“SÍ HAY CAUSA PERDIDA”
Las peregrinas marchas inocuas no harán mella alguna al régimen totalitario, ni roles ornamentales coadyuvarán a sacar al país del camino hacia el socialismo populista
“Sí hay causa perdida”
Las peregrinas marchas inocuas no harán mella alguna al régimen totalitario, ni roles ornamentales coadyuvarán a sacar al país del camino hacia el socialismo populista
Por Jaime Arturo Restrepo Restrepo
Marzo 28 de 2017
@_El_Patriota
En pleno siglo XXI fungimos como testigos de excepción, la fractura del contrato social. El constituyente primario invistió al Estado de un gran poder para que prohijara la seguridad, autoridad, justicia y bienestar de los colombianos, pero contrario a su designio fundante, el Estado con sus instituciones se alineó en favor de los criminales y bandidos desconociendo el interés público, haciendo nugatorio el orden social. Dicho de esta manera se perdió la esencia del acuerdo sobre lo fundamental, priorizando el Estado, en los intereses particulares de la comunidad delictiva sobre sobre el orden social, generando de esta manera caos, disolución y anarquía.
La decadencia del Estado colombiano avanza a pasos agigantados hacia la debacle de un Estado fallido, con la corrupción rampante a todo nivel, la impunidad, la centralización administrativa del poder político, la cooptación de la administración de justicia para favorecer los intereses del Ejecutivo y para privilegiar los intereses de los victimarios sobre los intereses de las víctimas y de la sociedad. La realidad de un Congreso fletado por el gobierno que rompe el principio de la división de los poderes públicos, haciendo de la teoría de pesos y contrapesos pura música celestial. Vivimos pima facie la triste realidad de un Estado mafioso, corrupto permeado por la criminalidad organizada al servicio de intereses narcotraficantes; Un Estado en donde se persigue a la oposición, a los gremios (transportadores y azucareros), se violenta la libertad de expresión, se coarta la libertad de prensa, se atropella la libertad de asociación y el derecho a la protesta. Un Estado con un sistema de salud en cuidados intensivos y una economía publica en crisis ad portas de una recesión por la caída vertiginosa de la inversión, el empleo y el consumo. Una deuda externa de 116.216 millones de dólares, cuyo 60.1% corresponde al sector público comprometiendo seriamente nuestra soberanía.
Así como muchos de ustedes, pertenezco a la generación del paradigma del terror. Como olvidar las décadas de los ochentas y noventas cuando nos encontrábamos secuestrados por los bandidos sin poder salir de la ciudades, como olvidar los barrios en poder de las milicias de las FARC, el ELN y los CAP en donde no podía ingresar la Policía ni el Ejército, como olvidar los bombazos y los centenares de muertos inocentes generados por Pablo Escobar y el Cartel de Medellín, como olvidar las noticias consuetudinarias de las masacres de las FARC, M-19, ELN, EPL y de las autodefensas ilegales. Es imposible no recordar semejante orgia de sangre, máxime cuando las alas de las diosas Keres te han tocado la existencia, dejando impregnada la vida misma del olor de la sangre.
Personalmente me rehúso a olvidar el vil asesinato de mi amiga de infancia Mónica Acosta a manos del Cartel de Medellín, en el cobarde ataque terrorista perpetrado con un carro bomba en las afueras de la Plaza de Toros la Macarena en febrero de 1991, que dejó como saldo 17 muertos. Recuerdo como si fuera hoy, como con cada detonación de los carros bomba, se estremecía la tierra y vibraban los vidrios de la casa anunciando la llegada de la onda expansiva y el luto para incontables familias, que nada tuvieron que ver con los intereses económicos y de poder de ese narco terrorista asqueroso.
No olvidaré el aterrador episodio, cuando en 1988 el narcotraficante Carlos Arturo Ruiz Moncada en retaliación a un malentendido de vecindario mandó a ametrallar mi casa. A las nueve de la noche mientras mi mamá veía la novela Caballo Viejo, desde el baúl de una camioneta Renault Etoile dos de sus cuñados conocidos como los famosos “Priscos” (Sicarios de cabecera al servicio de Pablo Escobar) blandieron dos subametralladoras Ingram calibre 3,80 escupiendo ráfagas de fuego contra la casa de una mujer sola con sus tres hijos, yo el mayor, tenía 17 años para ese entonces. Cuatro proveedores, cien disparos, daños materiales y el destrozo moral y psicológico de la familia fue el resultado de la incursión armada.
