LA EMINENCIA GRIS DE TODO ESTO

Las bases de las Farc van a descubrir muy pronto una cosa. Esta comedia en varios episodios del “triunfo” inesperado de las Farc se la deben a Barack Obama

La eminencia gris de todo esto

Las bases de las Farc van a descubrir muy pronto una cosa. Esta comedia en varios episodios del “triunfo” inesperado de las Farc se la deben a Barack Obama

Eduardo Mackenzie
Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie
24 de septiembre de 2016

Se ven muy contentos en estos días los señores del secretariado de las Farc. Enfundados en su camisetas verde-blanca, símbolo de la gran pureza que los habita, y alineados en la improvisada tarima de su X Conferencia, en los Llanos del Yari, los jefes del terrorismo en Colombia creen que han triunfado. Todo el mundo les dice eso. Los 400 periodistas extranjeros y colombianos que fueron a parar a esas soledades, para cubrir la parte visible del evento, no ahorran elogios y les hacen venias: ustedes son fuertes y han ganado, explican. En Bogotá, los altos amigos secretos de Timochenko, repiten ese mismo refrán en los cocteles.

Sin embargo, hay algo que no está claro. ¿Cómo pudieron llegar esos señores a ese cuento de los increíbles acuerdos de 297 páginas? Hace un tiempo ellos estaban vencidos, dispersos y escondidos en varios países. Ahora se dejan fotografiar alineados sobre un estrado levantado dentro de un espacio de 60 hectáreas “intervenidas”, no se sabe con permiso de quien, para perorar sobre la paz en auditorios, casetas y toldas. La cosa parece increíble.

Hemos triunfado, dicen. Pero, en el fondo, no saben bien cómo ni por qué. Lo que viven en estos días es magnífico, grandioso, sublime, como dijo Iván Márquez. “Es un milagro”, lanzó Jaramillo, el comisionado de paz. Al mismo tiempo todo eso es insólito y misterioso. Tras 60 años de agresiones a Colombia, de ofensivas, derrotas y huidas cada año, de luchas absurdas y hasta fratricidas, ahora les está sonando la flauta a las Farc. Ante los micrófonos tratan de hacer ver que sí saben cómo y por qué están allí. Pero no es cierto. Ellos también, en las profundidades de su psiquis, están llenos de dudas. Sobre todo ignoran lo mejor: quién les ha permitido llegar tan lejos.

Ante los micrófonos, Timochenko ha atribuido ese prodigio al portentoso Hugo Chávez. Otro de ellos piensa que el mérito le corresponde al senil Fidel Castro. Otro le dio tímidas gracias a Juan Manuel Santos, pero por dejar que salieran de las cárceles 24 miembros de las Farc, para que asistan al evento “histórico”, no por haberlos llevado a La Habana. Nadie entre ellos le reconoce nada a Santos, nadie dice que le deben todo a él. Pues no es cierto. No le deben eso. ¿Entonces, a quién le deben semejante momento de gloria?

Sin embargo esa es la pregunta del momento. ¿Quién le ayudó a las Farc en estos cuatro años? Es la pregunta que todos evitan en esta semana de “debates” en El Diamante, donde varios jefes de las Farc recordaron sus años de militancia urbana en la que una parte de la actividad era ir a reuniones y plenos aburridores, más o menos clandestinos, a discutir textos durante horas y días a sabiendas de que las decisiones ya habían sido tomadas por la dirección central. Pues tal es el ABC de la democracia interna del partido leninista.

