EL PRIMER ACTO DE RESPETO EN EL CENTRO DEMOCRÁTICO DEBE SER HACIA LA VERDAD

Colocar a un paladín de los quilates de Fernando Londoño, en el mismo ring de peleas de perros donde su calumniador se mueve cómodamente, es un desatino, una barbaridad, una afrenta contra la dignidad de quien literalmente ha ofrendado su vida al servicio de la patria

El primer acto de respeto en el Centro Democrático debe ser hacia la verdad

Colocar a un paladín de los quilates de Fernando Londoño, en el mismo ring de peleas de perros donde su calumniador se mueve cómodamente, es un desatino, una barbaridad, una afrenta contra la dignidad de quien literalmente ha ofrendado su vida al servicio de la patria

Ricardo Puentes Melo

Por Ricardo Puentes Melo
Marzo 2 de 2017

No sé si será cierto que Voltaire lo dijo, pero asumamos que sí: “A los vivos se les debe respeto, a los muertos nada más que la verdad.” Ambigua frase que puede significar tanto una cosa como la otra. Pero lo cierto es que el respeto y la verdad van unidos. Quien dice la verdad, generalmente la presenta con respeto ante quien merezca ese respeto. Pero también, evidentemente, la persona desenmascarada por la verdad acudirá a la palabra “respeto” para evitar ser expuesta ante la verdad dicha.

Por otro lado, el falso testimonio es algo que desde tiempos bíblicos, desde antes de las Tablas del Sinaí, era castigado duramente, incluso con la vida misma del difamador.

Ante una descomunal acusación de Ernesto Yamhure, en contra del ex ministro Fernando Londoño Hoyos, a quien llamó de “extrema derecha”, es decir, perteneciente a una organización de criminales, y de estar a la cabeza de una campaña “antidemocrática” de “ataques” a Uribe, Eduardo Mackenzie escribió una columna de apoyo a Londoño, solicitando una posición del presidente Álvaro Uribe, cabeza del Centro Democrático.

Inaudito que un mártir como Fernando Londoño, que ha expuesto su vida por defender a Uribe, haya sido rebajado a las alcantarillas de Yamhure

Por su parte, Fernando Londoño agradeció la nota de Mackenzie y manifestó sentirse hondamente insultado por Yamhure, ante cuyos ataques siempre había prestado oídos sordos hasta que Uribe decidió aplaudir una columna del difamador. Fue acá cuando Londoño solicitó también públicamente una respuesta del ex presidente Uribe. No era para menos, ya que las mismas calumnias que usó Yamhure en su contra, fueron la patente de corso de las FARC para tratar de volarlo en mil pedazos con una bomba de la que salió ileso, mas no así sus dos guardaespaldas. (1)

Como no quiero caer en las mismas bajezas que acostumbra el escribidor de Duque y Castaño, solo diré que Ernesto Yamhure es un personaje temido por casi todos. Pocos se han atrevido a confrontarlo debido a la virulencia de sus ataques, las más de las veces cargados de señalamientos personales, de acusaciones tan veladas como venenosas. Como bien lo manifestó Mackenzie, Yamhure carece de escrúpulos y medida cuando se ensaña con alguien, sin importarle si su víctima es culpable o inocente. Para él solo importa ganar, aplastar a quien él considera su enemigo. Es un demonio que de día se disfraza de creyente cristiano y en la oscuridad de su habitación se transforma en un Raum destructor de reputaciones o en un Asmodeo o un Leviatán cibernético que causa espanto entre aquellas que reciben sus mensajes por la red.

Fernando Londoño Hoyos.

La esperada respuesta del presidente Uribe nos dejó lívidos del desconcierto. Zanjó las discusiones con una frase, pero colocó al mismo nivel a Fernando Londoño y su calumniador, como si ese asunto fuera una pelea de gamberros. A la ofensa de Duque contra el General Harold Bedoya la catalogó como algo de “su primera juventud”, aplaudió que Duque llamara al General, y ya. Y a los periodistas críticos de Iván Duque nos rebajó al nivel de calumniadores. El único que quedó bien librado fue Iván Duque, exento de contestar las necesarias preguntas que le hemos planteado y cuyas respuestas no han sido más que -ahí sí- insultos, amenazas y bajezas de todo tipo.

