LAS INJUSTICIAS DE ESTA CAMPAÑA

LA PELIGROSA RULETA

Por Plinio Apuleyo Mendoza

Un extraño fenómeno estamos presenciando en esta campaña electoral. Muy poco pesan programas y propuestas. Para tener el favor de las encuestas cuentan más, mucho más, la imagen de un candidato y los efectos emocionales que rodean su nombre. ¿Una prueba? Nadie sabe aún cuál es concretamente el programa de gobierno del profesor Mockus. Conocemos sólo sus buenos propósitos: respeto por la ley, cuidado de los recursos públicos, educación y salud para todos, etc. Pero nada nos dice sobre cómo piensa conseguir estos atrayentes objetivos. Lo hace, en cambio, con pelos y señales, un Vargas Lleras. Pese a esto, el profesor encabeza las encuestas y Vargas Lleras está en la cola.

No es la única injusticia visible en esta campaña. Estaba escuchando recientemente en la radio una detallada exposición de Juan Manuel Santos sobre las cinco locomotoras que se propone poner en marcha para impulsar nuestra economía, cuando tuve que impedir que una señora cambiara de emisora. ¡Qué aburrido!, me dijo. Le habría gustado, estoy seguro, un chisme o una pregunta capciosa de Félix de Bedout en la W capaz de poner contra las cuerdas a un candidato.

Similar situación debe afrontar Rafael Pardo. Nadie le cuestiona sus proyectos, generalmente bien articulados, sino su aire severo y algo distante que escamotea guiños y sonrisas. Pero dentro de las incongruencias de la campaña, me sorprenden sobre todo los juicios superficiales que le llueven a Noemí. Su programa, para quien se detenga a mirarlo, es bastante completo y bien estudiado. Su trayectoria limpia, inobjetable, le da autoridad para combatir el clientelismo y la corrupción. No es débil en términos de seguridad; desecha despejes y diálogos con la guerrilla. Y si de cambios se trata, el mayor de todos lo representaría ella, pues sería la primera mujer en llegar a la presidencia de Colombia. Además, su buen manejo en las relaciones internacionales le permitirían contener y de pronto convertir en alardes amistosos hacia Colombia las amenazas de Chávez.

Entonces, ¿qué se le critica a Noemí? ¿Qué factores juegan en su contra? Cosas, en última instancia, tan poco relevantes como su forma de peinar o de hablar o de reír ante las cámaras, de levantar los brazos, de invocar a Pedro, Juan, Fabio, Manuel, o de hacerle reclamos a Santos en un debate. Si eso es lo que uno oye decir a propósito de ella, dejando a un lado el peso de sus propuestas, es porque en esta campaña los efectos de imagen están manejando las intenciones de voto.

La culpa, con perdón de mis amigos periodistas, es de los medios de comunicación. Un solo debate, el de Citytv, permitió a los candidatos exponer al fin sus propuestas. Fue brillante. En cambio, los de Caracol y RCN, con sus preguntas capciosas (cuántos pares de zapatos tiene, qué haría si su hija decide abortar, etc.), parecían seguir la línea traviesa de Tola y Maruja.

Quien mejor ha aprovechado este carnaval mediático es Mockus. Y no hablo sólo de girasoles, canciones y juegos, sino del aire sincero que tienen sus respuestas, e incluso sus excusas cada vez que mete la pata. Sin embargo, para ser honesto, su acenso en las encuestas merece explicaciones más profundas. Así como en el 2002 Uribe arrastró en su favor las mayorías por ser único candidato que rompió los engaños del Caguán, Mockus recoge hoy la reacción del llamado País Nacional contra nuestro viciado mundo político.

Pero, ¿para dónde va? Misterio. ¿Programas? Etéreos, confusos. ¿Qué excentricidades suyas nos aguardan si llega al Palacio de Nariño? No son descartables. Pero mimos, lápices, girasoles y otros efectos escénicos no van a intimidar a ‘Cano’ ni al ‘Mono Jojoy’. De pronto, con este salto al vacío, pondríamos en una peligrosa ruleta todo lo conseguido por Uribe en ocho años de empecinada gestión.

Mayo 14 de 2010