FISCALES, TRAGEDIA NACIONAL
Llegamos a tener esperanzas en la doctora Vivianne Morales. Sabíamos de su proverbial ignorancia del Derecho Penal, y la sabíamos muy poco docta en los demás temas del Derecho. Pero creímos en sus condiciones morales, garantizadas por sus creencias religiosas. Pero pudieron más las malas compañías que desde hace tiempo la rodean
FISCALES, TRAGEDIA NACIONAL
Por Fernando Londoño Hoyos
11 de octubre de 2011
La Fiscalía General de la Nación fue una de las más deformes criaturas que pariera la Constitución de 1991. Entre sus vicios, se la concibió para que no solamente investigara los delitos, lo que es mucho, sino para que los calificara ella misma, lo que es una aberración.
Esa doble potestad, la de investigar y calificar lo investigado, fue usada a sus anchas por Alfonso Gómez Méndez, el mismo sujeto que si no tuviera cómplices en la Corte Suprema estaría en La Picota hace mucho tiempo, por sus vínculos conocidos, reiterados e impúdicos con la guerrilla de las Farc. Nada tiene de extraño que el cómplice y amigo de los farianos hubiera usado su poder omnímodo para perseguir el Ejército Nacional. ¡Qué tiempos desgraciados aquellos!
El fiscal Valdivieso no tuvo tiempo ni energía sino para tratar de salvar el país de aquella conspiración maldita entre el doctor Samper y los carteles de Cali y el Norte del Valle. Se le abonará, eso sí, la elección de un Vice Fiscal honesto, ilustrado y valeroso, el doctor Alfonso Salamanca Correa, cuyas huellas quedaron grabadas en esa oficina y en la Fiscalía entera. Espacio propicio para la tarea de Luis Camilo Osorio, gran jurista y gran colombiano, cuya obra nunca será suficientemente agradecida. Porque no solo le quitó a la Fiscalía y a la investigación criminal el ignominioso sesgo político que le dejó Gómez Méndez, sino que tuvo el valor de plantear una reforma que eliminó la función de conocimiento que la Fiscalía tuvo en la Constitución del 91, para dedicarla exclusivamente a su tarea primigenia y fundamental, la investigación criminal.
Pero vendría lo peor. Porque un Ministro del Interior, muy preocupado por tener fiscal amigo, se inventó como personaje a un pobre de espíritu, Mario Iguarán Arana. Y nada hay peor que un pobre de espíritu con poder. Iguarán se dejó enfermar por la fama y deslumbrar por el brillo del oro. Y se rindió ante esos dos viejos fantoches, que acompañan tan de cerca la raza humana en su doloroso camino por la historia. ¡Y fue peor que Troya!
Iguarán acabó con lo que podía quedar en la Fiscalía de cuerpo estructurado, sólido, digno. Qué pesar sentimos de los muchos funcionarios limpios y serios que todavía sobreviven en ese antro. Y vino la comedia de las ternas del presidente Uribe, en la que tuvieron tan alta parte las ambiciones de segundones, los que también querían fiscal propio, y la ingenuidad y el desapego del Presidente por examinar de cerca sus candidatos. La pobreza de la primera terna fue tan ostensible, que tuvo la Corte argumento para pedir que se la cambiara. Y cuando el Presidente lo hizo, ya fue tarde. La Corte, halagada por el poder que la Fiscalía comporta, se quedó con ella. Y tachó de inepta una terna estupenda, pero que no le garantizaba sumisión. Y se negó, en abierto prevaricato, a elegir fiscal.
Y el presidente Santos, preparó una nueva terna que sabía era de un solo candidato, adornado por dos figuras eximias que completaban la escena de la farsa.
Llegamos a tener esperanzas en la doctora Vivianne Morales. Sabíamos de su proverbial ignorancia del Derecho Penal, y la sabíamos muy poco docta en los demás temas del Derecho. Pero creímos en sus condiciones morales, garantizadas por sus creencias religiosas. Pero pudieron más las malas compañías que desde hace tiempo la rodean. El doctor Samper, el mismo que tiene tanto por explicar en el crimen de Álvaro Gómez, y el de su compañero de corazón, no solo íntimo de Samper, sino además aguerrido, agresivo, brutal miembro del M19, parte de aquel equipo que fue capaz de incendiar el Palacio de Justicia y de asesinar los magistrados, todo con el dinero de Pablo Escobar. Y esas son las fuentes de inspiración de la Fiscal. Lo demás se explica sin esfuerzo.
El país está enfermo de males muy graves. Y entre los mayores figura el cáncer de la Fiscalía. Pero hay que guardar silencio. Porque los colombianos, antes que de infarto, nos morimos de miedo. ¡De dónde heredaríamos tanta cobardía?
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