Llegó el presidente Uribe a insinuar que los periodistas que hemos alertado sobre las inclinaciones de Iván Duque solo buscamos “desacreditar” sin pruebas. Y obviamente se refirió a Eduardo Mackenzie y a Fernando Londoño cuando dijo, en esta frase completa donde nos arropó a todos:

“No debemos caer en epítetos destructores. Antes, para descalificar al contrincante político (….) se le refería como comunista, hoy prefieren acusar a alguien de paramilitar para desacreditarlo.” (2)

Yamhure, ¿celebrando el espaldarazo del presidente Uribe? (Foto tomada de Internet)

Fernando Londoño, en su Editorial de anteayer dejó muy claro que no recibiría disculpas de Yamhure, ni las aceptaba ni las necesitaba. Eduardo Mackenzie, muy afectado por la comunicación del presidente Uribe, escribió una columna mostrando su dolor. (3)

Yo, sin que haya mermado mi profundo agradecimiento, admiración, y respeto por el presidente Álvaro Uribe, no tengo más salida que colocar las cosas en su sitio puntualizando con sumisión las siguientes verdades:

1.Ni Fernando Londoño ni Eduardo Mackenzie llamaron “paramilitar” a Ernesto Yamhure. Ambos periodistas señalaron que Yamhure se reunía con Carlos Castaño y otros cabecillas paramilitares. Cosa que es cierta.

Si bien el presidente Uribe aseguró que su gobierno autorizó esas reuniones, a las que acudía con Luis Carlos Restrepo, puedo decirle -como periodista- que una cosa es viajar en comisión de gobierno, o para terminar una tesis, o para investigar datos para un libro, y otra muy diferente es que se permita que un bandido le escriba a uno sus columnas de opinión, ni siquiera un párrafo de éstas. Tampoco es aceptable moralmente que uno tenga relación de amistad profunda con malhechores y, simultáneamente, funja como analista cuando no se es más que un propagandista de un sector criminal. He entrevistado a muchísima gente, incluidos algunos de baja calaña, y ninguno de estos últimos me llama “amigo” ni me dicta mis artículos. Carlos Castaño hacía eso con Yamhure, según se denunció en su momento, y le decía también que no atacara a Semana ni a León Valencia, con quien -oh, casualidad- Iván Duque se envía tarjeticas de saludos navideños.

Tampoco mi oficio como periodista, ni aunque estuviese autorizado por el gobierno -que nunca necesité ni usé permiso alguno, me llevó a meterme a saunas con mafiosos a fumar pipa mientras escuchaba cómo planeaban ellos sus crímenes.

¿Que si Yamhure cometió delito alguno en asocio con los paras? No lo sé. La Fiscalía le archivó el proceso. Ser amigo de delincuentes, y permitir que estos le dicten a uno las columnas de opinión, aunque es inmoral, no es delito en Colombia.

El espaldarazo del presidente Uribe a Yamhure y Duque es, sin duda, otra victoria de José Obdulio Gaviria

2. Ernesto Yamhure sí calumnió a Fernando Londoño, a quien acusó de ser de “extrema derecha”, una organización criminal que usa hasta el asesinato para lograr sus fines. Reforzó tamaño señalamiento endilgándole al ex ministro el ser antidemocrático y liderar una campaña de ataques contra Álvaro Uribe.

Las FARC han señalado a Fernando Londoño de lo mismo que lo señala Yamhure. Y por eso le colocaron una bomba. Los enemigos de Londoño lloraron de rabia cuando el ex ministro y periodista salió milagrosamente ileso del atentado terrorista.

