LA LECCIÓN DE IRLANDA DEL NORTE A LOS COLOMBIANOS: OBTENGAN UN MEJOR ACUERDO
Así como Blair engañó a la gente de Irlanda del Norte acerca de la equidad, la igualdad y la exclusión política de quienes amenazaran o utilizaran la violencia, Santos también les mintió a los colombianos
La lección de Irlanda del Norte a los colombianos: Obtengan un mejor acuerdo
Así como Blair engañó a la gente de Irlanda del Norte acerca de la equidad, la igualdad y la exclusión política de quienes amenazaran o utilizaran la violencia, Santos también les mintió a los colombianos
Por Lia Fowler *
@lia_fowler
6 de noviembre de 2016
Trad. Eduardo Mackenzie
Las declaraciones del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, durante su periplo por el Reino Unido esta semana, fueron una mezcla de verdad y ficción. Refiriéndose a su fracasado acuerdo de paz con la organización narcoterrorista FARC –rechazado por los colombianos en el plebiscito el 2 de octubre pasado– él atribuyó su derrota a “una estrategia de desinformación y mentiras” de sus oponentes y a los votantes que escogieron el “miedo y el resentimiento” en lugar de “la esperanza y el perdón”.
La táctica de pintarse a sí mismo como un demócrata ilustrado, rebajando al mismo tiempo a sus adversarios al papel de enemigos de la paz, debió tocar una fibra familiar entre los miembros del Parlamento británico. Después de todo, esa táctica salía directamente del libreto utilizado por el ex primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, durante el acuerdo de paz en Irlanda del Norte. Ello explica la declaración que hizo Santos en Belfast – esta si veraz — donde dijo que el proceso de paz en Irlanda del Norte era el ejemplo que él había seguido en su propia búsqueda de la “paz”.
“El precio de la paz”, uno de los pocos documentos analíticos objetivos sobre la política británica en Irlanda del Norte, escrito en 2000 por Michael Gove para el Centro de Estudios Políticos, podría haber sido escrito sobre la política actual de Santos con las FARC. Desde la elaboración y venta del acuerdo, hasta los fracasos en los puntos claves del desarme del IRA, de la elegibilidad política de los terroristas y la justicia, la política de Santos se ha inspirado en la de Blair. Fueron precisamente esas políticas y esa propaganda lo que los colombianos rechazaron el 2 de octubre de 2016.
Gove escribe: “Cuando Tony Blair llegó a Irlanda del Norte para una serie de negociaciones en 1998, él dijo, sin sonrojarse, que ‘sentía la mano de la historia’ en su hombro. Así, bendito, se elevó por encima de la esfera de los políticos ordinarios y falibles hasta la esfera de los hombres de Estado guiados por el destino”. Gove continúa diciendo que el Acuerdo de Belfast, más tarde consagrado como “el Acuerdo del Viernes Santo”, fue visto como una especie de “Sagrada Escritura” en lugar del arreglo político que era. El montaje del acuerdo en tales términos fue acompañado de acusaciones simultáneas y falsas contra la oposición democrática. El gobierno de Blair, en efecto, etiquetó a cualquier adversario de su plan como “opositor de la paz”.
Así como Blair sentía “la mano de la historia” durante su discurso en Belfast en marzo de 1998, Santos oyó las campanas de la paz durante su discurso ante la ONU en 2015: “En Colombia en seis meses repicarán las campanas que anuncien la paz. Hago votos para que todos los relojes del mundo se sincronicen con nuestra hora: la hora de la paz, de la humanidad”. Seis meses después, el acuerdo ni siquiera había sido firmado.
Sin embargo, Santos continuó con su propaganda, utilizando los medios de comunicación nacionales e internacionales y los centros de pensamiento para que lo elevaran a la categoría de hombre guiado por el destino para ser el portador de la “paz”. Para citar ejemplos recientes: en octubre, la revista Semana, de Bogotá, se refirió a Santos como “El designado por la historia”, mientras que el diario La Nación escribía: “Santos, el elegido por la Historia para hacer la paz”. Un informe del think tank americano Atlantic Council, escrito en 2015 por el principal estratega de comunicación de Santos, describió las políticas de Santos como “el milagro colombiano”.
Y así como Blair descartó el título de “Acuerdo de Belfast” por el más evocador de “Acuerdo del Viernes Santo”, Santos se apartó del rutinario “Acuerdo de La Habana”, bebió en las palabras de Blair en su discurso en Belfast en mayo de 1998 y habló del “Acuerdo Final para la terminacion del conflicto y la construccion de una paz estable y duradera” (palabras de Blair).
