UN EJÉRCITO, DOS REALIDADES

Cuando hay una operación con heridos o muertos se les abre de inmediato una investigación penal por parte de fiscales y jueces de la jurisdicción ordinaria que no tienen ningún conocimiento de la teoría y la práctica militar

Un ejército, dos realidades

 

Rafael Nieto Loaiza

Por Rafael Nieto Loaiza

La muerte de Cano invita a un par de reflexiones. La primera, que la Fuerza Pública sigue siendo altamente eficaz en las operaciones contra los blancos de alto valor estratégico (BAVES). Los BAVES son criminales reconocidos que hacen parte de las cúpulas de la guerrilla, las BACRIM y el narcotráfico. Para neutralizarlos hay una estructura institucional especial que recoge toda la información disponible, analiza la inteligencia y planifica y coordina las operaciones. Para desarrollarlas se cuenta con todos los recursos de inteligencia, apoyo aéreo y helicotransportado y la ejecución por parte de las fuerzas especiales. Las operaciones contra los BAVES tienen prioridad absoluta y los recursos humanos y materiales adicionales que se necesiten se ponen a disposición del cumplimiento del objetivo, sin importar su destinación previa.

Esa estructura institucional ha sido la responsable de las operaciones contra Reyes, Jojoy y Cano, entre otros jefes terroristas, y será quien se encargue de Timochenko, aunque en este caso el éxito dependa de Venezuela.

Los prontuarios de los BAVES son larguísimos y la mayoría han sido condenados judicialmente. La fama de los criminales y las decisiones judiciales previas blindan jurídicamente a quienes ordenan, coordinan y ejecutan las operaciones de neutralización. Los BAVES nunca podrán ser presentados por las oeneges o funcionarios judiciales enemigos de la Fuerza Pública como “falsos positivos”. Además, los militares y policías que participan en estas operaciones reciben reconocimientos y condecoraciones. La moral de estas unidades de élite es formidable. Son, sin discusión, tan buenas o mejores que las de los grandes ejércitos y policías del mundo.

Los militares privados de la libertad, la mayoría de las veces de manera injusta, están en el abandono (Foto Adriana Ochoa)

La segunda, que la situación de las demás unidades de las Fuerzas Militares es otra muy distinta. Los oficiales, suboficiales y soldados e infantes de marina que tienen la tarea “ordinaria” y “cotidiana” de preservar la defensa y la seguridad nacionales y combatir a los delincuentes que no tienen la categoría de BAVES, es decir la inmensa mayoría, no cuentan ni con los medios de inteligencia, ni con los equipos y materiales sofisticados y de última generación de las fuerzas especiales, ni con su preparación excepcional. Sus acciones en combate se miran bajo las normas de los derechos de los derechos humanos y no con las del derecho internacional humanitario. Es irónico que el reconocimiento del “conflicto armado” sirva para indemnizar a las víctimas, ciertas o no, pero no para que sean las normas internacionales que regulan ese conflicto las que se usen para evaluar el comportamiento de la Fuerza Pública.

Cuando hay una operación con heridos o muertos se les abre de inmediato una investigación penal por parte de fiscales y jueces de la jurisdicción ordinaria que no tienen ningún conocimiento de la teoría y la práctica militar ni idea alguna de cómo debe decidirse, coordinarse y ejecutarse un combate y que con no poca frecuencia son soterrados enemigos de la Fuerza Pública. A veces los muertos en combate se convierten en “falsos positivos” (y no digo aquí que nos los haya habido). A veces hay falsos testigos, como en Mapiripán y el Palacio de Justicia. Como resultado, la moral de estas unidades es muy baja y su efectividad operacional ha mermado sustantivamente.

Que el éxito de la operación contra Cano, que merece todos los aplausos, no nos impida ver la otra realidad.

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