En El Diamante, Caguán, las FARC también hicieron proselitismo armado, con la ayuda de la Cruz Roja
En El Diamante, Caguán, las FARC también hicieron proselitismo armado, con la ayuda de la Cruz Roja

En El Diamante ocurrió lo mismo: los delegados y los jefes se reunieron, hablaron mucho, leyeron documentos en voz alta, trataron de alinear a los recelosos, votaron y mostraron que había “apoyo total” de “las bases” y que éstas habían tomado la decisión de aprobar lo que los “comandantes” cocinaron en La Habana.
Pero no es cierto. El arreglo ya estaba preparado y venía de alguna parte de arriba, donde hay muchas zonas obscuras. Pues lo de la paz, a pesar de todo lo que dicen Santos y los medios, es algo que sigue desconcertando. No ven claro ni lo del nuevo partido, ni lo del desarme, ni lo de la nueva carreta para atrapar a otras formaciones, electoralmente hablando, desde el centro hasta el “progresismo”. Todo eso es muy extraño. ¿Cómo hacer olvidar las atrocidades cometidas? ¿Cómo hablarle a los colombianos? Por eso Iván Márquez, el más astuto de todos, decidió lanzar un baldado de agua fría para que su gente aterrice y no trague lo de la desmovilización por pura euforia.

Márquez, dijo en estos días a CNN que no entregarán las armas “hasta que haya una ley de amnistía e indulto”. Para él, la función del 24 de agosto en Cuba, el evento en Yari y el encuentro con Santos en Cartagena, el 26 de septiembre, no es nada, ni será nada, si no hay la señal que le permita a las Farc sentirse seguras y dispuestas a ir a las “zonas de normalización”, en donde tendrán que entregar las armas, según lo convenido en Cuba. Pero ni Colombia, ni la Corte Penal Internacional, quieren saber de amnistías ni de privilegios para semejantes jefes criminales. En esas condiciones, la “paz” de Santos seguirá siendo, durante meses o años, un castillo frágil que puede derrumbarse en cualquier momento.

¿Entonces qué? ¿Las Farc no le deben a alguien este momento de gloria? ¿Con el Sí en el plebiscito del 2 de octubre, como dice Santos, “van a desaparecer las Farc”? ¿O seguirán, por el contrario, armadas y a la ofensiva, y aventajadas por una situación institucional tremendamente degradada, y la Colombia “neoliberal” tendrá que arrodillarse ante sus verdugos? Ese es el dilema. Sin embargo, los colombianos podrán, si la Registraduría aún existe, frenar en seco las peores ambiciones de las Farc votando NO el 2 de octubre.

En todo caso, para volver al enigma: las bases de las Farc van a descubrir muy pronto una cosa. Esta comedia en varios episodios del “triunfo” inesperado de las Farc se la deben a Barack Obama. Fue de él que Santos recibió, desde el primer día, el visto bueno para avanzar en la terrible aventura de negociar los equilibrios de Colombia. El respaldó cada paso de ese proceso. Sin él, ni Santos, ni Chávez, ni los Castro, habrían podido sortear los riesgos de ese abominable pacto. Obama tiene gran responsabilidad por lo que le ocurra a Colombia en los próximos años. Y en otros países. ¿Han visto la indiferencia de Obama frente al martirio del pueblo venezolano? Eso dura desde 2008. Es demasiado.

¿Creían las Farc que ellas habían logrado la capitulación de Santos por sus propios méritos? Desengáñense. Sin Obama Santos no habría alcanzado nada. Obama acaba de enviar, para confirmar, uno de esos potentes “signos de paz” que él bien conoce: Gulbudin Hekmatyar, jefe de Hezb i islami, el verdugo de Kabul en los años 1990, el autor de la emboscada de Uzbin, donde murieron diez soldados franceses, el hombre que ayudó en 2001 a Ben Laden en Tora Bora a romper el cerco de los americanos, acaba de firmar un “acuerdo de paz” con el gobierno afgano. No lo podrán ni tocar. La embajada americana saludó eso como “un paso hacia la solución pacífica del conflicto afgano”. El mismo método y las mismas palabras. Y sin duda los mismos efectos. La línea Obama, en su fase final, es pues de aplicación universal. Colombia no podía escapar. Pues no tenía un presidente. Esperemos que esto no termine en un desastre como el de Venezuela y el que ocurrió en Irak y Siria.

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