Como si fuera poco, un año atrás por enfrentarme a patadas y puño limpio con dos ladrones armados a la salida del colegio Marco Fidel Suarez recibí un disparo que me traspasó la pierna izquierda. Sentir el proyectil quemando la piel y desgarrando el musculo a una velocidad de 340 metros por segundo, la sensación de palpitación en la pierna y ver la sangre brotando a borbotones no es una experiencia fácil de digerir para un joven de 16 años de edad.
En el año 1993 cuando cursaba el segundo año de derecho en la Universidad de Medellín, después de salir de clase de seis de la mañana con el entonces congresista y profesor de hacienda pública Darío Londoño, allí en el parqueadero nos tocó a sus alumnos con estupor advertir su homicidio a manos de un sicario.
El mismo año, el 21 de agosto de 1993 cuando alternaba mis estudios de derecho con el trabajo, en un negocio propiedad de mi padre en el barrio la Bayadera de Medellín, fui testigo presencial del hurto a una sucursal bancaria. Diagonal al hecho pude observar que en la puerta del banco un policial estaba acostado boca arriba ahogándose con su sangre y decidí auxiliarlo pese a la cercanía del cruce de disparos entre los bandidos y miembros de la policía. Lo senté en el piso y en pocos segundos ya estaba ayudando a meterlo a la parte trasera de un carro. Cuando menos pensé estaba yo ahí, cargando al policial en dirección a la clínica Medellín ubicada en la avenida oriental con la playa, corto trayecto en el que pude sentir como se apagaba la vida de ese ser humano, como se desvanecía entre mis brazos, escuchar los últimos ronquidos de muerte y su último suspiro, fue devastador.
Un año después, en septiembre de 1994 a la salida de la misma universidad detonó una granada en el parqueadero al lado de la cafetería de la facultad de derecho, seguida de nutridos disparos contra los ocupantes de un vehículo Mazda Matsuri. Tres estudiantes nos acercamos al vehículo para ayudar a los “heridos” siendo repelidos con disparos de los atacantes desde una canalización adyacente, y como pudimos, trasladamos a los baleados en el mismo vehículo en dirección al hospital General. Como si fuera hoy, recuerdo partes de masa encefálica (como pedacitos de arroz) del congresista y profesor Arlén Uribe Márquez derramadas en mi antebrazo izquierdo y el baño de sangre que recibí al cargar durante todo el trayecto a quien fuera su conductor de nombre Gustavo Adolfo Ortiz.
El 19 de octubre del año 1993 secuestraron y desaparecieron a mi amigo de infancia Jorge Julio Ruiz, se lo llevaron los bandidos cerca del Parque Pinocho de Medellín. Todavía recuerdo los paseos familiares. Rosarito su madre todavía lo espera en casa. Jorge Julio era un ser químicamente bueno, un niño grande. Malditos sean aquellos que hicieron semejante daño.
La noche del 30 de abril de 2003 en el barrio Belén de Medellín le hurtaron un vehículo Swift 1600 gris a un Inspector de Policía y en ese mismo vehículo a las 12.15 de la madrugada del 1 de mayo llegaron cinco bandidos, acompañados de otros dos en una motocicleta con la intención de asesinarme en el barrio el Velódromo, en donde me tocó defenderme a sangre y fuego contestando la emboscada con la ayuda de Dios, las oraciones de mi mamá y un poco de idoneidad en el manejo de las armas. Mi vehículo no blindado recibió trece impactos de armas de fuego y ellos se llevaron tres heridos. ¡Les fue como a rata en misa! De ese episodio recuerdo de forma vívida y actual el pánico de la exnovia, la niebla y el olor que dejó la pólvora sobre la calle como resultado de las múltiples detonaciones de las armas de fuego.
Muy pocos conocen la sensación de recibir una llamada anunciando que en el antejardín de su casa fueron encontrados explosivos preparados para detonar, muy pocos han acompañado a una madre al anfiteatro para encontrar allí a su hijo, mi amigo de adolescencia Jorge Toro Toro de 14 años, asesinado por hurtarle, y no muchos han sobrevivido al dolor del secuestro dejando un amigo atrás a quien tristemente le fue arrebatada la vida en cautiverio ¡Yo sí!
