LAS FARC INVENTAN PRETEXTOS PARA NO ENTREGAR LAS ARMAS

Jean Arnault se convirtió en abogado de las maniobras de aplazamiento de las FARC y hasta le envió una carta a Santos reprochándole el retardo técnico de las obras y proponiendo un nuevo calendario para la entrega de armas

Las FARC inventan pretextos para no entregar las armas

Jean Arnault se convirtió en abogado de las maniobras de aplazamiento de las FARC y hasta le envió una carta a Santos reprochándole el retardo técnico de las obras y proponiendo un nuevo calendario para la entrega de armas

Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie
28 de febrero de 2017

La propaganda del gobierno Santos quiere hacerle creer a la opinión pública que la lentitud en la llegada de los guerrilleros y milicianos a las “veredas de normalización” y el retraso en la entrega de las armas de las Farc se deben únicamente a “problemas logísticos”. La política decidida por los jefes de las Farc para ganar tiempo, demorar y estorbar ese proceso de desarme no aparece para nada en los análisis de la prensa adicta.

Esta prefiere ofrecer a los lectores la idea de que la llegada de esa gente a las 26 localidades escogidas en La Habana (otros dicen que son 31) es una obra sumamente complicada, pesada, descomunal, imposible de controlar. Dicen que “cruzar el país” y llevar esos “combatientes” a los nuevos campamentos es un acto sobrehumano. “Mover a la guerrilla más vieja del continente era un desafío para la institucionalidad”, dijo sin sonrojarse María Emma Wills, del Centro de Memoria Histórica.

María Emma Wills Obregón

No exageren. La banda de Timochenko no es ni la Grande Armée de Napoleón, con sus 150 000 hombres (sin contar sus prisioneros), tras la gran victoria de Austerlitz, ni el Ejército Rojo de Mao Tse tung durante la Larga Marcha. Son menos de siete mil individuos armados de pistolas y fusiles y montados en todo tipo de transportes modernos: camiones, camionetas, lanchas, buses y tractores. Hasta un helicóptero tuvieron.

La otra idea que circula en estos días es que “el país vió”, como dice Semana, el ingreso de “cada uno de los 6.961 hombres de la guerrilla” a esas zonas. Ridículo. El país no ha visto nada. Solo unas pocas fotos y unos cortos videos. Eso es todo. Al país se le está ocultando todo. La prensa no puede cubrir en plena libertad ese asunto. ¿Dónde están los reportajes sobre el temor de los campesinos ante la llegada de esas huestes? ¿Dónde están los testimonios de los guerrilleros de base acerca de las instrucciones internas que sus jefes les están dando? En ninguna parte. Las Fuerzas Militares tampoco saben nada. Ni los aviones comerciales pueden pasar sobre esas áreas. ¿Por qué? ¿Qué están urdiendo en esos caseríos?

Ese evento general sigue siendo de una opacidad manifiesta. Las Farc le exigen a Colombia que crea en algo que no le dejan ver. Tal conformismo y tal

María Emma Wills, el cura Javier Giraldo, Zubiría Samper, entre otros

miedo debe ser inoculado en la gente para que la supuesta “dejación de armas” la hagan en idénticas condiciones: sin testigos. O ante unos “testigos” extranjeros dispuestos a tragarse los huesos que los violentos les quieran arrojar.

El enorme escepticismo es la respuesta del país ante ese obscuro proceso. Los compañeros de ruta quieren ver, por el contrario, un país transido de emoción ante esa pantomima. ¿No se quejó acaso la señora Wills de que la gran epopeya fariana “no logró pellizcar ni un poquito al país urbano”? Según ella, ese país “parece que no fuera parte de la misma comunidad política”. Al oírla uno piensa en Pol Pot quien hizo masacrar al 20% de la población camboyana (un millón y medio de muertos), entre 1975 y 1979, sobre todo población urbana e intelectuales, por no ser comunistas es decir por no ser de la misma comunidad política. ¡Y ella quiere reescribir la historia de Colombia!

La senadora Paola Holguín, del Centro Democrático, denunció el pasado 21 de febrero que las Farc están haciendo proselitismo armado en La Paz (César) sin que la fuerza pública mueva un dedo. Reveló que en Dabeiba hay desórdenes y que los guerrilleros entran armados al campamento y salen vestidos de civil sin que nadie los controle.

Las Farc hacen lo que quieren en esos campamentos y tratan de impedir que alguien cuente eso. El gobierno, obviamente, mira hacia otro lado y poco le preocupa que nadie tenga hasta ahora los listados exactos de los bandidos que entraron a los campamentos, ni la lista de los lugares donde ellos tienen escondidas las armas largas, antiaéreas, los explosivos, las bombas y las minas antipersona. El gobierno sigue sin saber cuánta gente armada salió de los territorios que sufrían la narco violencia, es decir de los lugares donde las Farc “hacían presencia”, como dice la prensa hipnotizada utilizando el lenguaje desinformador que éstas inventaron. No dice una palabra sobre la gente que está re invadiendo las zonas que dejaron los farianos. ¿Son las pretendidas “disidencias” de las Farc las que están haciendo eso? ¿El equipo de Santos sabe acaso cuántos son los que no se acogen al pacto cubano? Un diario de Cali contó antier que unos hombres armados asaltaron y robaron en la zona rural de Corinto a las personas que instalaban un equipo de riego. Occidente concluyó: “Es claro que la paz estable y duradera que prometió el presidente Juan Manuel Santos no será posible mientras se permita que disidentes de la guerrilla u otros delincuentes copen los territorios”.

A todo esto le están agregando un nuevo condimento, el más peligroso: quieren nuevos cronogramas para la supuesta entrega de armas. Esta operación había sido ya aplazada por las Farc con la argucia de que no entregarían un solo fusil hasta que “la amnistía” no les sea acordada plenamente. Ahora doblan ese juego con esto: los campamentos no han sido debidamente construidos y los guerrilleros siguen viviendo en “cambuches”. Quieren aplazar todo por eso, como acaba de decirlo Pastor Alape. Con esa línea, las Farc lograron que estallaran peleas entre el gobierno y el jefe de la misión de observación de la ONU. Jean Arnault se convirtió en abogado de ese aplazamiento y hasta le envió una carta a Santos reprochándole el retardo técnico de las obras y proponiendo un nuevo calendario para la entrega de armas.

El desconcierto fue seguido de un gesto de cólera. La ministra María Ángela Holguín y el comisionado Sergio Jaramillo acusaron al diplomático francés de negligencia en el desempeño de su labor y lo criticaron por haber guardado silencio ante “muchos hechos violatorios de los protocolos y las reglas del cese al fuego”. Los dos funcionarios rechazan lo que dijo el francés. Según ellos, los campamentos están prácticamente construidos (en un 80%) y la entrega de armas no depende de tal construcción, pues ello no fue pactado nunca. Y en eso tienen razón. Las “veredas transitorias de normalización” no fueron concebidas para que los guerrilleros echen raíces allí. Son para concentrar a los miembros de la banda y para que allí entreguen las armas. Al querer favorecer a las Farc con un nuevo cronograma de entrega de armas, Jean Arnault salió mal parado de esa aventura. Lo que no garantiza tampoco que Santos insista en el respeto del cronograma inicial, que ya está sufriendo alteraciones. La fecha del 1 de marzo para la entrega del primer tercio de las armas sigue siendo teórica. Habían hablado de depositar esas armas en unos containers. Estos no han llegado siquiera a las veredas. Lo que están recibiendo son unos cajones. La seriedad de ese asunto deja mucho que desear.

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