Santos también copió el vocabulario de Blair para golpear a sus críticos. En un discurso de 1999, en la Conferencia del Partido Laborista, Blair se refirió a sus oponentes como “aquellos que son adictos a la violencia” y como gente de “extrema derecha”, “desconectados de la realidad”. Santos, fue más allá y se refirió varias veces a los disidentes como “buitres”, como gente “que vive de la muerte”, y como “fascistas” y “neonazis”. Todos los que votaron contra el acuerdo Santos-Farc fueron caracterizados por el gobierno como guerreristas y “enemigos de la paz”. Mostrarse noble en público y vengativo en privado parece ser la fórmula ganadora de los dos Premios Nobel de la Paz.
Pero resulta que los que se oponían a la política de Blair tenían motivos legítimos de preocupación, ya que la paz relativa de hoy ha llegado a un precio muy alto. Tras la firma del Acuerdo del Viernes Santo y antes de su ratificación en un referéndum, Blair hizo promesas al pueblo de Irlanda del Norte: justicia e igualdad para todos, exclusión del gobierno de aquellos que hubiesen amenazado o utilizado la violencia, y que los prisioneros serían mantenidos en la cárcel a menos de que la violencia terminara definitivamente.
Pero el referendo y la promulgación de los acuerdos ocurrieron mientras el Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés) todavía estaba armado, y mientras que los llamados “grupos disidentes” seguían cometiendo actos de violencia. De hecho, el desarme del IRA, que fue supervisado por una “comisión independiente internacional”, nunca fue completamente implementado. El informe final de la comisión fue publicado en 2005, siete años después de la firma del acuerdo. Durante todo ese tiempo, muchos terroristas, convertidos en estadistas, participaron en política disponiendo aún de sus armas, y de la amenaza implícita de reanudación de la violencia que ello implicaba. Y aunque el informe concluyó que las armas decomisadas representaban “la totalidad del arsenal del IRA”, a los “grupos disidentes” les fueron decomisados armas y explosivos del IRA hasta en 2013.
Aunque sabía del fracaso de Blair en el proceso de desarme del IRA, Santos diseñó el proceso de desarme de las FARC apelando también a la creación de un comité internacional para supervisar ese proceso. Una de las dudas que existía .y que aún existen- sobre la independencia de dicho comité, viene del hecho de que incluiría personal de Cuba y Venezuela, dos regímenes autocráticos que durante años han brindado capacitación, apoyo y refugio a los terroristas de las FARC.
Incluso el lenguaje vago respecto al desarme que utilizaron las FARC y el gobierno de Santos a lo largo de seis años de negociaciones, fue tomado directamente de las negociaciones de paz en
Irlanda del Norte. En un comunicado de 1999, los gobiernos británico e irlandés se refirieron a la celebración de un “acto de reconciliación” en el que algunas armas serían puestas “lejos de su uso” de manera voluntaria. Ese fue literalmente el lenguaje utilizado por Iván Márquez, terrorista de las FARC, en una entrevista de Univisión en octubre de 2015. Cuando le preguntaron qué harían las FARC con sus armas, dijo: “No habrá entrega de armas, se van a colocar en un lugar lejos de su uso”.
No sólo el IRA siguió armado y armando grupos “disidentes” durante años, después del acuerdo de paz, sino que contribuyó a la violencia en el extranjero. Ello quedó demostrado por la detención, en agosto de 2001, de tres presuntos miembros del IRA en Colombia quienes después fueron condenados por haber entrenado a terroristas de las FARC en el uso de explosivos. Ellos fueron condenados a 17 años de cárcel. Sin embargo, antes de la condena huyeron a Irlanda del Norte, país que no tiene tratado de extradición con Colombia. Sinn Fein y los políticos republicanos guardaron silencio sobre ese episodio.
Finalmente, los terroristas del IRA más conocidos fueron legitimados como políticos. Entre ellos está Martin McGuinness, conocido durante los tiempos más violentos de Irlanda del Norte como “el carnicero del Bogside”. Hoy él es el Vice Primer Ministro de Irlanda del Norte. McGuinness acompañó a Santos durante su discurso en Belfast. También ha servido como “asesor” en las negociaciones Santos-Farc en La Habana. Pero lejos de servir de ejemplo de paz, la posición actual de McGuinness –y la de muchos otros– sirve como ejemplo de lo que los colombianos no quieren para su país en el futuro.
