio de impunidad a merced de un gobierno que no tiene nada que ofrecer al país.
Cada día que pasa, y a medida que el mal llamado proceso de paz colombiano avanza sobre las sinuosas ruinas de lo que fue la seguridad democrática del ex presidente Álvaro Uribe, las cosas se van viendo con una claridad meridiana y se empiezan a atisbar los verdaderos objetivos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Sentar plaza en la política colombiana a través de una fuerza de izquierda, lograr la impunidad de todos sus crímenes a costa de la reelección del presidente Juan Manuel Santos, o de uno de los suyos tal como apuntan algunos, y servir como agente electoral local al Foro de San Paulo, verdadero motor del neocomunismo en esta zona del mundo y buen aliado de los hermanos Castro en la región.
Pero, para lograr esos tres objetivos, la estrategia de las FARC pasa por dilatar en el tiempo el proceso de paz, tal como están haciendo con éxito, para así llegar al proceso preelectoral y jugar hábilmente sus bazas: vender un acuerdo de paz in extremis a Santos a precio de oro. A medida que se acercan las elecciones legislativas, pero también las presidenciales, Santos necesitará aún más el acuerdo, toda vez que su popularidad está bajo mínimos y el país ya no aguanta más payasadas y tanta retórica hueca. Los logros del presidente son nulos, no hay nada que presentar al país tras tres años de erráticos movimientos y una falta de concreción estratégica en asuntos vitales como las infraestructuras, la sanidad, la educación, la seguridad pública -en claro retroceso, según indican todos los estudios- y el desarrollo agrícola.
En este contexto, por mucho que se empeñe su mediocre equipo conformado por jóvenes yuppies inexpertos y vulgares oportunistas, las FARC tienen todo que ganar. Es más, cada día que pasa ganan y avanzan en sus conquistas. Saben que el presidente necesita como agua de mayo ese acuerdo, quizá ya esté hasta negociado y cerrado. La política es pura escenificación, nada más, y los diálogos de La Habana podrían ser una ópera bufa escrita por el hermano del presidente, el inefable y amigo de los Castro Enrique Santos.
De todas formas, la batalla mediática ya la ganaron las FARC hace tiempo. Enarbolando un discurso social de inequívocos tintes marxistas y presentándose ante el mundo como víctimas de un gobierno vil y despiadado que no respeta los derechos humanos, los negociadores de la banda terrorista enviados a La Habana manejan mucho mejor los recursos retóricos, tienen un discurso convincente y bien preparado y, por supuesto, son mejores oradores que los aburridos representantes del gobierno de Santos.
Previsibles escenarios. Aunque cada vez son más los que dudan en Bogotá que el presidente Santos vaya a optar a la reelección, sobre todo porque su popularidad está en su cota más baja y no cuenta con el necesario apoyo social, un acuerdo de mínimos cerrado con las FARC dejaría el camino despejado para el candidato ya designado por el máximo mandatario, el ex ministro de Vivienda Germán Vargas Lleras.
Hay varias hipótesis acerca del futuro de Santos, pero la más realista es la que apunta a que el presidente quiere ocupar una vez salga del gobierno algún puesto de proyección internacional, tal como hizo el ex presidente César Gaviria, e incluso se señala la posibilidad de que fuera el próximo Secretario General de las Naciones Unidas, ya que contaría con el apoyo de casi toda América Latina, incluidos los países “bolivarianos” a los que tanto ha apoyado desde su presidencia. En cualquier caso, toda queda sujeto a las próximas citas electorales y a lo que finalmente haga el presidente colombiano.
El escenario más probable para las próximas elecciones se vislumbra en tres grandes bloques: uno cercano al ex presidente Alvaro Uribe, conformado y vertebrado en torno al recién creado Puro Centro Democrático; otro liderado por el presidente Santos, aunque él no lo encabece y deje a Vargas Lleras al frente; y, finalmente, un bloque de izquierda seguramente divido entre el Polo de Clara López, la Marca Patriótica que auspician las mismas FARC y también algunos sectores cercanos al Partido Comunista y una tercera fuerza que quizá podría encabezar el incombustible y antiguo guerrillero Antonio Navarro Wolff.
Del éxito de las conversaciones de La Habana dependerá la suete de estas fuerzas de izquierdas y, quizá también, del mismísimo bloque que lidera el presidente Santos. Los uribistas, en cierta medida, también se la juegan, pero quizá menos, ya que aparte de su crítica al proceso de paz tienen también en su haber el mal manejo de la seguridad pública del que ha hecho gala este gobierno en estos años.
Los liberales y conservadores, los dos partidos tradicionales colombianos, han acabado sucumbiendo a las mieles del poder y aparecen hoy como unos meros cascarones vacíos sin contenidos ni ideas políticas y que se venden al mejor postor, el presidente de turno, en función del reparto de las cuotas de poder. No tienen ya ningún futuro. Las FARC, mientras tanto, agotan la paciencia de los colombianos y saben que, como decía Felipe González, la política es el manejo de los tiempos y los suyos corren a su favor. La batalla contra el terrorismo, quizá, está irremediablemente perdida.
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