LECCIONES DE ESTA CAMPAÑA ELECTORAL
El papel que ha desempeñado la Fiscalía en la “Guerra Sucia” de Santos contra la democracia colombiana es de lo más vergonzoso y letal que haya podido verse en toda nuestra historia
Lecciones de esta campaña electoral
El papel que ha desempeñado la Fiscalía en la “Guerra Sucia” de Santos contra la democracia colombiana es de lo más vergonzoso y letal que haya podido verse en toda nuestra historia
Por Jesús Vallejo Mejía
Junio 12 de 2014
Por amable invitación de la tertulia conservadora que se reúne desde hace cuarenta años cada lunes, y que coordina don Carlos Vélez Londoño, tuve oportunidad de disertar ayer sobre el tema enunciado en el título de este escrito.
Lo más destacado del proceso electoral en curso, que ojalá culmine el próximo domingo con el triunfo Óscar Iván Zuluaga, es la “Guerra Sucia”, no entre las campañas, como sesgadamente quieren presentarlo los medios, sino de Juan Manuel Santos contra Óscar Iván Zuluaga y Marta Lucía Ramírez, o mejor dicho, de Juan Manuel Santos contra la democracia colombiana.
Los incidentes de esa “Guerra Sucia” son muy bien conocidos y aquí las he mencionado varias veces, pero conviene recapitular por lo menos algunos de ellos.
El más significativo es el montaje que se hizo a la campaña de Óscar Iván Zuluaga por medio del español que infiltró la Fiscalía para que hiciera grabaciones ilegales con las que se pretendía comprometerlo en una cadena de delitos.
Tal como creo haberlo demostrado en escritos anteriores, sí hubo cadena de delitos, pero ella apunta hacia Juan Manuel Santos, el fiscal Montealegre, los cabecillas de la Mesa de Unidad Nacional y la Gran Prensa que difundió piezas procesales protegidas por la reserva sumarial e incluso, como lo hizo la revista “Semana”, las presentó alteradas para deteriorar la imagen del candidato que hoy representa a la alianza del Centro Democrático y el Partido Conservador.
Tal como está sucediendo con la justicia espectáculo que se ha instaurado en nuestro país, el novelón del famoso “hácker” viene
ofreciendo cada día las más horripilantes sorpresas.
Ayer publicó Ricardo Puentes Melo un valeroso escrito que se agrega al expediente de la ominosa infiltración de la Fiscalía a la campaña de Zuluaga. Se lo puede leer pulsando el siguiente enlace:https://www.periodismosinfronteras.org/la-fiscalia-infiltro-la-campana-de-zuluaga.html.
En las horas de la tarde, cuando terminaba mi intervención ante la tertulia, uno de los asistentes anunció que por orden de una juez se había ordenado la libertad de Sepúlveda. Y, en la noche, Hassan Nassar entrevistó a Lina Luna, la esposa de Sepúlveda, quien corroboró lo escrito por Puentes y agregó otros detalles escabrosos de la acción desplegada por la Fiscalía para atropellar los derechos de su esposo y hacer un despliegue mediático orientado a todas luces a hacerle un escándalo a Óscar Iván Zuluaga (Vid. https://www.youtube.com/watch?v=IhM-8x9LUS0).
Pero hoy se anunció que Sepúlveda fue de nuevo privado de su libertad por obra del fiscal Montealegre, que además amenazó con investigar penalmente el juez que ayer ordenó liberarlo. Como se dice en las series de misterio, continuará…
El contubernio de la campaña de Santos con la Fiscalía es pieza central de la acusación de “Guerra Sucia” que aquel ha arrojado contra Óscar Iván Zuluaga, cuando todo indica quién es el promotor de la misma y contra quién se la ha declarado.
El santismo acusa al Centro Democrático, además, de “sabotaje” contra los diálogos en La Habana, dando a entender que es inadmisible ejercer el derecho de criticarlos y mostrarse escéptico frente a ellos. Así, en lugar de brindarle claridad al país acerca de tan vital asunto, adopta una posición dogmática que trata de imponer un pensamiento único, cuando es materia esencialmente opinable en la que todo planteamiento debería examinarse con la debida atención.
