LA LISTA DEL QUESO
Era tan especial El Queso que con la muerte en los talones se reunió con un grupo de compañeros de prisión, que le habían organizado una despedida como si se fuera a un viaje con retorno
La lista del Queso
Era tan especial El Queso que con la muerte en los talones se reunió con un grupo de compañeros de prisión, que le habían organizado una despedida como si se fuera a un viaje con retorno
Por Pedro Corzo
Mayo 11 de 2014
Raúl Pérez Coloma, acaba de partir. El Queso como le seguirán diciendo sin que importe el lugar donde se encuentre sus amigos y compañeros de Presidio, ha dejado varios legados, pero en particular uno que recoge un número notable de nombres de hombres y mujeres que transitaron por el presidio político cubano.
Cuando Raúl empezó su lista seguro que no imaginó los años de su vida que le dedicaría y menos aún que estaba reeditando en ciertos aspectos en una isla del Caribe, la acción de un empresario alemán, Oskar Schindler, que durante la segunda guerra mundial salvó a más de un millar de judíos polacos de ser asesinados por las hordas nazis.
La Lista del Queso, como le dicen popularmente, fue una tarea autoimpuesta, que demandó mucho esfuerzo y dedicación.
Compiló millares de nombres durante años de trabajo con datos personales que hacían posible conocer la composición social de la cárcel política cubana.
Inició la confección de la lista de presos en las circulares del reclusorio de Isla de Pinos. Muchos, en la confianza de que el proceso seria breve, no la consideraban importante, pero El Queso que había caído preso en 1960 y veía pasar los años, estuvo 18 años en reclusión, consideró necesario recoger, dejar memoria, de quienes en los tiempos que nadie escuchaba, parafraseando el título del documental de Néstor Almendros, se sacrificaban.
El Queso era un hombre de una personalidad muy particular. En la cárcel trasmitía confianza y optimismo, e igual sensación transfería aun después que enfermó de gravedad.
Manuel Villanueva con su violín y Raúl con su acordeón, en las escasas ocasiones que permitieron instrumentos musicales en la cárcel lo que no evitaba que fueran confiscados al otro día de haber sido recibidos, trasmitían paz en la desesperación de los largos años de presidio.
No importaba lo duro que hubiera sido la jornada. La crueldad y abusos de los carceleros, ellos dos, como otros de su estirpe, con música, poesía, conferencias y clases hacían el presidio menos angustioso y hasta productivo para cada hombre y mujer que cumpliendo con lo que entendieron su deber, combatieron el totalitarismo.
Cuando Pérez Coloma llegó al exilio siguió con su Lista. Visitaba hospitales, funerarias y reuniones de presos con papel y pluma en mano para agregar en su lista a los que no la integraban todavía.
Poco después de su arribo tuvo la idea de organizar un encuentro que llamó, “Visitas sin Rejas”. El propósito era reunir la mayor cantidad de prisioneros políticos en un ambiente de comprometida fraternidad con el pasado común, a la vez que se reiteraba el compromiso de seguir luchando por la democracia en Cuba.
Era tan especial El Queso que con la muerte en los talones se reunió con un grupo de compañeros de prisión, que le habían organizado una despedida como si se fuera a un viaje con retorno.
Raúl murió con las botas puestas. En aquella reunión le dedicó un saludo a cada uno de los presentes y como si fuera poco, evocando los tiempos del presidio, junto a su amigo Villanueva, tomo su inseparable acordeón e interpretaron, Villanueva violín en mano, una canción compuesta en la cárcel, “Isla de Pino Adiós”, de Carlos Besada y el himno de los prisioneros políticos cubanos, “La Montaña”
Consciente que su tiempo se agotaba seleccionó a la persona que seguiría su obra, escogió bien, fue preciso en su elección, le entregó su lista, la Lista del Queso a José Bello Ferrer, un compañero que le había prestado asistencia por años en su empeño.
Para cerrar esta nota de penas y glorias nada mejor que un párrafo de un escrito de El Queso, “Es en ésta época en que M. Villanueva con su violín y yo comenzamos a tocar juntos y descubrimos que nos llevábamos tan bien que desde entonces estamos unidos musicalmente (46 años)”.
“Como por mucho tiempo no oímos música, sólo se cantaban, acompañados de guitarras, las canciones de los años 50 o anteriores, es por eso que en este CD sólo escucharemos viejas melodías, que eran las que tocaba por peticiones verbales o escritas en papelitos que dejaban en mi celda”.
“Comenzaba siempre a las 7 pm con un tema (Indian love call) que es el que inicia este CD, idea de Alfredo Izaguirre. Le sigue Isla de Pinos de C. Besada y finaliza con La Montaña, de M. Villanueva y que se convirtió en nuestro himno. Espero que éste exclusivo regalo que hago a mis compañeros de prisión de tantos años les agrade y lo guarden con el mismo cariño que está hecho”.
La muerte de El Queso fue precedida por la de Fabio Ramos. Dos robles que se fueron.
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