MENSAJES DE URIBE
Vargas Lleras deberá agradecerle eternamente el gesto. Sin Uribe, hoy no tendría oportunidad alguna de ser candidato y sus aspiraciones hubieran quedado diferidas hasta el 2022
Mensajes de Uribe
Vargas Lleras deberá agradecerle eternamente el gesto. Sin Uribe, hoy no tendría oportunidad alguna de ser candidato y sus aspiraciones hubieran quedado diferidas hasta el 2022
Por Rafael Nieto Loaiza
Abril 12 de 2014
Muchos mensajes con alta carga política en estos días. El de los hijos ilustres de los expresidentes conservadores y su visión ácida del Gobierno y del papel de su propio partido. La diatriba de Fernando Vallejo contra Santos y el proceso de paz, acallada en el otrora gran diario nacional. El de los expresidentes latinoamericanos y españoles que sí tienen los pantalones para decir sobre el régimen autoritario en Venezuela lo que las cobardes cancillerías latinoamericanas, de primera la ministra Holguín, no se atreven ni a musitar en privado.
Y el del presidente Uribe al atajar la jugada fraguada desde la Casa de Nariño para frenar la candidatura de Vargas Lleras. Porque no tengo duda de que la propuesta de Armando Benedetti de establecer una inhabilidad de cuatro años para que el Vicepresidente pueda postular su candidatura presidencial, que hubiera sepultado las aspiraciones de Vargas Lleras para el 2018, venía con la bendición del palacio presidencial que, en esta como en tantas cosas, nunca juega de frente. Santos prefiere tener su propio candidato y no verse obligado a apoyar a su actual vicepresidente porque sabe que Vargas Lleras apenas se posesione haría como él con Uribe: le daría la espalda. Con la ventaja para Vargas Lleras, por supuesto, de que el actual vicepresidente tiene caudal y votos propios y ha salido electo en innumerables ocasiones. Santos, sin Uribe, no hubiera tenido sino los de su familia y ciertamente no los de todos sus miembros.
Con su intervención, en apenas cinco minutos, Uribe consiguió varias cosas: la primera, fortaleció su liderazgo en el Congreso. Prueba de ello es el reconocimiento expreso y público que le hace Horacio Serpa, después de su intervención. Vale la pena oír esa muy gallarda constancia.
Después, hizo crecer políticamente a Vargas Lleras dentro del Gobierno y con ello agudizó las contradicciones latentes entre Santos y su Vicepresidente, a quien no puede simplemente despedir porque, como él, es funcionario electo. A Santos no le queda sino aguantarse. Con la posibilidad cierta de su candidatura, Vargas Lleras tendrá mucho más poder frente a los parlamentarios, frente a gobernadores y alcaldes y frente al mismo Santos. Y los enanos a los que el presidente quisiera apoyar la tendrán muchísimo más difícil.
La tercera, que Vargas Lleras deberá agradecerle eternamente el gesto. Sin Uribe, hoy no tendría oportunidad alguna de ser candidato y sus aspiraciones hubieran quedado diferidas hasta el 2022 cuando, además, nadie tiene idea de cuál sería el panorama político y, en todo caso, el capital acumulado por su gestión como vicepresidente estaría seguramente muy disminuido por el paso del tiempo y la ausencia del poder. De hecho, si se hubiera frustrado su candidatura para el 2018, Vargas Lleras tendría ahora mismo mucho menos poder que el que hoy tiene. Parte de su fuerza está en la posibilidad cierta de ser presidente en tres años.
Además, Uribe demuestra que es capaz de tomar decisiones con visión más allá de la coyuntura. Con su gesto, abre una puerta a sectores que hoy están en el Gobierno pero con los cuales puede haber acuerdos políticos. En la coalición de la unidad nacional hay algo de santismo, pero también muchos que tienen grandes diferencias con la manera de actuar de Santos y, en cambio, ven puntos sustantivos comunes con el Centro Democrático. Al salvar a Vargas Lleras, Uribe le dice a esos sectores que los puentes no están rotos y que es posible una coalición ganadora hacia el 2018. Si antes las visitas de otros parlamentarios (conservadores, de la U y del mismo Cambio Radical) al senador Uribe eran usuales, ahora serán mucho más numerosas y frecuentes.
Y ese es quizás el punto más importante: la apertura de espacios para aglutinar en una gran coalición futura diferentes sectores con coincidencias ideológicas. Hay que ser capaces de trascender la polarización actual entre santistas y uribistas y sentar las bases para un movimiento que recoja un amplio espectro que vaya del centro a la derecha. Ese es el futuro.
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