El estrés postraumático y el delirio persecutorio que se padece como consecuencia inmediata al hecho, son daños difícilmente reparables. Solo Dios, el tiempo, la templanza, el amor de patria y la fuerza testicular ayudan a cicatrizar las heridas creando la coraza para continuar dando la batalla.
El Presidente Uribe, el Ministro Fernando Londoño y yo somos hermanos, al igual que muchos colombianos hijos de la misma madre: ¡La violencia!
Valga la aclaración que no es de mi interés victimizarme, pero me permití compartir con ustedes estimados lectores el relato de algunas experiencias muy personales que han marcado vida y alma, solo para justificar, tratar de explicar e interpretar con palabras, lo que significó para el país y para muchos colombianos la llegada a la Presidencia del doctor Álvaro Uribe Vélez.
Esta lógica no la conocen muchos jóvenes a quienes no les tocó vivir en carne propia y a flor de piel los golpes de la violencia, gracias al cambio radical de percepción y realidad que otorgó la seguridad democrática del gobierno Uribe. Paradójicamente hoy en día muchos de estos jóvenes beneficiarios directos de la seguridad de su gobierno, son sus mayores críticos y contradictores. Una cantidad de gomelos y filipichines apaciguadores, se rasgan las vestiduras con los atentados terroristas del Islamismo radical en Francia o Inglaterra y lloran a moco tendido la caída de un avión con víctimas extranjeras, pero permanecen indiferentes frente al homicidio de un soldado o de un policía colombiano a manos de las narco FARC/ELN. Para ellos sus héroes de carne y hueso son los narco terroristas indultados nacionales y extranjeros y los otrora sicarios, de moda en novelas y redes sociales.
Creímos firmemente en el discurso de autoridad y orden del candidato Uribe Vélez y fue con esa propuesta que el país lo llevó en el 2002 a la Casa de Nariño, reeligiéndolo en el 2006. Durante esos maravillosos ocho años, él Presidente Uribe sacó al país del ostracismo internacional, de la crisis, de la realidad de un Estado fallido y sin esperanza. Uribe nos mostró el camino para recuperar el rumbo de una partía soñada, no perfecta pero si perfectible construida con autoridad y orden sobre las bases de la democracia. ¡El presidente Álvaro Uribe Vélez llegó en el 2002 a romper con el paradigma del imperio de la criminalidad!
Desmovilizó con sus armas a casi 50.000 miembros de organizaciones armadas al margen de la ley (AUC/FARC/ELN/ERG) sin comprometer nuestra institucionalidad y bases democráticas, no hubo entrega territorial, ni elegibilidad, ni impunidad para los máximos responsables (Santos en su rimbombante acuerdo de impunidad y entrega territorial desmovilizará nos mas de 8.000 bandidos en armas de FARC). En mayo de 2008 extraditó a los jefes máximos de las Autodefensas. Uribe hizo que retornara la fuerza pública a los 158 municipios de Colombia que se encontraban sometidos al imperio de los bandidos. Por muchas críticas validas que tengamos contra el sistema de salud, como negocio en demerito de la calidad, no podemos desconocer que la cobertura en salud escalo de 23 a 43 millones de beneficiarios. El mayor crecimiento económico en la historia de Colombia se dio en el 2007 con un 7.62% (El PIB pasó del 2.5% en el 2002 al 7.62% en el 2007). Así mismo la tasa de inflación más baja cerró con un 2% para el año 2009 (El IPC en el año 2002 era de 7%, porcentaje que disminuyó al 2% en el 2009). La tasa de inversión extranjera se mantuvo por encima de 25% durante los 8 años del gobierno Uribe. Durante la gloriosa época 2002 al 2010 la cifra de homicidios se redujo a la mitad, de 28.837 muertos en el 2002 pasamos a la notable reducción de 15.817 en el 2010. Durante sus ocho años de gobierno se crearon 150 mil empresas nuevas, se duplico el turismo internacional creciendo el ingreso por turismo en un 115%. La DIAN multiplico por tres su recaudo pasando de 19 billones de pesos en el 2000 a 69 billones en el 2009. La capacitación en el Sena tenía una cobertura de 100 mil colombianos, hasta el gobierno Uribe en donde llegó a los 6 millones de colombianos (2009).
