LA LÓGICA DEL TERROR
Para el revolucionario no hay talanqueras, pues considera que es lícito todo lo que convenga al éxito de su causa. Los límites los fija su propio pragmatismo, confiado en que, si triunfare, la historia lo absolverá, tal como lo alegó Fidel Castro
La Lógica del Terror
Para el revolucionario no hay talanqueras, pues considera que es lícito todo lo que convenga al éxito de su causa. Los límites los fija su propio pragmatismo, confiado en que, si triunfare, la historia lo absolverá, tal como lo alegó Fidel Castro
Por Jesús Vallejo Mejía
Julio 7 de 2015
Un amigo mío que tuvo oportunidad de hablar con el tristemente célebre “Tirofijo” en la época del Caguán, me contó que se tuvo la osadía de observarle que la violencia de las Farc que por ese entonces comandaba les enajenaba el apoyo de las comunidades. El bandolero le contestó, palabra más palabra menos, lo siguiente: “Ya nos seguirán cuando conquistemos el poder”.
Esta actitud es consecuente con la ideología en que se inspiran los movimientos revolucionarios, la cual se resume en el célebre dicho de Mao:”el poder reside en la boca de los fusiles”.
Su significado es nítido: el poder se adquiere mediante la violencia; una vez conquistado, se lo consolida y mantiene de igual manera.
Ese culto por la violencia conlleva que en la lucha por el poder se ignoren todos los límites éticos, jurídicos y hasta de mera conveniencia que la civilización se ha esmerado a lo largo de siglos en erigir.
Para el revolucionario no hay talanqueras, pues considera que es lícito todo lo que convenga al éxito de su causa. Los límites los fija su propio pragmatismo, confiado en que, si triunfare, la historia lo absolverá, tal como lo alegó Fidel Castro en un famoso discurso que pronunció ante el tribunal que en su país lo estaba juzgando por sus fechorías.
Los guerrilleros colombianos siguen al pie de la letra esa fatídica doctrina y la llevan a extremos que desafían toda imaginación. Ninguna atrocidad los arredra. Y siempre estarán prestos a justificarla de alguna manera.
Su propósito es la instauración de una dictadura. Como nosotros los colombianos hemos conocido pocas dictaduras a lo largo de nuestra historia, conviene que reflexionemos acerca de la naturaleza del régimen que imponen las mismas.
El primer rasgo de un régimen dictatorial es la concentración de poderes en un solo individuo o en un un grupo reducido de ellos. Un segundo rasgo es el ejercicio arbitrario de esos poderes, dada la ausencia práctica de reglas llamadas a encauzarlos. Se trata de poderes absolutos que, como dijo Lord Acton, corrompen absolutamente. Además, no admiten que se los controvierta y, como han surgido de la violencia, solo a esta le creen. De ahí se sigue que busquen consolidarse por medio del terror. Sus técnicas de acción sobre las comunidades vienen presididas por el cinismo y la brutalidad.
Recomiendo una vez más, pues creo que en otros escritos ya lo he hecho, la lectura de una obra maestra que abrió mis ojos sobre la naturaleza de los regímenes cuando estaba en la universidad. Se trata de “El Poder o los genios invisibles que gobiernan la ciudad”, de Guglielmo Ferrero. (Vid.http://www.consensocivico.com.ar/uploads/540b73512c5fc-_FERRERO,%20Guglielmo%20-%20El-Poder.Los-Genios-Invisibles-de-La-Ciudad%20(1998-1942).pdf).
El célebre historiador de Roma se preguntó ahí acerca de por qué el régimen fascista se sentía amenazado por un profesor que no contaba con otras armas que su pluma ni otros seguidores que sus discípulos en la universidad. Y encontró la respuesta en el tema de la legitimidad.
Los regímenes instaurados a través de la violencia son ilegítimos y, como no obtienen de modo espontáneo la obediencia de sus súbditos, no les queda otro remedio que intimidarlos a través de las distintas técnicas de dominación de las masas que se han experimentado y decantado en los tiempos modernos.
Si las Farc han sido sanguinarias y perversas en su lucha por el poder, piense el lector por un solo momento en cómo serían si llegaran a detentarlo, así fuese dentro de un régimen mixto de poder compartido como el que a todas luces pretende negociar Santos con sus cabecillas.
Su cuento de entregarles el campo por el que han luchado por más de medio siglo no significa otra cosa que someter a millones de colombianos a la dictadura de la gente más corrompida y malvada que haya podido sufrir el país. Las parcelas de poder que aspiran a que se les conceda en La Habana serán apenas la plataforma de que se valdrán para someter después al resto de los colombianos a su ominosa coyunda.
Si ya bajo su influencia los fiscales y los jueces obran como vienen haciéndolo, ¿cómo serán las cosas cuando nadie pueda ya contenerlos? ¿Qué esperar cuando la fuerza pública dependa de las Farc a guisa de “gendarmería”, como con enorme torpeza lo ha insinuado Santos? ¿De qué seguridad jurídica podríamos hablar en el momento que las Farc controlen la Dian? ¿Qué garantías podrían esperarse de los organismos electorales una vez se los tomen sus agentes? Y así sucesivamente.
Por eso insisto en el siguiente llamado:
¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!
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