KURDISTÁN, UNA BOMBA DE RELOJERÍA EN EL CORAZÓN DE ORIENTE MEDIO
Un gran Estado kurdo desde Irak hasta Siria es un escenario que provoca pesadillas en Ankara pero que no se debe descartar en las próximas semanas a tenor de los últimos acontecimientos
Kurdistán, una bomba de relojería en el corazón de Oriente medio
Un gran Estado kurdo desde Irak hasta Siria es un escenario que provoca pesadillas en Ankara pero que no se debe descartar en las próximas semanas a tenor de los últimos acontecimientos
Por Ricardo Angoso
Noviembre 14 de 2016
@ricardoangoso
rangoso@iniciativaradical.org
Tan sólo un necio como el presidente de la República de Turquía, Tayyip Erdogan, puede pensar que el problema que representa la minoría kurda repartida en seis Estados de la región se puede resolver a cañonazos. Cuarenta y cinco millones de kurdos, casi como la población de España o Colombia, viven repartidos entre Irán, Irak, Siria y Turquía y nunca ocultaron sus aspiraciones nacionales. Ya en una fecha tan lejana como 1920, tras la Primera Guerra Mundial y el reajuste territorial de las fronteras de Oriente Medio después de la defunción del Imperio Otomano, las grandes potencias occidentales decidieron a través del Tratado de Sèvres reconocer un Estado kurdo entre las actuales Siria, Irak, Irán, Armenia y Turquía. Pero el Tratado nunca se cumplió y los kurdos quedaron disgregados entre esos países sin que nada ni nadie les apoyase en sus reclamaciones nacionales.
Así comenzó la tragedia kurda que dura hasta hoy. Los kurdos han sido perseguidos, reprimidos y masacrados con saña por Siria, Turquía, Irak e Irán. Tan solo encontraron algo de descanso en Alemania, Armenia, Chipre, Grecia y Líbano, donde residen pequeñas comunidades de refugiados, desplazados y perseguidos. La comunidad alemana es la mayor con algo más de un millón de kurdos viviendo en ese país. Desde la fundación de Turquía, en el año 1923 , y el posterior recogimiento internacional de esta nación, mediante el Tratado de Lausana, los turcos han reprimido duramente a los kurdos, arrasando centenares de aldeas y pueblos de esta minoría y asesinado a miles de una forma brutal.
Al genocidio armenio, que costó la vida de casi dos millones de armenios entre 1915 y 1923, se le vino a unir la represión indiscriminada contra la identidad kurda a merced del discurso nacionalista y panturco del fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Atatürk, quien siempre concibió al nuevo país como monoteísta, homogéneo y ceñido a un férreo control por parte del ejército, que debía de fijar los límites de una “democracia” muy peculiar. Los kurdos solo tendrían cabida obedeciendo al nuevo orden, renunciando a sus señas de identidad cultural, incluida su lengua, y manteniéndose sumisos ante la brutal represión desencadenada nada más nacer la nueva Turquía.
Esta persecución a los kurdos, con miles de muertos, propiedades y viviendas destruidas, ciudades arrasadas y millones de víctimas, ha perdurado durante todo el siglo XX y ahora es continuada por la dictadura que encarna Erdogan, acusado por las organizaciones de derechos humanos y los grupos kurdos del interior de Turquía de estar batiendo un récord genocida en el aniquilamiento de este pueblo sin Estado.
Turquía, de mal en peor con respecto al problema kurdo. En 1978, como respuesta a este rosario de afrentas y crímenes, se fundó el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), un movimiento de liberación nacional que pretende a través de la lucha armada fundar una nación kurda independiente. Los kurdos de Turquía podrían ser algo más del 30% del censo del país y viven en el sureste, muy cerca de las fronteras turcas con Irak, Irán, Siria y Armenia. También hay importantes comunidades kurdas en Ankara y Estambul. El PKK ha llevado acciones violentas, consideradas terroristas por Ankara y una buena parte de la comunidad internacional, desde ese año y se calcula que en los enfrentamientos entre dicho grupo y las fuerzas militares y de seguridad turcas podrían haber muerto más de 40.000 personas, la mayor parte civiles asesinados por militares turcos.
Sin embargo, como señal de que los tiempos estaban cambiando, entre los años 2013 y 2015 se produce un acercamiento entre el ejecutivo de Ankara y el PKK, que se traduce en una aceptación por parte de los kurdos por negociar su suerte con las autoridades turcas y en una menor violencia por ambas partes, aunque el ejército turco siguió hostigando y reprimiendo en el Kurdistán. En esos años, y como fruto de una dinámica de cambio de la situación que ambas partes aceptaban, se funda el Partido Democrático del Pueblo (HDP), una organización kurda que rechaza la violencia y busca una salida política al conflicto entre turcos y kurdos.
En las elecciones del 2015, esta formación política superó el 10% de los votos exigidos para poder estar presente en el legislativo turco y logró 59 asientos, una cifra impensable para un partido de estas características y que era presentado en la sociedad turca como terrorista y un simple lavado de cara del PKK. El golpe de Estado perpetrado por Erdogan en julio de 2016, que fue una trama política que realmente sólo le beneficiaba a él en eras de acaparar el poder absoluto en la sociedad turca, generó una dinámica de represión y persecución contra todos los actores que disentían con el poder omnímodo del nuevo califa del siglo XXI.
Si bien Erdogan ya había roto las negociaciones con el PKK unos meses antes, unos semanas después del golpe de Estado, que ha provocado más de 100.000 detenciones, arrestos y expulsiones de la administración, en una represión sin precedentes en la historia -Hitler tras la Operación Valkiria solo detuvo a 5.000 adversarios-, el dictador dio un paso más al frente en su particular guerra contra los kurdos. Diez diputados del HDP fueron llevados ante los tribunales y los colíderes de esta formación, Figen Yüksekdag y Selahattin Demirtas, fueron detenidos de una forma arbitraria y atendiendo a criterios políticos.
¿Un Estado kurdo desde Irak hasta Siria? Pero estas detenciones, que se vienen a unir a otros miles de actos hostiles y criminales que a diario sufre la minoría kurda en sus pueblos y ciudades, no detendrán el deseo de millones de kurdos por construir una nación en la que puedan vivir libremente. Ya existe de facto un Estado kurdo (no reconocido internacionalmente) en el norte de Irak y los rebeldes kurdos de Siria ocupan vastos territorios junto a la frontera de este país con Turquía.
Ahora, incluso, las guerrillas kurdas, aliadas con las fuerzas iraquíes, colaboran en la reconquista de Mosul contra el Estado Islámico. Un gran Estado kurdo desde Irak hasta Siria es un escenario que provoca pesadillas en Ankara pero que no se debe descartar en las próximas semanas a tenor de los últimos acontecimientos. El viaje hacia ninguna parte comenzado por Erdogan es una aventura personalista, de ambición y de poder, que solo acabará trayendo la guerra, la desgracia y el aislamiento a una Turquía que se aleja a pasos agigantados de la modernidad. Además, por si Erdogan no ha entendido el mensaje, cada vez son más lo que en Occidente verían con buenos ojos un Estado kurdo en Oriente Medio. Opción ya no descartada por las poderosas cancillerías de Arabia Saudí, Estados Unidos e Israel. Ya se sabe, la política hace extraños compañeros de cama.
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