¿TAL VEZ COLOMBIA YA SE ACABÓ? CARTA A MIGUEL POSADA (Q.E.P.D)
En el Cantón Norte, rodeada de cientos de personas que vinieron a rendirte honores, recibí la bandera de la patria en la hermosa ceremonia de honores fúnebres. Al Sgto. Quintero y a su familia, les robaron ese honor, ese derecho. Y recuerdo otra vez tus palabras, proféticas: “Si no les devuelven la dignidad a los militares desde el cabo raso hasta el General, se acaba el Ejército y se acaba Colombia.” Y pienso que tal vez Colombia ya se acabó
¿Tal vez Colombia ya se acabó? Carta a Miguel Posada (q.e.p.d)
En el Cantón Norte, rodeada de cientos de personas que vinieron a rendirte honores, recibí la bandera de la patria en la hermosa ceremonia de honores fúnebres. Al Sgto. Quintero y a su familia, les robaron ese honor, ese derecho. Y recuerdo otra vez tus palabras, proféticas: “Si no les devuelven la dignidad a los militares desde el cabo raso hasta el General, se acaba el Ejército y se acaba Colombia.” Y pienso que tal vez Colombia ya se acabó
Por Lía Fowler
3 de febrero 2017
Querido papá,
Dos años de tu partida.
Tengo presente cada momento de esos últimos días contigo. Recuerdo cuando, aún debilitado por una malignidad implacable, me miraste y me dijiste con urgencia: “Si en Colombia no les devuelven la dignidad a los militares, desde el cabo raso hasta el General, se acaba el Ejército y se acaba Colombia.” Tus últimos pensamientos — acertados como siempre – fueron por tu patria. Y entendí que me estabas diciendo ¡Haz algo!
Te escuché, papá. Me heredaron tus viejos compañeros de batalla y con ellos y con unos colegas nuevos, hemos persistido en la lucha y hemos celebrado algunas victorias.
La primera de éstas fue el caso de Ricardo Puentes. En enero del 2014 escribiste: “A Puentes, el ICBF amenaza quitarle sus hijos. ¿Habrá algo más canalla? Si eso no lo calla, lo matarán.”
Hoy, Ricardo y sus hijos están aquí en Estados Unidos y gozan de un nivel de tranquilidad que nunca tuvieron en Colombia. Su portal, Periodismo Sin Fronteras, sigue abierto, publicando las verdades incómodas que tantos quieren callar. Sin financiación de nadie, sin el apoyo de ningún partido, ningún político, ningún sector, lo mantendremos abierto como podamos, para alertar, denunciar, informar, y ojalá inspirar.
Sentada a tu lado en tus últimos días, me acompañaban desde la distancia otros dos patriotas: Eduardo Mackenzie y Carlos Sierra, con incontables mensajes de apoyo y solidaridad. Y fue con Ricardo, Eduardo y Carlos que celebramos otra gran victoria: la liberación del Coronel Plazas Vega – a quien nunca olvidaste en tus columnas y tus programas de radio.
Celebré también con el Coronel (R) Homero Rodríguez. Recordarás que lo conocí en la academia del FBI en Quantico, cuando yo apenas comenzaba esa carrera. Qué buena fortuna fue el haber coincidido allá con un amigo tuyo: el único militar colombiano graduado de la Academia Nacional del FBI, invitado en reconocimiento por lograr la liberación de los misioneros de las Nuevas Tribus secuestrados por las FARC. Hoy vive en el exilio, claro. Como dice él: “la gente buena acaba muerta, en las cárceles, o en el exilio. Y los malos en el poder.”
Y así es. Andrés Felipe Arias, a quien identificaste inmediatamente como perseguido político, libra una batalla contra la dictadura de Santos y el Departamento de Estado de Kerry (que al fin ha llegado a su fin, pero cuyos funcionarios siguen ahí). La decisión de la Corte en Estados Unidos sobre la extradición y el asilo de Arias afectará a todos quienes buscarán refugio en Estados Unidos – que serán muchos, como bien lo predijiste. Pero está bien representado por un equipo incomparable, y espero que pronto disfrute de plena libertad.
Con estos y otros patriotas, papá, hemos seguido denunciando, en Colombia y en el exterior, el engaño de la paz, y la complicidad de aquellos enemigos de siempre: los think tanks y ONG de izquierda, que siempre combatiste. Hoy empiezan a salir al descubierto. Y pese a la plata, la influencia, y el poder que tienen, los colombianos comienzan a saber quién es quién. Espero que no sea demasiado tarde.
