NI PAZ OS DEJO, NI PAZ OS DOY
Por obra de leguleyos de pocas entendederas y de políticos aviesos se ha pretendido imponer la deplorable tesis de que la paz puede lograrse a expensas del ordenamiento de la Constitución, cuando esta es precisamente la garante de aquella
Ni paz os dejo, ni paz os doy
Por obra de leguleyos de pocas entendederas y de políticos aviesos se ha pretendido imponer la deplorable tesis de que la paz puede lograrse a expensas del ordenamiento de la Constitución, cuando esta es precisamente la garante de aquella
Por Jesús Vallejo Mejía
Noviembre 30 de 2016
De este modo resumió hace días un ingenioso trinador el legado de Santos.
Su cacareada paz con las Farc no será tal, sino el comienzo de nuevos y quizás peores conflictos que enrarecerán aún más la atmósfera vital de nuestra patria.
Hay que reiterar que lo que inició la semana pasada en el Teatro Colón es a todas luces un golpe de estado contra la Constitución y la voluntad popular que se manifestó rotundamente en contra del Acuerdo Final (AF) con las Farc el dos de octubre pasado.
Su alevosía pretende que sea el Congreso, mediante un acto a todas luces contrario a derecho, quien refrende el Nuevo Acuerdo Final (NAF), contrariando así el mandato del pueblo y la doctrina de la Corte Constitucional que sostuvo que ante el triunfo del No el AF no podría someterse a nueva refrendación, como tampoco implementárselo, salvo que se tratase de un documento diferente. Y el NAF, como lo han sostenido públicamente voceros tanto del gobierno como de las Farc, no lo es.
Llama la atención que gente de la que habría que esperar seriedad salga a afirmar que el Congreso, como representante del pueblo, puede sustituirlo en la ratificación de lo que este rechazó en el plebiscito.
A los que tal desaguisado sostienen, como el editorialista de “El Espectador” o el senador Lizcano, hay que darles una lección elemental de Derecho Constitucional, recordándoles no solo el texto del artículo 3 de la Constitución Política, sino que esta misma se expidió sobre la base de promover el tránsito de una democracia representativa a una participativa. Esta goza, por consiguiente, de prelación sobre aquella.
Por obra de leguleyos de pocas entendederas y de políticos aviesos se ha pretendido imponer la deplorable tesis de que la paz puede lograrse a expensas del ordenamiento de la Constitución, cuando esta es precisamente la garante de aquella. Benito Juárez dijo en frase lapidaria que “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Hay que añadir que esta no solo es resultado del respeto al derecho subjetivo, sino al derecho objetivo, es decir, al ordenamiento jurídico y en especial al de la Constitución.
Como lo expuse en mi más reciente escrito, cuando el alto gobierno y los congresistas la desconocen descaradamente, están invitando con ello al estamento armado y al pueblo a que obren de la misma manera. Por consiguiente, el recurso a las vías de hecho en que anda empeñado Santos no es otra cosa que una invitación a la anarquía, que es fuente inagotable de males para la sociedad.
No es una paz estable y duradera, como la mendacidad de los promotores del NAF lo anuncian, la consecuencia que sea dable esperar de toda esta ominosa trapisonda. Lo que vendrá, de consumarse el golpe, será la resistencia sorda y silenciosa de la mayoría que votó No en el plebiscito. Y esa resistencia se hará sentir con mayor intensidad a medida que los abusos de las Farc y sus conmilitones, amparados en las exorbitantes ventajas que lograron en el NAF, vayan apretando a tirios y troyanos. Para eso lograron que De La Calle y Jaramillo les aceptaran la instauración de una Gestapo que seguirá las instrucciones de la inteligencia cubana. Al fin y al cabo, es esta la que ha movido todos los hilos de esta siniestra tramoya.
Hay todavía alguna esperanza de salvación de la institucionalidad colombiana, si la Corte Constitucional toma en serio su papel de guardiana de la integridad de la Constitución y hace respetar la doctrina que en varios fallos ha reiterado acerca de que solo por medio de una asamblea constituyente elegida por el pueblo sería posible cambiar los elementos sustanciales de nuestro ordenamiento fundamental.
La ponencia que acaba de radicar la magistrada María Luisa Calle acerca del “Fast track” con que se pretende poner en ejecución el NAF nos da aliento para esperar que todavía haya jueces en Bogotá, lo que escribo parodiando lo que dicen que dijo un “humilde molinero cuando supo que el rey de Prusia Federico II, el Grande, había ordenado demoler su molino porque afeaba las vistas de su flamante palacio en Postdam. Conforme a la fe del molinero, los jueces fallaron a su favor y ordenaron la reconstrucción del molino y el pago de una indemnización.”(http://www.eluniverso.com/opinion/2014/09/03/nota/3674921/aun-hay-jueces-berlin).
Tengamos, pues, la fe del molinero en que la Corte Constitucional enderezará el pavoroso entuerto que está fraguando Santos para entregarle el país a la organización criminal de las Farc.
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