ES EL NARCOTRÁFICO, !ESTÚPIDO!
La banda criminal, que mata, asesina, extorsiona y secuestra impunemente sin que hasta el momento el presidente Santos haya sido capaz de señalarlos con claridad como responsables de numerosas violaciones de los derechos humanos, es, además, el principal cartel de la droga de América Latina
Es el narcotráfico, ¡estúpido!
EL VERDADERO PROBLEMA EN EL PROCESO DE PAZ COLOMBIANO
Por Ricardo Angoso
Noviembre 30 de 2012
Las negociaciones entre el gobierno colombiano, liderado por el presidente Juan Manuel Santos, y la organización terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), van por buen camino, se sostiene desde Bogotá. Desde luego para la guerrilla más antigua de América Latina, que no oculta su ideología comunista y “combina todas las formas de lucha” para llegar al poder, el actual escenario era inimaginable hace apenas dos años y medio, cuando gobernaba con mano dura y buen tino el presidente Álvaro Uribe.
La exposición mediática de los líderes de las FARC les ha dado una victoria añadida a su sola presencia ya en la mesa de negociaciones. Mejor no les podía haber ido a los jefes terroristas, mientras que los aburridos negociadores del ejecutivo colombiano -¿no había algo mejor?-tan sólo provocan el bostezo generalizado y el hastío, lo que suele ocurrir cuando alguien que no tiene credibilidad y se sienta al lado de unos vulgares criminales. Los terroristas de las FARC muestran una retórica convincente y moderna, mientras que el equipo del presidente Santos da lástima, casi llegando a la pena. ¡Qué pobreza de recursos, Dios mío!
Pero el problema radica en que no se están tratando las cuestiones fundamentales para los colombianos, es decir, el verdadero problema que atañe a este país: el narcotráfico. La banda criminal, que mata, asesina, extorsiona y secuestra impunemente sin que hasta el momento el presidente Santos haya sido capaz de señalarlos con claridad como responsables de numerosas violaciones de los derechos humanos, es, además, el principal cartel de la droga de América Latina. Y esta es una cuestión crucial, no secundaria, en este supuesto proceso de paz. Peor aún: la pretensión del presidente Santos de convertir en colaboradores activos a los antiguos terroristas en la lucha contra el narcotráfico es un sarcasmo más a unir a la larga lista de los proferidos por el máximo líder para herir -aún más-el alma herida de un pueblo que ha sufrido demasiado en estos años para creer en líderes desvergonzados.
Según numerosas fuentes, entre las que se encuentran el director de Acción Andina, Ricardo Vargas, “las FARC siguen siendo importantes en el comercio de pasta básica de coca, y siguen usándolo como eje de la economía de guerra; además controlan los corredores del Putumayo, Nariño y Cauca, para hacer sacar la droga a Ecuador, y de parte del Catatumbo en su ruta a Venezuela”. También, en plenas negociaciones, el periódico El país de Cali señalaba atinadamente que “la participación del grupo guerrillero en la producción y tráfico de drogas está ampliamente documentada en los propios computadores de ‘John 40’ y de abatidos jefes de las Farc como ‘Raúl Reyes’ y ‘Alfonso Cano’”.
Las acusaciones contra las FARC, en el sentido de ser el principal cartel de la droga no ya de Colombia, sino de toda América Latina, vienen de lejos y ya la DEA, principal agencia de los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico en el continente, señaló recientemente que las Farc obtienen entre 1000 y 1500 millones de dólares anuales por el narcotráfico. Las mismas fuentes señalan que esta actividad ilegal representó en los últimos 15 años entre el 50 y el 70 por ciento de sus ingresos totales.
Problemas menores. Aunque no lo parezca, el asunto de los secuestrados en manos de las FARC, que algunos sitúan en varios centenares, puede ser hasta una cuestión menor al lado de este asunto. Por ahora, haciendo gala de un cinismo que sobrecoge, los líderes guerrilleros ya han anunciado que no hay más secuestrados en sus manos, dando a entender que unos ocho centenares de secuestrados que supuestamente eran rehenes de esta organización criminal podrían haber muerto e incluso se les debería dar como desaparecidos, toda vez que sus cadáveres o restos, al día de hoy, no han aparecido. Qué desfachatez tan inhumana, casi una broma si no habláramos de vidas humanas.
Incluso los terroristas presos, que a priori podían ser una rémora previa por parte de las FARC para negociar, parecen una cuestión también secundaria; los líderes máximos de esta organización nunca han mostrado ni el más mínimo interés por sus antiguos camaradas y no son un aspecto fundamental en la negociación que ahora se desarrolla en La Habana. Excepto pedir la libertad de Simón Trinidad, detenido por narcotráfico en los Estados Unidos, no han dicho mucho más a este respecto.
Luego se insiste mucho en el tema agrario, del cual las FARC hacen bandera señalando la desigualad en el reparto de la tierra y una estructura social que consideran absolutamente arcaica, pero realmente tampoco parece ser ese el problema capital. Si se acepta integrar a las FARC en el sistema político colombiano, como se intentó fallidamente en la década de los ochenta, ese sería un problema a tratar en las nuevas instituciones representativas por los electos en sus filas, todo ello de llegarse a un proceso de reconducción política del problema de una forma exitosa.
El verdadero problema -aunque el presidente Juan Manuel Santos ni siquiera lo cita y los negociadores del ejecutivo colombiano lo eluden- consiste en cómo desmontar el potente negocio que las FARC han montado y que hoy les aporta el 80% de sus recursos económicos para mantener la guerra. Y las cifras cantan, como señala el ya citado Vargas: “Las Farc siguen siendo importantes en el comercio de pasta básica de coca, y siguen usándolo como eje de la economía de guerra; además controlan los corredores del Putumayo, Nariño y Cauca, para hacer sacar la droga a Ecuador, y de parte del Catatumbo en su ruta a Venezuela”. La ONG local Fedesarrollo señala, además, que las FARC ya controlan el 60% del negocio de la coca en Colombia.
Pero, yendo más allá, el dilema consiste en saber si realmente las FARC ha dejado de ser una fuerza guerrillera al uso para convertirse en una vulgar banda criminal que recurre a la violencia y a la extorsión para preservar su modus vivendi o, al contrario, todavía prevalece su antiguo y auténtico espíritu político de carácter marxista que les llevaría a abandonar el negocio de la droga para llevar a buen término el actual proceso de negociación en ciernes. ¿Serán capaces de afrontar ese reto y abandonar el narcotráfico? Difícil pregunta, compleja respuesta. El tiempo nos dirá cuáles son sus verdaderas intenciones.
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