3. Colocar a un paladín de los quilates de Fernando Londoño, en el mismo ring de peleas de perros donde su calumniador se mueve cómodamente, es un desatino, una barbaridad, una afrenta contra la dignidad de quien literalmente ha ofrendado su vida al servicio de la patria. Jamás Fernando Londoño hubiera permitido que bandidos le dictasen sus editoriales, ni mucho menos se hubiera encerrado con ellos en saunas, acompañados de guarichas, whisky y pipas para escucharlos planear asesinatos.

4. Si al presidente Uribe le parece que llamar fachista a un militar tan pulcro y decente como el General Harold Bedoya, desde las páginas del más importante diario de Colombia, se arregla con una llamada telefónica, está en su derecho. No creo lo mismo. Como tampoco creo que Duque haya ultrajado a Bedoya debido a “su primera juventud”.

Si fuera cierta esta tesis, Duque -ya en la edad madura- habría recapacitado y habría resarcido la afrenta hace ya mucho tiempo, cuando se ‘convirtió’ en uribista (de la mano de su mentor, amigo y jefe Juan Manuel Santos), sin tener que esperar a que Uribe le halara las orejas para obligarlo a disculparse con el condecorado militar.

Duque llama “fachista” a militares de la talla y la pulcritud del General Bedoya

Habría publicado desde cualquiera de las tribunas que tiene, que son bastantes, columnas a favor de los militares, o de excusas para Bedoya. Pero no, la constante en todos los escritos de Iván Duque, desde su “primera juventud” hasta ahora, ha sido un rosario de alabanzas al comunista multimillonario George Soros, al igual que de apoyo a las políticas soristas sobre la agenda de Drogas, sigue llenando de loas a la Tercera Vía, la ideología de la cual su amigo Juan Manuel Santos es un apóstol en Latinoamérica. Ha seguido Duque apoyando el asesinato de seres no-nacidos, la adopción gay, aplaude las políticas económicas de la izquierda en Latinoamérica, alaba el “nuevo espíritu” de las FARC cuando sus delegados entraron por la puerta trasera del Congreso. Continúa Duque aplaudiendo las políticas venezolanas de adoctrinamiento bajo el disfraz de lo que él llama “economía naranja”. Ha llamado “mentiroso, vacío y mediocre” a Donald Trump, al mismo tiempo que enaltece la agenda izquierdista de Obama, Lula da Silva, Bachelet y Dilma.

No. Nadie ha dicho que Iván Duque sea un comunista. Ni Eduardo Mackenzie ni ninguno de los que hemos publicado denunciando y alertando sobre las inclinaciones ideológicas del senador Iván Duque, hemos usado “epítetos” para “descalificar un contrincante político”. Duque no es nuestro contrincante político. Es un precandidato por el Centro Democrático que tiene profundos y antiguos nexos con Juan Manuel Santos y con toda su ideología de izquierda. Que se le llame “comunismo”, “Tercera Vía”, “Centro izquierda” o “felicidad naranja”, es lo de menos. Es el mismo golem bajo diferentes versiones. Duque es de izquierda, tan de izquierda como su antiguo amigo Juan Manuel Santos y tan de izquierda como sus principales padrinos en el Centro Democrático: José Obdulio Gaviria, Everth Bustamante, Carlos Valverde y Alfredo Rangel.

La primera columna que publiqué alertando sobre Duque, fue denunciando los encuentros a oscuras entre Duque y dos congresistas más, con Fernando

La bajeza de Ernesto Yamhure no tiene nombre

Carrillo “el camarero de Pablo Escobar”, para transar el apoyo del Centro Democrático en favor de la candidatura de Carrillo al Ministerio Público. Días antes de esa publicación le envié unas respetuosas preguntas el senador Duque. Él guardó silencio, así que yo publiqué. Y luego vino la andanada de insultos, tanto de Duque como de sus seguidores -algunos de ellos a sueldo, entre los cuales estaba Ernesto Yamhure.

