PIEDAD CÓRDOBA, APOYADA POR FIDEL CASTRO
Sin creer en las instituciones colombianas, Piedad Córdoba se encaramó en ellas para poder conspirar con partidos y gobiernos enemigos de su propio país
PIEDAD CÓRDOBA APOYADA POR FIDEL CASTRO
Por Eduardo Mackenzie
Si Piedad Córdoba no es “Teodora”, ni “Dorotea”, ni “la Negra”, ese personaje, o esos personajes encubiertos y protegidos por pseudónimos, deben estar en alguna parte. ¿Dónde? ¿Quiénes son? ¿Qué están haciendo? ¿Cómo se articulan a la vida colombiana? ¿Qué tipo de relación tuvieron con Raúl Reyes? Pues fue él, y nadie más, quien habló de la tal “Teodora” y de “Dorotea” y dio a entender que se trataba de una misma persona. Ese difunto jefe de las Farc describió con tanta precisión las operaciones que “Teodora” hacía y debía hacer que él mismo señaló desde ultratumba a Piedad Córdoba, pues él nunca imaginó que su computador personal, donde registraba sus designios más íntimos, llegaría a caer un día en manos del poder colombiano.
La senadora liberal, recién destituida en buena hora por la Procuraduría General de la Nación por sus vínculos presuntos con las Farc, ha tenido dos años y medio para probar que no es “Teodora”, la misma que en Buenos Aires, en reunión de una célula de las Farc, a principios de diciembre de 2007, ordenó: “Sobre todo, no liberen a Ingrid”, antes de decir: “Me importa una gueva la propuesta que haya hecho Sarkozy para obtener la liberación de Ingrid”. Y las Farc no la liberaron, en efecto. La liberó el gobierno de Uribe, en acción militar, el 2 de julio de 2008.
Piedad Córdoba creyó escapar al tremendo escándalo generado por esas frases, cuando Bertrand de la Grange las reveló en Paris Match, el 7 de junio de 2008, y por las otras encontradas en los computadores de Raúl Reyes. Su teoría de la “cortina de humo” no funcionó y hasta hoy la ex senadora no ha podido probar que “Teodora” es otra persona. Porque no puede probarlo.
Su destitución alegró a los colombianos y enfureció al dictador más siniestro que ha tenido el continente americano: Fidel Castro. El ogro de La Habana no puede soportar que su fiel servidora haya sido sacada del juego político. El quiere, pues, como Hugo Chávez, restaurarla en el nicho que habían logrado tallarle en la institucionalidad colombiana, para seguir minando el país desde dentro. La piedra filosofal de la nueva estrategia de Fidel Castro para tomar el poder sufrió así otro rudo golpe. Esa estrategia le funcionó a Castro en Venezuela, en Ecuador y Bolivia. Pero Colombia parece ser un hueso mucho más duro de roer.
Piedad Córdoba había trabajado bien y hasta hecho prodigios. Intentó diabolizar y derrocar al presidente Álvaro Uribe con el pretexto de los rehenes en poder de las Farc. No lo logró. Buscó entonces arrebatar de las manos del mandatario colombiano el grave asunto de los rehenes para que cayera en manos de Hugo Chávez. ¡Y lo logró durante unas horas! Pero después, por torpezas cuya clave sólo tiene ella, perdió el control de la jugada y Hugo Chávez fue expulsado del asunto. Todo el mundo conoce esa historia. Pues la furia de Chávez casi tumba los muros de Caracas.
Piedad Córdoba hizo giras por todo el mundo para despotricar de su país y para coordinar ofensivas políticas y pseudo jurídicas contra el gobierno. Ahora se queja del efecto bumerán de sus actos. Dice que hay una “conspiración” contra ella y que la quieren “lapidar”. Sin embargo, ella misma se enredó en sus propias villanías. La misma que dijo en Europa que Colombia es “una fosa común”, y que usó y abusó de su calidad de senadora, insulta de nuevo al país al admitir que “no cree” en las instituciones colombianas, porque “no son imparciales y están al servicio de los intereses de unos cuantos”. Todo es claro: sin creer en las instituciones colombianas se encaramó en ellas para poder conspirar con partidos y gobiernos enemigos de su propio país. Ahora sólo le quedan las redes del castrismo en Latinoamérica para ayudarla en su empeño de llevarse por delante al Procurador General colombiano.
Ella estima que el Gobierno de Álvaro Uribe “no quería adelantar ningún proceso de liberación” de los secuestrados sino que quería seguirla “para saber dónde estaban las Farc”. Lo dijo ayer a El Espectador en una entrevista donde lanzó, como de costumbre, mentiras e injurias, sin que su interlocutora se inmutara.
La ex senadora dice: “Soy defensora de derechos humanos”. Afirma que no ha hecho otra cosa que luchar por la liberación de los secuestrados. Eso no es cierto. ¿Cuándo pidió ella a las Farc que liberen a todos sus secuestrados? Nunca. ¿Qué dijo tras la revelación de El Colombiano, en febrero de 2008, de que hay 3 196 secuestrados en Colombia y que todos deben ser liberados? Nada. ¿Qué ha hecho por la liberación de Carmenza Suárez de Cruz, que tiene 68 años de edad y hace trece años esta secuestrada por las Farc en el Meta? Nada. Piedad interviene en los casos señalados por las Farc. Los demás secuestrados no cuentan para ella. ¿Ello es ser un “defensor de derechos humanos”?
No se puede confundir una gestión leal de liberación de rehenes con una operación en la que los rehenes son un instrumento para avanzar unas tesis políticas. Piedad Córdoba quiere mezclar esas dos situaciones para tumbar la decisión del Procurador. Pero éste podría recibir un respaldo inesperado del Mono Jojoy si los computadores de éste confirman lo que decía Raúl Reyes.
2 de octubre de 2010
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