PAISAJE DESPUÉS DE LA BATALLA ELECTORAL
Ahora acusan al ejecutivo de Bogotá de fraude, algo que podría haber pasado, pero que tendrán que demostrar con argumentos sólidos más allá de la retórica
Colombia: paisaje después de la batalla electoral
Los partidarios de Uribe, agrupados en el movimiento de reciente formación Centro Democrático, obtuvieron un honroso segundo lugar en su lista para el Senado, que encabezaba su máximo líder, pero sin embargo quedaron muy lejos de poder llegar a constituir una amenaza a la sólida mayoría con que contará el presidente, Juan Manuel Santos
Por Ricardo Angoso
Marzo 13 de 2014
Los resultados de las elecciones legislativas colombianas no dejan lugar a la duda: han otorgado una clara victoria al presidente Juan Manuel Santos y le dejan el camino despejado para la reelección. Una victoria con matices, claro está, ya que el presidente consigue que su partido, el de la U, que fundara el ex presidente Álvaro Uribe, obtuviera un buen resultado y el primer puesto en el Senado y el segundo en la Cámara, pero sin embargo pierde la mayoría y el control de la primera de estas instituciones.
Los partidarios de Uribe, agrupados en el movimiento de reciente formación Centro Democrático, obtuvieron un honroso segundo lugar en su lista para el Senado, que encabezaba su máximo líder, pero sin embargo quedaron muy lejos de poder llegar a constituir una amenaza a la sólida mayoría con que contará el presidente, Juan Manuel Santos, en la Cámara de representantes y, seguramente, en el mismo Senado si se sella una gran alianza con todos los partidos que hasta ahora le han apoyado. Con 19 escaños sobre un total de 102, a pesar de que tenían unas expectativas más altas, logran un buen resultado, pero insuficiente para complicarle las cosas a Santos en los próximos años. Luego, para la Cámara de representantes sus resultados han muy exiguos: apenas 12 congresistas sobre un total de 163. Ahora acusan al ejecutivo de Bogotá de fraude, algo que podría haber pasado, pero que tendrán que demostrar con argumentos sólidos más allá de la retórica.
Para otro análisis postelectoral daría el origen de los votos uribistas, que en la práctica no parecen proceder y haber hecho gran mella en los que teóricamente deberían haberles dañado, como los conservadores y el gubernamental partido de la U. Se puede asegurar, a estas alturas de la película, que el uribismo robó votos a todas las grandes formaciones colombianas. Uribe arrebató algo a los conservadores, pero no mucho; un buen puñado -como 800.000 votos- al partido de Santos, el de la U; a los liberales una porción también pequeña y consiguió un reducido puñado de votos de entre aquellos que votaban por primera vez o se abstenían como tradicionalmente hacían. En cualquier caso, los casi veinte senadores de Uribe proceden de las filas de la U, los conservadores, los liberales, la izquierda y los desaparecido partidos PIN y Mira.
Tampoco perdamos de vista que Santos, si sumamos los votos de todos los partidos que hasta ahora le han apoyado, consigue casi cinco millones de votos para el Senado y supera a esa cifra en los resultados totales para la Cámara. Es decir, gana la no oficiosamente reconocida “primera vuelta” para las presidenciales y se sitúa como claro favorito para las elecciones previstas para mayo. Las instituciones legislativas presentan un escenario muy atomizado, pero la práctica política colombiana enseña que al inquilino de la residencia presidencial, la Casa Nariño, le cuesta muy poco lograr sólidas mayorías.
Santos, aunque perdió la mayoría absoluta en el Senado, no lo tendrá difícil para alcanzar una alianza de gobierno a través de pactos y acuerdos, pero también comprando voluntades como ha hecho a lo largo de estos años, entregando cargos o inventándoselos para otorgárselos a sus contradictores. A nadie le amarga un dulce y mucho menos una embajada en alguna plácida capital europea.
Clara derrota de la izquierda, mientras los conservadores sobreviven. También las elecciones han mostrado a las claras la debilidad de la izquierda. Divididos, atomizados y mal liderados, los partidos de izquierda -el Polo Democrático Alternativo (PDA) y la Alianza Verde- han obtenido unos pobres resultados: 7% para el Senado, con diez asientos, cinco para cada una de estas formaciones, y 6% para la Cámara, con tres asientos para el PDA y seis para los verdes.
Fuera de las instituciones ha quedado la recientemente legalizada Unión Patriótica (UP), heredera de los grupos guerrilleros que se
integraron en la vida política del país en los años ochenta y que fue diezmada por la acción del paramilitarismo y otros agentes. Pero esa es otra historia.
En lo que respecta a los conservadores, uno de los partidos históricos de Colombia, hay que reseñar que obtuvieron unos resultados que estuvieron por encima de las expectativas iniciales y los sondeos publicados. Con 19 senadores y 27 representantes, aparte de haber recibido casi dos millones de votos, el Partido Conservador, tras haber sido engullido durante unos años por el uribismo y después por el santismo, sobrevive a esta cita electoral y se consolida como una fuerza de futuro. Su apuesta por tener una candidata propia a las elecciones presidenciales, Marta Lucía Ramírez, fue valiente y decidida, alejándose de las alfombras del poder, pero, aparentemente, no parece constituir una amenaza para el presidente Santos. Significativa en términos de futuro, pero insignificante en lo que es la dinámica política y electoral colombiana en el corto plazo.
Santos, camino despejado para la reelección. Un reciente estudio de opinión publicado por la revista Semana señala que el presidente Santos conseguiría derrotar fácilmente a todos los candidatos presidenciales actualmente en liza. Ninguno de esos candidatos, entre los que destacan el verde Enrique Peñalosa, el uribista Oscar Iván Zuluaga y la izquierdista Clara López, es una amenaza real para el presidente Santos. En todos los casos, e incluyendo aquí a la candidata conservadora, Santos triplica en intención de voto a todos sus competidores si hubiera una segunda vuelta. Nada que hacer, al menos por ahora.
Con todos estos elementos encima de la mesa, y cuando todavía queda una larga campaña presidencial por delante, se puede decir que el ensayo de primera vuelta presidencial que eran estas legislativas ha concluido de forma exitosa para el presidente Santos. Nada parece que pueda interponerse en su camino hacia la reelección, salvo imprevistos de última hora o la conformación de una gran coalición contranatural en términos ideológicos. ¿Acabará el uribismo apoyando a un candidato distinto al tuyo?
Luego está el asunto recurrente del proceso de paz con la organización terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), que ha sido una parte importante de la agenda electoral, pero que no se ha convertido en un factor determinante para no votar a las fuerzas que apoyan a Santos y su opereta de La Habana. Si, además, Santos anuncia un acuerdo permanente y relativo a todas las grandes cuestiones pendientes, como el narcotráfico, la victoria será total. Los colombianos, tras décadas de guerra, están dispuestos a sacrificar muchas cosas en aras de que concluya el conflicto. Y entre paz y guerra, aunque tengan que taparse la nariz y votar por Santos, votarán por la paz e incluso acabarán aceptando la “dejación de las armas” por parte de los terroristas a cambio de la impunidad.
Y luego el factor local porque, como señala el periodista Andrés Oppenheimer, “un gobernante lo tiene relativamente fácil para reelegirse en América Latina”. Así parece que ocurrirá con Santos. Veremos qué ocurre de aquí a mayo.
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