La “Guerra Sucia” contra Marta Lucía Ramírez comenzó con la impugnación de su elección ante el CNE, que estuvo a punto de darles gusto a sus promotores y probablemente no lo hizo porque entonces habría tenido que adoptar la misma decisión respecto de las diligencias que inició Juan Lozano contra la candidatura de Santos. Mejores razones había en este caso que en el de la candidatura conservadora, a punto tal que el CNE se ha abstenido de decidir hasta el momento, y probablemente ya no lo hará, esperando que el próximo domingo se resuelva el litigio por sustracción de materia.
El CNE aceptó la validez de la elección de la candidata conservadora, pero con un extraño condicionamiento que al parecer se orientaba a legitimar la desobediencia de los conservadores “enmermelados”. Y su demora en resolver la impugnación dilató la recepción del anticipo de fondos para su campaña, así como la dinámica de ella. No obstante, en unas pocas semanas Marta Lucía Ramírez logró obtener casi dos millones de votos que la situaron en tercer lugar, después de Zuluaga y de Santos.
Una de las artimañas del Presidente-candidato contra Marta Lucía Ramírez ha sido la seducción de un grupo de activistas conservadores que, contra todo sentido de disciplina partidista y sin ninguna consideración doctrinaria, se han declarado partidarios suyos. Alguien grabó y difundió una conversación con ellos que muestra el nivel tan bajo a que ha caído la acción política por obra de la degradación moral de Juan Manuel Santos. Acá se puede escuchar la exposición de lo que él ha llamado su estrategia para la”guerra” en su etapa final, con el reparto de “municiones” que ha guardado para ese momento decisivo: http://lahoradelaverdad.com.co/hace-noticia/extra-audio-de-presidente-candidato-santos-prometiendo-mas-mermelada-a-conservadores-para-la-segunda-vuelta-presidencial.html
Estas palabras de Santos son muestra cabal de la “Guerra Sucia” que ha emprendido contra la democracia colombiana, a la que ha pretendido corromper en aras de su obsesión reeleccionista. La lucha que eminentes colombianos han librado para depurar los vicios de nuestra política, especialmente el clientelismo y el uso torticero de los recursos del Estado para distorsionar el auténtico querer popular, ha quedado en nada con estas sucias maquinaciones que lo llevan a uno a preguntarse por la suerte del sacrificio de Rodrigo Lara Bonilla, el de Luis Carlos Galán o el de Álvaro Gómez Hurtado, cuando ve uno a los hijos de los dos primeros aliados con las fuerzas más oscuras de la política colombiana, o a personajes como Roberto Gerlein, que crecieron a la sombra de la herencia política y las enseñanzas de Laureano Gómez, dedicados a medrar con gula pantagruélica en los fondos del Erario.
En un escrito anterior me ocupé del triste papel que ha jugado la “Gran Prensa” al hacerse cómplice de esta empresa devastadora de nuestra institucionalidad política. Pocas veces se ha visto en nuestra historia semejante contubernio de los medios con un gobierno corruptor de las buenas costumbres democráticas. Si al declarar su triunfo relativo en la primera vuelta de la elección presidencial hubo de reclamar Óscar Iván Zuluaga equilibrio informativo de parte de los medios, fue porque su parcialización en pro del reeleccionismo de Santos ha sido tan evidente como censurable.
Uno se pregunta por qué y la respuesta llega al instante: no solo media el amiguismo con un presidente que viene de una familia de poderosos periodistas, sino también la nutrida cauda de dinero que a guisa de presupuesto de publicidad de los actos de gobierno se ha repartido a diestra y siniestra para saciar el apetito de una prensa que ya solo se mueve por intereses económicos.
