LAS ENCRUCIJADAS MORALES DE LOS DIÁLOGOS CON LAS FARC
Las encrucijadas morales de los diálogos con las Farc
¿Nos dirá el candoroso padre De Roux S.J. que el miedo a los comunistas de las Farc es una fobia de la que deberíamos tratarnos consultando a los psiquiatras?
Por Jesús Vallejo Mejía
Febrero 15 de 2015
El padre Francisco De Roux S.J. publicó el pasado 10 de febrero en El Tiempo un elocuente escrito sobre que tituló “Nuestra encrucijada moral” (Vid.http://app.eltiempo.com/opinion/columnistas/nuestra-encrucijada-moral-/15227776).
Sostiene, con toda razón, que “La obligación moral pública más grande que tenemos en este momento es terminar el conflicto armado y emprender la construcción de las condiciones de la paz desde las regiones”. Añade que “Este deber moral pide un cambio espiritual y estructural, porque el fracaso humano de nosotros y de nuestras instituciones, con nuestros seis millones de víctimas de todos los actores de la guerra degradada y absurda, nos pone ante la disyuntiva de jugarnos a fondo por la paz o hundirnos en otros 50 años de inhumanidad.”
Hasta aquí sus apreciaciones son incuestionables. Pero más adelante fustiga a los críticos de las conversaciones con las Farc por sus prejuicios y sus miedos, por su falta de confianza en Santos, porque no se han informado, porque la politización torpe los ha polarizado o porque no captan la centralidad del problema rural en la crisis. No se le ocurre pensar que ellos pueden tener razones sólidas y, desde luego, respetables, para mostrarse escépticos sobre este proceso, ni que el mismo entraña tremendas encrucijadas morales que no se sintetizan, como él cree, en una sola: sí o no a la paz.
Llama la atención que un eclesiástico que por su formación y su experiencia debería de estar familiarizado con las hondas dificultades que entrañan los juicios morales, se pronuncie de modo tan simplista sobre algo que es susceptible de repercutir severamente sobre la suerte de nuestra sociedad.
Lo que dice puede resumirse en las siguiente proposiciones: quienes no creen en las Farc ni en Santos son unos ignorantes de mala voluntad que padecen un grave déficit moral, pues están apostando por la muerte contra la vida, por el mal contra el bien, y están eligiendo la maldición, según cita bien traída de los cabellos del Deuteronomio que consigna al final de su escrito.
¿Qué diría si uno le respondiera con aquel pasaje del Evangelio en que el Señor nos advierte:”Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”(Mateo 7:15)?
Él cree, por supuesto que de buena fe, que los diálogos con las Farc traerán consigo la paz para Colombia. Pero,¿qué sucedería si en lugar de ello acarrearan unas situaciones como la que hoy padece Venezuela o una escalada de violencia igual a la que nos aflige o, quizás, peor?
Hay un arte en extremo difícil que es el de predecir el futuro político, tema sobre el que versa un libro poco conocido de Bertrand de Jouvenel, uno de los analistas más lúcidos que produjo Francia en el siglo pasado.
En la línea de pensadores tan diferentes como Aristóteles y Tocqueville (Vid.http://www.aigob.org/leer-a-tocqueville-reflexiones-intemporales-sobre-despotismo-y-democracia/), se advierte que toda acción política se decide y lleva a cabo en medio de contextos complejos que no alcanzamos a conocer a cabalidad, y produce efectos aleatorios de muchas clases. Rara vez, al enfrentar el mundo de lo real, suscita exactamente lo que se pretende con ella, y a menudo sus consecuencias son contrarias a lo esperado. Es el fenómeno de la heterotelia.
Como enseñó el Estagirita, la virtud propia para enfrentar los hechos políticos no es la de la ciencia, sino la de la
prudencia, que sopesa factores en pro y en contra, positivos y negativos, así como tendencias de distinto orden y efectos a corto, mediano y largo plazo con distintos visos de probabilidad. El arte político exige ser prudentes, cautelosos, previsivos. Bien decía Bismarck que es el arte de lo posible, no según los deseos, sino al tenor de las realidades.
Pues bien, ¿qué nos enseñan estas sobre los diálogos de La Habana?
Lo primero, que nuestro conocimiento de lo discutido y acordado es fragmentario y a todas luces insuficiente para formarnos un juicio razonado sobre sus contenidos. Lo que nos pide el padre De Roux entonces es que creamos en lo que no vemos ni sabemos, vale decir, un acto de fe.
Ahora bien, en segundo término, ¿hay suficientes consideraciones de prudencia que nos aconsejen creer en Santos y en las Farc?
Si bien la fe apuesta a imponderables, hay que basarla en hechos. Y estos muestran que en lo que concierne a la credibilidad de Santos y las Farc no hay más remedio que decir que entre el Diablo y escoja, pues tanto aquel como estas ejercen con maestría el dudoso arte de la mentira. Son mendaces a más no poder, y las pruebas son tan abundantes como el catálogo de las seducciones de Don Giovanni que con tanta gracia describe su criado Leporello.(Vid. “Madamina, il catalogo è questo”, enhttps://www.youtube.com/watch?v=nqDES9KwWJg).