Porque lo que me duele hoy decirte, papá, es que estamos perdiendo la guerra. Durante décadas alertaste sobre el enemigo, que combinaba todas las formas de lucha para imponer la dictadura castrista en Colombia. Cuando no estaba “de moda”, cuando a pocos les importaba, tú con un puñado de patriotas, dedicaste todo tu tiempo libre a esa tarea. Tanto en Colombia como en Estados Unidos y Europa apoyaste siempre a tus amadas Fuerzas Militares – la única entidad estatal que se ganó siempre el amor de los colombianos, porque las Fuerzas Militares venían del pueblo, servían al pueblo, y eran el pueblo. Entendiste perfectamente que con una clase dirigente desconectada, oportunista y corrupta, sólo las Fuerzas Militares garantizarían la perduración de la democracia y la estabilidad.
Pero hoy, papá, tras constantes cambios a la cúpula de las FFAA, dando de baja a todos quienes estorbarían sus planes, la alianza FARC-Santos al fin dio con los traidores que permitirían la rendición de la nación al narco-terrorismo. De dignidad los altos mandos de hoy no saben nada, y a los soldados se la han robado por completo.
Bien dijiste en junio del 2014 sobre la entrega de la democracia en La Habana: “La sangre de nuestros héroes no puede haber sido derramada para ser jugada en póker.” Previste que la gran batalla seria el plebiscito para aprobar el acuerdo. “La propaganda romperá ‘records,’” escribiste. “¡Demos la batalla!”
Así fue. Y contra toda la maquinaria estatal y la plata de aquellos extranjeros y ONG que siempre han apoyado a los terroristas, dimos la batalla ¡Y ganamos, papá! Pero no valió de nada. Aquellos que representaban a quienes votaron en contra de la entrega del país no defendieron ese resultado, y los pactos de La Habana se impusieron a las malas.
Hoy con los hijos de los grandes patriotas – tu gran amigo Lucho, hijo del General Gabriel Puyana (q.e.p.d.) y Harold, hijo del General Harold Bedoya quien fue de los pocos que defendieron a Colombia frente al gobierno de Estados Unidos – vemos con horror que los cabecillas de las FARC se pasean por el país, por Bogotá, y por el Congreso: Los nuevos dueños de Colombia.
Preguntaste en el 2014: “¿Serán cuatro años de Farsantos o serán cuarenta?” Esa sigue siendo hoy la pregunta. Por ahora, quienes se han candidatizado a la presidencia hablan de cómo implementar los acuerdos y no de tumbarlos – y esos son los del partido de Álvaro Uribe, supuestamente la “oposición.” Y se habla de un gobierno de transición, y no aparece nadie que realmente identifique y se enfrente a la amenaza a la democracia.
Recuerdo que cuando falleciste, el Presidente Uribe trinó: “Partió Miguel Posada Samper, compañero
de todas las horas, era de acero.”
Necesitamos más que nunca alguien así, papá. Alguien de acero: que conozca esta guerra, que conozca al enemigo, que sepa cómo enfrentarlo y que nos devuelva la democracia. O Colombia se acaba.
Hace unas semanas enterraron a un héroe de la patria, el Sgto Primero Jorge Alberto Quintero, fundador de la escuela de las fuerzas especiales, paracaidista, y experto en contraguerrilla . El ejército le negó la escolta fúnebre. Y recordé el 13 de febrero del 2015, día de tus exequias. En el Cantón Norte, acompañada por tu lanza, Ernesto Villamizar, y rodeada de cientos de personas que vinieron a rendirte honores, recibí la bandera de la patria en la hermosa ceremonia de honores fúnebres. Al Sgto. Quintero y a su familia, les robaron ese honor, ese derecho. Y recuerdo otra vez tus palabras, proféticas: “Si no le devuelven la dignidad a los militares… se acaba el Ejército y se acaba Colombia” Y pienso que tal vez Colombia ya se acabó.
Pero como dice otro amigo tuyo, Jaime Restrepo “El Patriota”, por quien tuviste siempre tanto cariño: la pelea es peleando. Y no nos rendimos, y aquí seguiremos, como guerreros de la pluma, luchando por la democracia y la libertad.
Te extraño, papá. Pero me imagino que me acompañas, que me alientas, y que me dices como en otras épocas: ¡Firmes Cachiri!
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