Y acá aparece en el escenario un actor cuyo desempeño ha sido altamente sospechoso: el Gran Capital. Dueño de los medios de comunicación más influyentes y, por supuesto, de los más cómodos recursos financieros, ha decidido jugársela a fondo por la causa reeleccionista en una movida que difícilmente se entiende, salvo que se la conecte con las especulaciones de “La candidata.com” (@LaCandidata), sitio que revive de algún modo esos intentos de política novelada que hace medio siglo efectuó Carlos Lleras Restrepo a través de un personaje de ficción, “Cleofás Pérez”.
Insinúa en efecto “La Candidata” en una de sus últimas entregas, que la comodidad del Gran Capital con el proceso de diálogos con las Farc se explica porque sus detentadores están convencidos de que Santos logrará hacer que le firmen un acuerdo de paz que después, según corresponde a su mala entraña, terminará desconociendo. O sea que ese Gran Capital le apuesta a la traición de Santos a sus contertulios de La Habana.
El papel que ha desempeñado la Fiscalía en la “Guerra Sucia” de Santos contra la democracia colombiana es de lo más vergonzoso y letal que haya podido verse en toda nuestra historia. Ya me he referido a ello más arriba y en otros artículos para este blog. Me limitaré a observar por lo pronto que el extremo de politización de la Fiscalía a que se ha llegado bajo el contubernio de Montealegre con Santos sienta uno de los precedentes más ominosos que quepa concebir para el futuro de nuestra institucionalidad. Como lo he escrito en Twitter, Montealegre les está mostrando da las Farc de qué modo actúa un fiscal estalinista.
Pero, no obstante estos episodios de “Guerra Sucia”, la democracia colombiana ha dado sorprendentes e inequívocas muestras de vitalidad con el ascenso de esas dos nuevas luminarias de nuestro firmamento político que son Óscar Iván Zuluaga y Marta Lucía Ramírez.
Lo que ellos han logrado, diríase que desde la nada y contra viento y marea, superando todas las trabas que la maquinaria gubernamental dirigida por un personaje carente de todo escrúpulo les ha presentado, abre una promisoria luz de esperanza para Colombia. Son dos personas de vida ejemplar, profundamente espirituales e intensamente comprometidas con sus convicciones, que animarían a toda una comunidad que no estuviera tan degradada moralmente como la nuestra. Invitan, como solía decir en sus discursos Alfonso López Michelsen, a exclamar con todo entusiasmo el Sursum Corda del Prefacio de la venerable Misa Tridentina: elevad los corazones.
Este verdadero soplo del Espíritu no puede cegar nuestros ojos ante fallas ostensibles que exhibe nuestra democracia y ameritan profunda reflexión para idear las soluciones que podrían regenerarla.
Resumo algunas de esas fallas: los elevados índices de abstención electoral, que muestran el escepticismo que corroe a grandes
sectores del pueblo; la demagogia gubernamental a que descaradamente se han dedicado Santos y su carnal Vargas Lleras, algo que solo a Samper se le había ocurrido, desesperado por mantenerse en un cargo que conquistó deshonrosamente; la desinformación del electorado, así como su corrupción y el constreñimiento que sobre él ejercen las maquinarias políticas y los grupos al margen de la ley.
Capítulo aparte merecen la crisis de los partidos políticos y la ya mencionada mercenarización de la Gran Prensa.
Sobre lo primero, pienso que el Centro Democrático, ya próximo a obtener el estatus de partido político, ofrece unas muy interesantes perspectivas de renovación de nuestra institucionalidad política sobre las que habré de ocuparme en algún escrito posterior. Y de la jefatura de Marta Lucía Ramírez, por su parte, se espera que traiga consigo una muy saludable renovación del Partido Conservador, llamada a depurarlo de la repugnante escoria que se ha adherido a esa especie náufraga que se hunde bajo la bandera del santismo.
Acerca de cómo resolver la crisis moral de la prensa colombiana, no me atrevo a ofrecer propuesta alguna, Es cosa en extremo delicada. Me limito acá a hacerme eco de lo que acaba de escribir con su habitual maestría mi caro amigo José Alvear Sanín para “El Mundo”:
¿Aniquilar o fletar?