McGuinness fue el segundo al mando del IRA en Londonderry entre 1971 y 1972. Bajo su liderazgo, el IRA asesinó a 29 miembros de las fuerzas de seguridad y destruyó la mayor parte del centro comercial de Londonderry, mediante una campaña de bombardeos. Él dice haber salido del IRA en 1974, después de pagar seis meses de cárcel por posesión de explosivos. Sin embargo, Ed Moloney, historiador del IRA, dice que McGuinness fue el jefe de personal del IRA desde 1978 hasta 1982 y pasó a ser un comandante del Comando Norte de la organización. Nunca él ha expresado remordimientos por sus crímenes. Tales casos de impunidad son comunes. Según el acuerdo, los terroristas condenados que habían cumplido por lo menos dos años de cárcel fueron puestos en libertad. En 2001, el gobierno acordó no procesar a cerca de 200 terroristas. Por ejemplo, John Downy, acusado de poner la bomba de Hyde Park en Londres en 1982, que mató a 11 soldados y 7 caballos, y dejó decenas de heridos, recibió en 2007 una garantía escrita, en una “carta de consuelo”, de que nunca sería procesado.
Gerry Kelly es otro ejemplo. Responsable de un bombardeo que mató a una persona e hirió a otras 200, y responsable de dirigir un motín en una prisión en 1983, durante el cual le disparó a un guardia en la cara, Kelly recibió un perdón real. Ahora es el portavoz de justicia del Sinn Fein y es miembro de la Junta de Policía de Irlanda del Norte.
Tales niveles de impunidad no son equilibrados ni justos. Son un insulto para las miles de víctimas del terror del IRA. Como me dijo esta semana una fuente de Irlanda del Norte que vivió las épocas de mayor violencia del IRA: “Para mucha gente decente, esta situación es inaceptable”.
Como lo es para la gente decente de Colombia que votó en contra de un acuerdo que iba a permitirle a los terroristas de las FARC evitar toda cárcel y participar en la vida política.
Así como Blair engañó a la gente de Irlanda del Norte acerca de la equidad, la igualdad y la exclusión política de quienes
amenazaran o utilizaran la violencia, Santos también les mintió a los colombianos. En un tweet de mayo de 2012, Santos afirmó que “Ni Timochenko ni ninguno de los cabecillas de la guerrilla van a llegar a cargos de elección popular por el Marco Jurídico para la paz”. Sin embargo, en 2015, él afirmó que Timochenko podría ser Presidente. Al final pactaron que, cuando el acuerdo sea firmado, los terroristas recibirían 10 escaños no elegidos en el Congreso y 16 otros por circunscripciones especiales.
Michael Gove escribió en 2000 que uno de los falsos supuestos de la política británica hacia Irlanda del Norte era “la creencia de que los terroristas armados pueden adaptarse a la democracia si se reformula la democracia para que ésta se ajuste a los terroristas”. Santos intenta reformular la democracia de Colombia para que se adapte a un grupo narcoterrorista que nunca ha representado a nadie salvo a sí mismo y a quienes se han beneficiado de su empresa criminal.
Por eso los colombianos dijeron no. Rechazaron la impunidad, rechazaron la elegibilidad política de los perpetradores de crímenes atroces, rechazaron un proceso de desarme defectuoso y rechazaron la participación política armada. Ellos quieren y merecen un acuerdo mejor.
Las palabras taimadas de Santos en el Parlamento británico recuerdan el discurso de Blair de mayo de 1998 en Belfast: “… decir que sí es decir sí a la esperanza, a la paz, a la estabilidad y a la prosperidad. Votar no es darle la espalda al futuro”. Santos no sólo estaba repitiendo como un loro un guión familiar: estaba usando la táctica de Blair de mentir para evitar el colapso de su proceso de paz, como Blair mismo lo admitió en sus memorias de 2010, intituladas A Journey. Santos necesita desesperadamente apoyo internacional, ya que su acuerdo sólo reunió el apoyo del 17 por ciento del electorado colombiano. Así como Blair recientemente pidió votar un nuevo referendo sobre el Brexit, Santos está buscando apoyo para realizar algún tipo de nuevo voto para imponer una versión remendada de su acuerdo rechazado.
Los británicos sabiamente dijeron no a la propuesta de Blair. Esperemos que ellos tengan el mismo respeto por el voto de Colombia.
* Lia Fowler es periodista estadounidense y ex agente especial del FBI.
Un agradecimiento especial a algunos valientes y honorables ex miembros de la Royal Ulster Constabulary (la Gendarmería Real de Ulster) que proporcionaron contexto y conocimientos para esta columna.
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