RESPUESTA A CARLOS SALAS
Hay que saber si Colombia puede ser “salvada” si aceptamos los criterios y la basura ideológica y los métodos criminales del comunismo, plasmados en los acuerdos Farc-Santos, o si regresamos, por el contrario, a los valores democráticos con los que Colombia fue edificada. Ese debate “ideológico” habrá que hacerlo así no le guste al señor Salas
Respuesta a Carlos Salas
Hay que saber si Colombia puede ser “salvada” si aceptamos los criterios y la basura ideológica y los métodos criminales del comunismo, plasmados en los acuerdos Farc-Santos, o si regresamos, por el contrario, a los valores democráticos con los que Colombia fue edificada. Ese debate “ideológico” habrá que hacerlo así no le guste al señor Salas
Por Eduardo Mackenzie
26 de mayo de 2017
Hace dos días, un amigo del senador uribista Iván Duque pidió a Ricardo Puentes Melo, editor de la página web Periodismo sin Fronteras, que le publicara un comentario que él, Carlos Salas Silva, había escrito para la página web Debate. Salas presentó su texto como un “artículo que en forma indirecta responde al de Eduardo Mackenzie”. Salas alude a mi texto intitulado “¿El uribismo pierde el norte?”, que PSF había publicado dos días atrás.
Salas le pide a Puentes que publique su réplica e invoca el “sentido democrático” y la “seria manera de asumir el periodismo” de Puentes Melo. Muy bien. Lo curioso es que Salas omite decir que Debate no quiso publicar mi artículo como las contribuciones que Debate recibe regularmente, sino de manera indirecta y a destiempo y dentro de la entrega de una revista de prensa. Salas debería pedir a los amigos de Debate tener el mismo “sentido democrático” que le exige a Puentes.
Publicar el texto de Carlos Salas es conveniente, junto con mi respuesta, y eso fue lo que le pedí a Ricardo. La discusión pública y por escrito es la manera más precisa de localizar las diferencias en el seno de un partido democrático y de llegar a acuerdos de orientación que refuercen, realmente, la unidad y la determinación de lucha de todos los miembros y simpatizantes de la formación. Es lo que debe hacer el CD hasta que logremos rescatar las instituciones democráticas de Colombia secuestradas hoy por el siniestro tándem Santos-Farc.
No comparto la visión que tiene Salas del Centro Democrático. Él ve muy mal que personas de la base, como yo, discutan la orientación y métodos del CD. Él estima que esas críticas buscan dividir y debilitar al CD. Él considera que críticas legítimas y necesarias como la mía son “controversias” impulsadas por gente egoísta que quiere hacerle daño “al partido”. Dice que eso es una “traición”.
No comparto esos criterios. Salas Silva se equivoca completamente. Es verdad que el CD es un partido joven, en construcción, ideológicamente heterogéneo y sin experiencia organizativa. Salas debería aceptar algo que es obvio en los partidos democráticos: que el derecho de expresión y el derecho a la crítica de la dirección hacen parte de la vida de esos partidos. Sobre todo, si estos son partidos que comienzan su andadura.
Donde la crítica es sofocada con insultos y anatemas y hasta con métodos más terribles, es en los partidos marxistas y comunistas. Allí las diferencias de opinión son reprimidas brutalmente pues los jefes de esas organizaciones, siniestros individuos, no son capaces de escuchar ni a las bases ni a los voceros de las tendencias y fracciones que necesariamente coexisten. Todo partido político aglutina individuos con trayectorias sociales y personales diversas. Diferencias sobre la acción política y el momento político siempre existen. Si la dirección es capaz, ella logra orientar, mediante la argumentación, al partido. Proscribir las ideas, los interrogantes, las críticas, incluso las acervas, es hacer leninismo sin quererlo.
Nada es más natural en un partido que la coexistencia de diferentes visiones. El artículo de Carlos Salas es un ejemplo de eso. Él analiza el problema de la candidatura presidencial del CD de 2018 de manera contraria a la esbozada por la pre candidata y senadora María del Rosario Guerra. En la pasada convención del CD, ella anunció que ese candidato debe salir únicamente de las filas del CD. Yo critico ese enfoque y digo que es obtuso y sectario. Salas propone algo que yo comparto: que el candidato salga de un campo más vasto que el CD, el de “quienes ganamos el plebiscito del 2 de octubre”. Si Carlos Salas puede aportar su matiz al debate los demás miembros del CD también pueden hacerlo.
Empero, Carlos Salas concibe el CD como un partido de caporales, en el que “la unidad y la concordia” del partido dependen de que los jefes ordenen y que la base obedezca. Salas lo dice así: “El ejemplo de unidad y concordia dado por los líderes debe ser seguido por quienes pertenecemos al Centro Democrático”.