José Alvear Sanín
El destacado periodista Juan Gossaín llamó hace poco la atención sobre el lamentable comportamiento de muchos periodistas durante el actual debate electoral, en cuanto vienen informando de manera sesgada, carente de objetividad, mesura y equilibrio. Inmediatamente después de esas importantes declaraciones, varios comentaristas señalaron, con toda razón, la conducta bien diferente de los medios regionales, que informan a sus lectores, oyentes y videntes observando las normas de independencia y veracidad que tenemos el derecho de esperar.
La democracia exige que los sufragantes tengan libertad para elegir. Por tal razón, es fundamental disponer de una prensa (o medios) independiente, porque solo ella puede ofrecer libertad de información. La democracia rechaza, desde luego, la propiedad de la totalidad de los medios por parte del gobierno (Alemania nazi, URSS, China, Cuba, etc.). Por eso miramos con la mayor preocupación las actuaciones de la dictadura venezolana, tanto cuando cierra los medios como cuando deja sin papel a los que informan sobre las lamentables condiciones que ese pueblo soporta.
La libertad de información es tema bien difícil, porque no basta con tener medios de propiedad privada para que un país disfrute de información veraz y objetiva. Con frecuencia, grandes intereses económicos y financieros logran distorsionar la información, bien sea a través de la adquisición de medios, o inundando con pauta las publicaciones que les son favorables y retirándola de las que no siguen la línea trazada.
Esa situación es reprobable, pero lo es aun mas cuando es el gobierno el que “fleta” los medios con abundante propaganda oficial directa, o pagando páginas y programas de aparente información, o subsidiando con dádivas a periodistas, directores, locutores, etc.
Muchos gobiernos logran así mantener la ilusión de la “prensa libre”, cuando en realidad la manipulan totalmente para engañan al electorado y mantenerse en el poder.
Desde luego, la tentación de “dejarse comprar” crece en estos tiempos de penuria, por la incesante reducción de los tirajes y las audiencias, a medida que las gentes emigran hacia las redes sociales como proveedores de información, no siempre fiable, como sabemos.
Muchas gentes sensatas en Colombia lamentan que los grandes medios den la impresión de haberse puesto incondicionalmente al servicio de la campaña reeleccionista, tanto de manera activa como en forma pasiva, omitiendo información esencial en temas tan importantes como el de las exorbitantes y absurdas concesiones a las Farc en las negociaciones de La Habana.
Todo esto da pábulo a interpretaciones muy desfavorables sobre sus propietarios y varios columnistas; y les resta la credibilidad de la que depende el futuro de esos órganos. Incluso hay quienes afirman que lo anterior es tan grave como la aniquilación de la prensa en la desventurada Venezuela.
Como escribo en un diario que tirios y troyanos reconocen como independiente, equilibrado y objetivo, tengo la fortuna de poder comentar libremente grandes y delicados temas nacionales, como este.
Don Juan Carlos también puede ser recordado como alguien infiel siempre a sus juramentos, ávido comanditario de proficuas influencias y cazador de grandes y maravillosos animales en peligro de extinción.
Así como el calculado silencio llevó al Dr. Villegas a la Embajada en Washington, similar retribución puede esperar al General Mora Rangel, por su asentimiento oportunista y felón.
Admirable la protesta de los brasileños en rechazo de la alienación futbolera que roba a los pueblos hospitales, escuelas y carreteras para construir opulentos estadios, cuando los mismos partidos podrían celebrarse en las canchas existentes.
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Cierro estas líneas alertando sobre las severas dificultades que tendrá que afrontar el próximo gobierno, cualquiera sea el triunfador el próximo domingo: una opinión dividida, un congreso difícil, una economía con inquietantes síntomas de deterioro, una coyuntura internacional incierta, unos diálogos de paz con pronóstico reservado.
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