Uribe acabó con las “pescas milagrosas” de las organizaciones narco terroristas FARC/ELN (secuestros masivos en las carreteras de Colombia) rescatando a millones de colombianos, quienes padecíamos el secuestro colectivo dentro de las ciudades y propinó los golpes tácticos más nutridos y contundentes contra el terrorismo en su historia con masivas desmovilizaciones, bajas y capturas contra esas estructuras organizadas de poder criminal (FARC/ELN/AUC) debilitando al enemigo con operaciones emblemáticas como Camaleón, Jaque, Libertad Uno y Fénix, entre otras y las capturas en el exterior de terroristas del Secretariado de las FARC como Simón Trinidad en Ecuador, Rodrigo Granda en Venezuela y Miguel Ángel Beltrán, alias “Jaime Cien Fuegos” en México, miembro de la Comisión Internacional de las FARC.
Era inminente una guerra con Venezuela en desarrollo de la operación de guerra Guaicaipuro contra Colombia, como estrategia de Chávez para su plan de expansión en la construcción de una Latinoamérica Socialista (Socialismo del Siglo XXI) con el objetivo de levantar los ánimos nacionalistas, llamando a la unidad nacional como contradicción a su crisis interna. Esta guerra nos hubiera regresado en términos de desarrollo a la edad media y Uribe la evitó, siendo éste el mayor de sus logros con alcance estratégico.
Los colombianos tendríamos que ser muy malagradecidos para desconocer la tarea patriótica del mejor Presidente que ha tenido Colombia en su historia y sus logros en beneficio del Estado Colombiano, no obstante la gran estrategia de propaganda negra que ha desatado la izquierda amangualada con los medios de comunicación para borrar de la memoria colectiva el recuerdo de la carta de navegación que nos enseñó el Presidente Uribe para recuperar el rumbo. Lo que se constituye en el más deplorable de los “memoricidios”.
Sé queda corto este precario inventario de los mayúsculos logros acaecidos durante el gobierno 2002 – 2010 del Presidente Álvaro Uribe Vélez pero también en honor a la verdad y a la objetividad es pertinente para esta coyuntura histórica y el análisis, ilustrar sus desaciertos que hoy más que nunca comprometen nuestra integridad territorial y estabilidad democrática:
En el año 2007 el gobierno del Presidente Uribe emitió las Directivas Ministeriales 10 y 19 firmadas por el entonces Ministro de Defensa Juan Manuel Santos, directivas que ordenaban la entrega de procesos de la Justicia Penal Militar a la Justicia Ordinaria, con un resultado de más de 1.500 militares privados de la libertad durante su gobierno. Golpe a la yugular que acabó con la moral combativa de las tropas y que hoy continúa en el gobierno Santos con un proceso de desarticulación institucional del Ejército de Colombia consistente en el cambio de su doctrina, las primas de silencio a los Generales, la disminución del reclutamiento y el desmonte del servicio militar obligatorio y de las Brigadas Móviles, la derogatoria de las primas de orden público, las políticas novísimas de no llamar al ascenso, descabezando a los oficiales troperos y a quienes han fungido como comandantes de las Regionales de Inteligencia, aunado a una política de transformación del Ejército, en un Ejercito multimisión para participar en misiones internacionales y en tareas de consolidación territorial que no corresponden al mandato y misión constitucional de su creación, ni a las necesidades del Estado colombiano. Situación dantesca, aunada a la corrupción en la contratación directa dentro de las Fuerzas Militares, en donde sus Generales se dedicaron al “business”.
La institución castrense se defecó en el honor, como mayor valor y principio de la doctrina militar, colocándose al mismo nivel de sus “enemigos” y muchos posando en fotografías con los narco terroristas que hoy escalan hacia el poder parados en los despojos mortales de sus compañeros militares.
No es gratuito el maremágnum de militares colombianos especializados en combate que se están enlistando en empresas de mercenarios para ir a pelear conflictos foráneos.