Otro punto no menos interesante. Salas trata de vender una idea rarísima sobre la lucha ideológica. Sin precisar el concepto y sin dar un solo ejemplo o referencia, él pretende que “las cuestiones ideológicas han sembrado cizaña”. Afirma enseguida que “Por encima de [las] cuestiones ideológicas está el porvenir de Colombia”. El planteo correcto debería ser lo contrario: el porvenir de Colombia depende del debate ideológico. El “proceso de paz” descansaba sobre el supuesto de que la paz era lo fundamental y que ir hacia un país socialista o capitalista era indiferente. Salas repite esa tesis errada con un argumento estrafalario: ahora “no es cuestión de izquierda ni de derecha”, “ni siquiera de capitalismo contra comunismo”.
¿Cómo así? ¿Es posible salvar a Colombia de las garras de Cuba, de las Farc y del chavismo sin preguntarnos si el futuro del país debe ser comunista o democrático? ¿Podemos llevar al país entero a una lucha decisiva contra la agresión castrista sin decirle a los colombianos que un régimen comunista es un desastre y que la meta es erigir un régimen liberal-conservador y un Estado de derecho?
Yo digo esto: el CD no podrá ahorrarse esa discusión. Hay que saber si Colombia puede ser “salvada” si aceptamos los criterios y la basura ideológica y los métodos criminales del comunismo, plasmados en los acuerdos Farc-Santos, o si regresamos, por el contrario, a los valores democráticos con los que Colombia fue edificada. Ese debate “ideológico” habrá que hacerlo así no le guste al señor Salas.
¿Acaso él no sabe que los venezolanos se lamentan hoy, amargamente, por no haber abordado esa discusión, pública y masivamente, de cara a todo su país, cuando podían hacerlo, antes de que la dictadura de Hugo Chávez los amordazara, cerrara los diarios, exiliara y encarcelara a los intelectuales y opositores que buscaban una alternativa al socialismo chavista-madurista?
En el fondo del pedido de Salas contra la discusión en el CD y contra la lucha ideológica hay como un intento de sofocar la verdad sobre puntos cardinales que no se han discutido en el CD. Alguien intenta desviar el interés por esos temas. Alguien quiere impedir que se haga luz sobre ciertos puntos.
Por ejemplo: ¿no vale la pena discutir a fondo si el acuerdo Farc–Santos debe ser o no revocado por un gobierno del CD? ¿Debemos o no volver trizas ese documento redactado por los bonzos en La Habana? ¿No existe posibilidad de respetar los derechos de los guerrilleros desmovilizados efectivamente, y de los guerrilleros sinceramente arrepentidos de su pasado criminal, utilizando la legislación normal de Colombia? ¿No debemos ir hacia una paz basada en la justicia real (y no esa caricatura inventada para África de “justicia transicional”) utilizando la legislación normal de Colombia? ¿No hay acaso vías justas y razonables para alcanzar la paz distintas a la de “implementar” los grotescos acuerdos de La Habana”?
Nada de eso se ha discutido realmente en las bases del CD, al menos no de manera completa y sin dificultades. Hay, por el contrario, una línea que viene de lo alto y que no se sabe bien cómo ni en qué términos exactos fue elaborada, que dice que el candidato presidencial del CD no debe hacer prioritario en su campaña temas como la corrupción y las Farc. Son los mismos que dicen que el pacto Farc-Santos tiene aspectos “intocables” y que por lo tanto no se debe revocar lo decidido en Cuba.
Pero eso no es todo. No se ha discutido qué es eso de la tal “economía naranja”, ni qué es eso del tal “Estado comunitario” que el senador Iván Duque trata de volver ideología oficial del CD. Oficial pues quien no comparte esas doctrinas opacas y se atreve a decirlo es insultado en lugar de recibir argumentos. Tal arrogancia es signo de anquilosamiento intelectual. Sin embargo, los amigos de tales actitudes presentan al impulsador de esas ideas como un dechado de virtudes, como “la cara de la derecha moderna”.
No hay nada de “moderno” en esas prácticas maniobreras. Carlos Salas Silva tampoco responde a tales interrogantes. Su propuesta es muy poco “moderna”. Esta consiste en decir que en lugar de pedir claridad a los parlamentarios y dirigentes del CD debemos asumir una “responsabilidad histórica” que consiste en confiar en ellos y guardar silencio. Salas dice: “Lo que exige nuestra responsabilidad histórica es [depositar] confianza en quienes han construido un partido”. Si los que han construido el partido fueran infalibles ya lo sabríamos y el problema habría sido resuelto. Pero ellos no son infalibles. Ellos cometen errores. Son personas admirables y hasta heroicas, pero son seres humanos.
El uribismo creyó en un momento, por indicación de sus jefes, que JM Santos sería el mejor candidato presidencial que éste podría darse. Ya sabemos en qué resulto eso. Si en el partido hubiera habido un clima para debatir francamente esas directivas a lo mejor Colombia habría tenido otro presidente y tomado un rumbo diferente. Pero no había ese ambiente favorable a la discusión fraternal y los resultados están a la vista. La pregunta no es, pues, “¿Quién teme al Centro Democrático?”, como dice Salas, sino “¿El Centro Democrático debe discutir a fondo sus orientaciones y métodos de acción para proteger el destino de Colombia?”. Yo creo que sí.
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