Vinieron algunas columnas de Lía Fowler y Eduardo Mackenzie que desencadenaron, desde el mismo seno del Centro Democrático, epítetos como: “xenófobo, estiércol, mandaderos del odio, basura, excrementos, fanáticos, marrulleros, conspiradores, rastreros, esquizofrénicos, mediocres, putrefactos morales, pestilentes, sucios sicarios morales”, y varios más. La mayoría de estos insultos fueron escupidos, en una sola columna y un trino, por Iván Duque en persona. Y no fueron cosa de su primera juventud.

Al ataque de Duque y un par de propagandistas suyos, se sumó la descomunal gran media santista. Desde terroristas indultados como León Valencia y Everth Bustamante, hasta vedettes de la información como Julio Sánchez Cristo, Semana, El Espectador y otros, lanzaron toda su artillería contra nosotros tres quemándonos en la hoguera del desprestigio por el pecado de haber tenido la osadía de hacerle unas preguntas y cuestionamientos al ahijado de la Tercera Vía: Iván Duque.

Hasta amigos nuestros nos dieron la espalda para acompañar a Duque y sus huestes de mercenarios. Todo lo soportamos con estoicismo.

5. El presidente Uribe hace un enérgico llamado contra el irrespeto en el Centro Democrático. ¡Pero si no es irrespeto decir la verdad! Irrespeto es engañar, calumniar, difamar, evadir la verdad. Irrespeto es desconocer la verdad como un bien imprescindible por encima de las conveniencias de politiqueros y sus acuerdos sucios con los allegados de Pablo Escobar. Irrespeto es sacrificar el ser periodista para mutar a propagandista de la mentira a cambio de patrocinios, acuerdos y promesas. Irrespeto es despreciar la verdad ya que ésta es de la misma esencia de la libertad.

Para nadie es un secreto que soy un profundo admirador y defensor de Uribe, y aunque he sido guerrero en sus luchas, no he dejado de criticar lo que me han parecido desaciertos, como la bendición a Juan Manuel Santos y el nombramiento de Chávez y Piedad Córdoba como mediadores del intercambio humanitario. Sé que él no es infalible, y que eso no le quitará nunca su lugar como el mejor presidente en toda la historia de Colombia hasta el presente.

Pero estoy pulverizado con el giro inexplicable y radical que el presidente Álvaro Uribe ha dado en su último escrito, defendiendo a Yamhure y Duque, minimizando las bajezas de estos contra Londoño y Bedoya y ordenándoles suministrar placebo con una llamada telefónica, al mismo tiempo que ha rebajado al ministro Londoño a las alcantarillas de su difamador y ha dibujado al respetado Eduardo Mackenzie como un simple pelafustán desacreditador de oficio enlazado en una vendetta irracional contra el “intelectual” Duque.

El espaldarazo del presidente Álvaro Uribe a Yamhure y Duque es otra victoria de José Obdulio Gaviria, el titiritero de aquellos, hay que reconocerlo. Como hay que reconocerle sus otras victorias entre las que se cuentan el apoyo a Juan Manuel Santos, el apoyo del CD a Fernando Carrillo y el empoderamiento de la izquierda dentro del partido.

Mi abuelo, asesinado por hampones cuya banda fue comandada por ese asesino indultado llamado Everth Bustamante, hoy senador del Centro Democrático, me enseñó, cuando dirigí mi primer periódico escolar inaugurándolo con un editorial contra los discursos izquierdistas de Belisario Betancur, que la pluma y la espada son armas que deben ser usadas en favor de la verdad.

“Las viejas espadas castellanas -me dijo mi abuelo- siempre eran forjadas con una inscripción: ‘No me saques sin razón ni me envaines sin honor’”

Y acá seguiremos el mandamiento. Claro que sí.

@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com

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(1) https://youtu.be/1Jq99jKt5FM
(2) EL RESPETO NECESARIO EN EL CENTRO DEMOCRÁTICO https://www.periodismosinfronteras.org/el-respeto-necesario-en-el-centro-democratico.html
(3) MI RESPUESTA AL PRESIDENTE ÁLVARO URIBE https://www.periodismosinfronteras.org/mi-respuesta-al-presidente-alvaro-uribe.html

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