Se supone que el padre De Roux S.J.conoce al dedillo el Evangelio. Por consiguiente, ha de recordar el largo pero decisivo y profundísimo pasaje del Evangelio de San Juan que va del versículo 31 al 59 del capítulo 8, en el que el Señor proclama que “La verdad os hará libres” y declara que el Maligno es el Padre de la Mentira. Los que siguen a los mentirosos son entonces secuaces de Satanás. Y si tan connotado jesuíta nos recomienda que creamos en mentirosos de la calaña de Santos y los cabecillas de las Farc, nos está poniendo en manos de gente perversa.
El padre De Roux muestra ser sencillo como una paloma, pero falto de la prudencia de la serpiente, ignorando así la sapientísima recomendación de Mateo 10:16. Sus palabras nos invitan a ir como corderos en medio de los lobos de las Farc, advirtiéndonos que si no creemos en sus buenas intenciones Dios nos castigará con sus maldiciones, tal como lo advierte el texto de Deuteronomio 15-20 con que cierra su amenazante escrito.
Con todo respeto, digo que con estas admoniciones el padre De Roux S.J. se aleja bastante, igual que suele hacerlo su colega el padre Javier Giraldo S.J., de la imagen del Buen Pastor que describe el Evangelio de San Juan en su capítulo 10, especialmente en el versículo 12, que dice:
“Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye,-el lobo hace presa en ellas y las espanta- porque es asalariado y no le importan nada las ovejas”.
Estos eclesiásticos hacen algo peor: toman el partido del lobo contra las ovejas.
Hay que adolecer de una temible ceguera moral para dejar de lado, al recomendarnos que creamos a ciegas en Santos y en las Farc, los innumerables y atrocísimos crímenes con que estas han cubierto de sangre y lágrimas los campos de Colombia.
Las Farc no solo son mentirosas, sino criminales de lesa humanidad. Su crueldad es inenarrable. La Ley Penal Internacional considera que lo que han cometido ofende la conciencia moral de la humanidad y constituye gravísimo peligro para la paz de los pueblos.
Se cree, además, que constituyen una de las más poderosas organizaciones narcotraficantes del mundo, y se las clasifica como la segunda o tercera organización terrorista más rica, casi al nivel de ISIS. La impresión que dejan no es la del Buen Ladrón que se arrepiente de sus pecados e implora misericordia a la hora de la muerte (Lc 23.40-43), sino la de un orgullo y una arrogancia verdaderamente satánicos.
He llamado la atención en escritos anteriores acerca de dos cosas que ha dicho el papa Francisco acerca del proceso de paz en Colombia, a saber: a) que este proceso debe adelantarse con un sincero ánimo de reconciliación; b) que la paz es fruto de la conversión del corazón.
El padre De Roux S.J. cree en la sinceridad de las Farc, pero reitero la pregunta:¿han dado muestras sus cabecillas de obrar con un sincero ánimo de reconciliación?
Le cuento que un allegado mío recibió a poco de iniciarse los diálogos de La Habana la visita de Pablo Catatumbo, quien le exigió que volviera a pagar la vacuna que había suspendido cuando estaba en vigencia la seguridad democrática, y que lo hiciese con retroactividad para compensar lo que había dejado de pagar durante ese lapso. Cuando el extorsionado le habló de los famosos diálogos, le respondió que no creyera en eso, pues las cosas se iban a poner peores. Y en el pasado diciembre, cuando las Farc anunciaron su cese unilateral al fuego, tuvo que desembolsar una millonada para poder sacar los productos de su finca.
¿Quién es , entonces, el mal informado, el padre De Roux S.J. o mi pariente que sigue sufriendo la inicua extorsión de las Farc?
La paz supone la conversión del corazón, dice el Santo Padre. Díganme, distinguidos dignatarios de la Jerarquía Eclesiástica y demás sacerdotes que lanzan denuestos contra los que no creen en Santos ni en las Farc, si ven en sus desalmados cabecillas signos elocuentes de la conversión que reclama el Sumo Pontífice. Yo, francamente, no los veo. Todo lo contrario, los encuentro desafiantes, retadores, agresivos.
El padre De Roux S.J. habla de los prejuicios y los miedos que “no permiten aceptar que las Farc están en serio en la negociación irreversible”.
Entonces, para él lo de que las Farc son narcoterroristas que aspiran a instaurar en Colombia un régimen totalitario y liberticida es apenas un prejuicio. Dan ganas de exclamar como dicen que dijo el otro:”O sancta simplicitas”.
Y en cuanto a los miedos, que los amigos de la negociación a todo trance fustigan, bueno es recordar que los hay que constituyen sanos mecanismos de defensa contra peligros reales, como el que se experimenta cuando se está frente a un verrugoso, aunque también los hay irracionales, tal como acontece con las fobias.
¿Nos dirá el candoroso padre De Roux S.J. que el miedo a los comunistas de las Farc es una fobia de la que
deberíamos tratarnos consultando a los psiquiatras?
Abonémosle a Santos la buena intención de lograr la paz en Colombia. Pero recordémosle, además, que de buenas intenciones está pavimentado el camino del infierno. Y recordémosle, igualmente, que el logro de la paz no es una tarea de mecánica política, como parece creerlo además César Gaviria, sino fruto de un arduo proceso espiritual que, por definición, no puede adelantarse sino sobre sólidas bases morales.
Esto es lo que se echa de menos en las conversaciones de La Habana, reverendos padres De Roux S.J y Giraldo S.J.
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