En el año 2008 el Presidente Álvaro Uribe Vélez en una rueda de prensa destituyó a 27 militares exponiéndolos ante el país como violadores de DDHH sin derecho a un debido proceso, a la defensa y haciendo nugatoria su presunción de inocencia. Hecho mediático que menoscabó la moral del Ejército por la arbitrariedad de su máximo comandante constitucional. La expoliación al honor y la moral militar iniciada durante el gobierno Uribe finiquita durante el gobierno Santos con el chantaje a los militares de apoyar los acuerdos con FARC so pena de pudrirse en prisión.
Lo tengo que decir de forma contundente y sin ambages, el otrora glorioso Ejército de Colombia ya no existe, ya no hay quien nos defienda. ¡Adiós a nuestra precaria soberanía!
Durante el gobierno del Presidente Uribe el Alto Comisionado de la Paz fue citado a cuba por el ELN con el objetivo de auscultar posibilidades en torno a un acuerdo, reunión que no se dio ya que los delegados del ELN nunca comparecieron a la Isla, toda vez que se reunieron con Santos en Colombia a espaldas del doctor Luis Carlos Restrepo. El Alto Comisionado de Paz informó del grave hecho al Presidente de la República increpándolo a tener cuidado con el “caballero ingles que guarda la daga bajo la capa”. Luego entonces Uribe si sabía del talante trásfuga y traidor de Santos y aun así le otorgó el aval como candidato a la Presidencia de la República de Colombia.
De la misma manera el General Rito Alejo del Rio advirtió en la Casa de Nariño al Presidente Uribe sobre la existencia de un General de la Policía con el alias de “Sonia” que ostentaba la Dirección de la Policía de Cali y quien tenía vínculos con un cartel del narcotráfico al servicio de alias “jabón”. La respuesta del Presidente Uribe a los pocos días fue ascenderlo como comandante de la Dirección de Inteligencia de la Policía Nacional – DIPOL (Mayor órgano de poder de inteligencia en Colombia). El Noriega colombiano.
Muy prolijo el criadero de hienas, cuervos y caballos troyanos a manos del Presidente Uribe. Él se encarga de alimentarlos y empoderarlos.
El 20 de mayo de 1992 el entonces Senador Álvaro Uribe Vélez fue el promotor de un nuevo proyecto de indulto para los narco terroristas del M-19, en donde se promovió el perdón más amplio considerando crímenes de guerra y de lesa humanidad. No contento con semejante despropósito Uribe se ha convertido en el principal padrino de estos bandidos, quienes no han pagado un solo día de prisión, no han contado la verdad de sus crímenes, ni han reparado a sus víctimas. Allí en su bancada milita uno de sus miembros indultados, a quien no le veo ninguna diferencia con el narco terrorista Timochenko.
Durante los ocho años de Gobierno del Presidente Uribe llovió dinero de su gobierno para fortalecer las estructuras políticas paralelas del terrorismo FARC/ELN en formato de ONG (Uniones solidarias de base), para el proyecto globalizador del socialismo.
Sin hacer apologías a la criminalidad no podemos desconocer el grueso favor estratégico que Uribe le hizo a las narco FARC/ELN desarticulando las estructuras de las autodefensas ilegales. Obviamente se equivocó en el orden.
El día domingo dos de octubre del año 2016, seis millones cuatrocientos treinta y ocho mil, quinientos cincuenta y dos (6.438.552) ciudadanos colombianos votamos NO en el plebiscito, desaprobando las 297 páginas de los Acuerdos de la Habana por mayoría de votos. Superamos el umbral impuesto del 13%, venciendo contra todo pronóstico la campaña política asimétrica y ventajosa de las maquinarias políticas de la unidad nacional y de las FARC por el SI. Se impuso la voluntad del constituyente primario contra el terrorismo y el régimen autoritario de Santos. Lo que no esperábamos fue el autonombramiento de algunos como líderes del NO (Uribe, Ordóñez, Martha Lucia Ramírez, Pastrana), quienes entraron a negociar con Santos erosionando el mandato popular.
Estos autonombrados líderes del NO se convirtieron en los portavoces por pasiva del golpe de Estado que el jugador de póker propinó al constituyente primario quebrando el orden jurídico. Debieron fue solicitar la renuncia del opresor ¡Apelación a los infiernos!
