LA FALSA ARITMÉTICA DEL PLEBISCITO
Colombia: La falsa aritmética del plebiscito
Para convencer a las mayorías nacionales el CD tendrá que emprender una gran batalla política e intelectual. Hay que persuadir al electorado de votar NO y de que esa respuesta es la salida más sana y progresista que hay para Colombia
Por Eduardo Mackenzie
5 de diciembre de 2015
Nos hemos dejado embolatar por el tema del umbral del plebiscito. La cuestión esencial de éste no está allí. Lo esencial es la pregunta que le será planteada a los colombianos, es decir el tema sobre el cual deberemos pronunciarnos, con un sí o con un no. La presentación del tema del plebiscito, la gran cuestión, no está clara por el momento. Peor: de ésta no sabemos nada los colombianos. Pues el objeto del plebiscito son los pactos entre Santos y las Farc. Y de esos pactos (ultra secretos) nadie sabe nada.
Lo importante es saber cuál es el contenido exacto del plebiscito, cual es la consulta, en términos precisos, que el plebiscito le planteará a la comunidad nacional. Lo fundamental es saber qué es lo que hay que escoger. Lo central no es si el umbral de participación debe ser alto o bajo. Ese umbral, claro, es un elemento del plebiscito, pero no es lo central. Hemos perdido tiempo discutiendo ese tema técnico y hemos dejado de lado el punto político principal.
Lo central es la pregunta o preguntas que los colombianos deberán responder con un sí o con un no.
Antes de redactar esa pregunta, el gobierno de Santos debe entregarle a los colombianos un documento único y no
dos, ni tres: el de los acuerdos con las Farc. Ese texto deberá ser completo, exacto y definitivo. No queremos el “resumen” vago que un vocero del gobierno insinuó en estos días. No podremos votar ante unas líneas indecisas que pueden ser cambiadas, corregidas, aumentadas, anuladas y/o censuradas en cualquier momento, según el humor de las Farc, como hasta ahora ha ocurrido.
Desde hace más de tres años ese ha sido el método desinformador de las negociaciones entre Santos y el movimiento narco terrorista: Santos evoca un día unos puntos y al día siguiente las Farc niegan eso o agregan otros, para después decir que falta discutir 75 puntos más. Y para después decir que, de éstos, 74 ya están “acordados” y que sólo falta uno (que nadie conoce). Es un juego perverso para que los colombianos no podamos medir la gravedad de lo que están pactando a nuestras espaldas en la isla prisión.
Los electores, dicen, tendremos un mes para analizar el contenido exacto de los pactos, para que lo aprobemos o lo rechacemos. Un mes en muy poco tiempo para decidir el futuro de la nación. Lo que están en juego es la Colombia de nuestros padres y de nuestros hijos. A Santos parece que lo único que le interesa es la suerte de unos criminales que quieren montarse en el poder y mantener sus armas, dineros y redes.
El otro punto que preocupa es la idea de creer que si un partido decide abstenerse de participar en el plebiscito, ese partido quedará libre de responsabilidad política ante los colombianos. Creer que la abstención le dará patente de corso al abstencionista, o al partido que invite a la abstención, es una idea nociva que favorecerá objetivamente, aunque no lo quieren los amigos de la salida abstencionista, a quienes pretenden hacer aprobar, mediante ese mecanismo, los pactos secretos entre las Farc y Santos. No habrá la tal patente de corso. El resultado del plebiscito será obligatorio, o “vinculante” como dicen los asesores de Santos, a menos de que los abstencionistas manden al carajo también la Constitución nacional.
“No aceptamos [el plebiscito] y no nos obligarán con un plebiscito engañoso”. La abstención “le garantiza la libertad al CD”; “no estaremos obligados por esa negociación”. Esas frases circulan en medios uribistas. Invitar a la abstención es ayudar a Santos, es replegarnos sobre nosotros mismos creyendo que el problema desaparecerá si no lo miramos de frente. El senador Navarro Wolf acaba de decir algo que revela la intensión de la clique santista: que “el umbral lo que hace es promover y apoyar la abstención”. El concluye: “Para qué poner un ‘umbralcito’ que para lo que sirve es para que digan que es un umbral mañoso”. Deducción: Santos quiere la desmovilización del electorado, sobre todo de la oposición y del pueblo uribista para que la minoría que lo sigue gane fácilmente el plebiscito.
En vista de que la oposición no pudo construir una relación de fuerzas que obligara a Santos a mejorar su propuesta de ratificación/rechazo de los acuerdos de La Habana, la única opción que tiene el país es aceptar el desafío del plebiscito anómalo y votar masivamente NO para rechazar los acuerdos de La Habana.
Para convencer a las mayorías nacionales el CD tendrá que emprender una gran batalla política e intelectual. Hay que persuadir al electorado de votar NO y de que esa respuesta es la salida más sana y progresista que hay para Colombia. Pues votar “sí” es favorecer la evolución hacia un régimen retrógrado y anacrónico: el socialismo castro-chavista, que destruyó a Venezuela y que llevó a la crisis a varios países.
La acusación según la cual votar NO en el plebiscito es ser “guerrerista”, es estar “contra la paz”, es una impostura, es puro terrorismo intelectual.
Por el contrario, el NO será una respuesta fecunda, como lo fue en otros países y en otros tiempos, en que la libertad y la civilización humana estaban en juego. ¿Que respondió Winston Churchill ante la tentación de plegarse a la brutalidad de Hitler y del Tercer Reich? Churchill dijo NO y ese NO le permitió organizar a la Gran Bretaña con Estados Unidos la coalición internacional que venció al nazi-fascismo en Europa y en Asia. El presidente Reagan, Juan Pablo II, Walesa y Soljenitsyne, entre otros, le dijeron NO al abyecto sistema soviético y no cesaron de luchar hasta que éste se derrumbó ante la sed de libertad de las poblaciones de Rusia, Polonia, Alemania Oriental y del resto de Europa del Este.
El NO que le dieron los chilenos a Pinochet en el plebiscito de 1988 le reabrió las puertas a la democracia. En cambio, el “sí” que le dieron los chilenos a Pinochet en 1980 prolongó por ocho años más la dictadura.
En Colombia estamos ante la misma dialéctica: ante un “sí” nefasto y un NO lleno de promesas.
Si es una paz con impunidad, con no desarme de las Farc, con participación política de los jefes de esa banda, con entrega de los territorios nacionales a esa minoría violenta, con modificación de las instituciones del Estado y de las fuerzas militares y de policía en beneficio de las Farc y de sus aliados exteriores, la respuesta ante tal propuesta debe ser un rotundo NO.
Si Santos y las Farc siguen ocultando hasta el último minuto el contenido y alcance real de sus pactos, el NO es la respuesta que se merecen.
Pero si nos abstenemos, o si perdemos el tiempo discutiendo si debemos o no acoger el plebiscito de bajo umbral, le permitimos al poder santista imponer tales destrucciones a nuestro sistema político-social.
Santos ha escogido una forma bastarda de refrendar/desaprobar los pactos que ellos presentan como un “proceso de paz”. Santos quiere refrendar eso mediante un plebiscito de bajo umbral: el 13% del electorado inscrito, es decir sólo 4 millones 400 mil votos. Y nos embarca en una discusión técnica cuando lo urgente es movilizarnos también contra las facultades ilimitadas que él quiere que le apruebe el Congreso para completar la demolición del sistema político-social.
Las Farc quieren inventar una “Colombia nueva”, es decir una Colombia al servicio de una ideología de opresión y condenada al fracaso.
Opacidad, desinformación y distracción habrá hasta último minuto, antes de que los electores sepan qué van a votar. Ese ha sido el estilo de esos dos actores, las Farc y Santos, y nada nos garantiza que ellos dejarán de apelar a esas trampas para sacar adelante sus ambiciones.
Abrir una discusión sobre el SI o el NO, o sobre la abstención, podría ser útil si tuviéramos tiempo para eso y si no tuviéramos en frente un aparato de Estado totalmente hostil. Si hay discusión precipitada en la base habrá polarización y de eso quedarán dos o más fracciones públicas del CD con posiciones divergentes. Es el mejor regalo que le podemos hacer a Santos y a las Farc.
Votar NO en el plebiscito, no quiere decir que validemos el plebiscito como leal y garantista. Votar “sí” legitimará al gobierno, sobre todo lo peor de éste: los pactos secretos en Cuba.
No podemos cometer el mismo error de los venezolanos: no votar y dejar el campo abierto a los totalitarios, creyendo que la indignación y el abstencionismo podrán vencer a los violentos.
En el plebiscito de 1957, que le puso fin a la guerra fratricida entre liberales y conservadores, y donde triunfó el “sí”, las preguntas fueron claras. La línea adoptada por el partido comunista no fue de votar no, sino de votar en blanco (una forma de abstención), para que la reforma colapsara. Se equivocaron y perdieron. Los colombianos respondieron al llamado de la Junta Militar y de los partidos Liberal y Conservador. Los comunistas impulsaron la retórica de la abstención durante todo el periodo del Frente Nacional, para minar los dos grandes partidos, aunque ellos, los comunistas, sí participaban en cada elección valiéndose de formaciones que aparecían como liberales o como conservadoras y, después, como anapistas. Ese juego que combinaba dos líneas fue devastador para la democracia colombiana. Ellos no han cambiado de táctica. Esa gente ahora podría lanzar lo de votar el “sí”, para sus clientelas electorales, y popularizar al mismo tiempo el voto en blanco, o la abstención a secas, entre los sectores indecisos y entre los descontentos y de oposición, para que les dejemos imponer unos pactos benéficos para ellos y desastrosos para Colombia.
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