La más reciente de sus perlas radica en negar la revocatoria de los Acuerdos de la Habana defendiendo modificaciones a los mismos, relativizando el resultado del plebiscito del 2 de octubre del 2016 y legitimando el conejo al NO. La retórica de Uribe en torno a los Acuerdos de la Habana ratifica y coadyuva la humillación impuesta por el desgobierno Santos a la dignidad del pueblo colombiano. Cuando el pueblo votó NO en el plebiscito dejó sin efecto las 297 páginas de los acuerdos de la Habana. ¡No existen!
El Presidente Álvaro Uribe Vélez se ha convertido en el mayor legitimador del desgobierno y de sus acuerdos, sirviendo de apagafuegos en favor de Santos con su posición floja y conciliadora, diametralmente opuesta al mandato del constituyente primario.
Cuando se propone modificar algo se parte de la premisa validadora de su existencia y de reconocer puntos “buenos o digeribles” que no son materia de modificación.
En las 297 páginas de los acuerdos improbados en el plurimencionado plebiscito solo se lee la violación a la dignidad humana, la entrega institucional y la debacle democrática de nuestra patria, la concesión territorial al terrorismo, representada en zonas de reserva campesina y zonas veredales de concentración (republiquetas), impunidad con “justicia transaccional” sin garantías de no repetición para crímenes de narcotráfico, guerra, genocidio y lesa humanidad entre otros delitos atroces, deconstrucción histórica, elegibilidad política de terroristas y persecución judicial, política y económica para los enemigos históricos del terrorismo, legalización de cultivos ilícitos, desmovilización incompleta y un desarme relativo que dejara muchas dudas, así como la operación de lavado de activos más grande de nuestra historia; entre otras cosas.
¿No entiendo la verdad, de este nutrido inventario de favores a las FARC y a su Partido Comunista en lo que constituye un contrato leonino contra el Estado colombiano, cuales puntos le sirven al Presidente Uribe y a su partido?
Ahora estamos invitados a participar de una marcha a todas luces anacrónica y extemporánea que debió hacerse en el mes de noviembre del año pasado, cuando la dictadura nos impuso los acuerdos con las FARC. Para esa época recuerdo bien, una de las asesoras del comité de aplausos del Presidente Uribe lo convenció de no convocar a la marcha por considerarla impertinente. (No obstante esta consideración saldremos a la calle el próximo 1 de abril de 2017 exigiendo la renuncia a Santos y el respeto al resultado del plebiscito del 02/10 ¡No es No!)
Causa hilaridad cuando frente a los aciertos y triunfos del Presidente Uribe muchos lo califican de ser el más sagaz, agudo, astuto y perspicaz, pero paradójicamente frente a sus desaciertos politiqueros lo califican de ingenuo y de ser asaltado en su buena fe. ¡Cómo no monito!
No es fácil para nosotros los simples mortales entender la lógica de las decisiones que toman estadistas del calibre y peso del Presidente Álvaro Uribe Vélez, lo que si entendemos bien son sus errores y las consecuencias que tienen para el interés general y el futuro de los colombianos. ¿El Presidente Uribe creerá que las FARC/ELN y su Partido Comunista le tendrán alguna consideración por su posición de perdón en favor del M-19, por los recursos y protección de su gobierno a las ONG y líderes de izquierda y su relativización del resultado del plebiscito en favor de las FARC?
Uribe como figura de cohesión nacionalista en torno al orden, la justicia y la autoridad se está desvaneciendo y languideciendo, mientras el enemigo lo cocina a fuego lento, construyéndole piedra a piedra el mismo destino que le edificó la izquierda a Fujimori en Perú.
Muchos seguimos esperanzados en que Uribe continúe siendo el faro que alumbró la esperanza de los colombianos y el ariete que agrietó el paradigma del terror, retomando su posición radical contra el terrorismo en favor de nuestra democracia. Obedeciendo al imperio de la ley claro está, es la hora de que Uribe ordene paralizar el país como medida para neutralizar al régimen totalitario de Juan Manuel Santos y trabajar para el designio de un candidato único que represente a todas las fuerzas del NO en la próxima campaña a la presidencia.
Las peregrinas marchas inocuas no harán mella alguna al régimen totalitario, ni roles ornamentales coadyuvarán a sacar al país del camino hacia el socialismo populista.
¡Si hay causa perdida Presidente Uribe! cuando permitimos que la historia la escriban los vencedores, evocando a Orwell. Sus alfiles seguimos esperando su reacción “temprana” con sed de justicia y hambre de democracia.
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