MATRIMONIO Y LIBERTAD
El marxismo cultural no es nuevo ni “progresista”; es el viejo gnosticismo, en el ropaje más actualizado de las “religiones políticas
Matrimonio y Libertad
El marxismo cultural no es nuevo ni “progresista”; es el viejo gnosticismo, en el ropaje más actualizado de las “religiones políticas
Por Alberto Mansueti
Septiembre 18 de 2017
Sí, ya sé: soy soltero y no me cabe hablar de matrimonio; pero no trata este artículo del matrimonio, sino de la defensa del matrimonio, y de la defensa de la libertad, íntimamente unidas.
Ni hablaré yo; resumiré el gran discurso de la Dra. Anca María Cernea: casada, y Presidenta de la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest, Rumania, en el “Foro por la Vida”, en Roma, Italia, el 7 de mayo de 2016, sobre “Marxismo cultural, amenaza a la familia”. Está en Internet.
Porque aún hay muchos cristianos “en defensa de la vida, el matrimonio y la familia”, que apoyan las políticas económicas del marxismo del siglo XX, en contra del liberalismo. Y muchos “defensores de la libertad”, en la economía, que apoyan el marxismo cultural, en contra de la vida, el matrimonio y la familia. Son dos posiciones incoherentes. Y la incoherencia es garantía de derrota en los combates ideopolíticos, como bien demostró Ayn Rand; y en este punto la Dra. Cernea estaría de acuerdo.
(1) “Esta es una guerra espiritual”, comenzó la Dra., y citó Efesios 6:12. Sé que eso no interesa a los no creyentes, pero ruego saltar y seguir leyendo, por favor. Muchos cristianos han visto demasiadas películas de Star Wars; pero la lucha entre el bien y el mal no es con espadas fluorescentes, sino con premisas opuestas. Y es en el campo de la cultura, la prensa, la política (internacional y doméstica), la economía, la educación y la “salud pública”.
(2) El propósito del mal incluye un Plan de Reingeniería social y humana, a escala planetaria. Y para cumplirlo, en el siglo pasado se apoderaron del “Estado de Bienestar”, desarmando a las familias y a las instituciones privadas, sometidas a la “planificación central” de la economía que nos empobrece, a la educación estatal que nos embrutece, a la medicina socializada y al “Seguro Social” que nos somete, por estas vías también, al control totalitario y absoluto de los gobiernos.
(3) El marxismo cultural no es nuevo ni “progresista”; es el viejo gnosticismo, en el ropaje más actualizado de las “religiones políticas”, y la Dra. Cernea cita a Eric Voegelin. Y a Alain Besançon: el nazismo fue una inversión satánica del judaísmo, pretendió salvación terrenal mediante otro “pueblo elegido”, los arios; así el comunismo lo fue del cristianismo, pretendiendo salvación universal con el Banco Central, los Ministerios de Educación, Salud, Bienestar, Deporte, Felicidad etc.
(4) Con la subversión cultural, el marxismo pretende lograr lo mismo que antes con la fuerza del voto en países occidentales, y con la invasión militar en Rusia, China y casi el orbe entero. No hay ruptura ni discontinuidad con el marxismo clásico. Cita a Hannah Arendt: “la meta no es la transformación revolucionaria de la sociedad o del mundo exterior, sino de la propia naturaleza humana”.
(5) La retórica contra el “individualismo”, el “consumismo”, la “desigualdad” y el “materialismo”, se origina en la Escuela de Frankfurt, que en los años ’40 se mudó a EEUU, y ha ingresado en la Iglesia católica, se lamenta la Dra. Cernea, quien ya le ajustó clavijas al Papa Bergoglio, en el Sínodo sobre la Familia, mayo de 2013, también en Roma.
(6) La Escuela de Frankfurt es la vertiente más conocida del marxismo cultural, pero sus dichos son un tanto ambigüos a veces, por sus pretensiones “académicas”; otros exponentes hablan mucho más claro, Gramsci entre ellos: su lucha es contra la religión cristiana, y el catolicismo en particular; y el método es la infiltración ideológica.
(7) “Occidente” no es homogéneo, por eso las esperanzas son reales. Cierto que la podredumbre moral, cultural e intelectual se ha extremado; pero hay resistencias. Los despotismos ruso, chino e islamistas en cambio, castigan la disidencia mucho más brutalmente, y la suprimen. Por eso son falsas las esperanzas de quienes ven aliados potenciales en Moscú, Pekín, Teherán o Ryad.
(8) Donde hay ruptura y discontinuidad es en la Iglesia Católica. Antes de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, las condenas al comunismo eran claras, firmes e intransigentes. Pero eso se acabó.
(9) Hasta que llegó el Papa Juan Pablo II, con la Encíclica Centesimus Annus, y rompió con las vacilaciones, asumiendo valientemente la defensa de los Gobiernos limitados, los mercados libres y la propiedad privada; en una palabra: el capitalismo liberal.
(10) Pero en muchas partes del mundo, la izquierda gana elecciones gracias al voto católico y cristiano confundido, porque le promete “poner coto al capitalismo salvaje”; y así abonan el campo al marxismo cultural. Ya no hay políticos cristianos consistentes y pro-libre mercado, como p. ej. Robert Schuman, Alcide de Gasperi y Konrad Adenauer, fundadores de la vieja comunidad europea en los ‘50. Incluso políticos de inspiración cristiana aprobaron leyes pro-aborto como Giulio Andreotti en Italia (1978), y Wilfried Martens en Bélgica (1990). Ni hablar de América Latina, donde varios antiguos terroristas de los ‘60 y ‘70 son hoy Presidentes.
(11) El Papa Bergoglio ha firmado dos Encíclicas plenas de mentalidad anti-capitalista: Evangelii Gaudium y Laudato Si, “políticamente correctas”. Sin embargo, en los países socialistas, el robo y la violencia son políticas estatales, y la corrupción se hace endémica. “Yo sé porque padecí el socialismo” dice la Dra. Cernea; “surge una brecha mucho más grande que la anterior, entre la nueva clase privilegiada y sus súbditos esclavos”. Si no me cree, vaya a Cuba o a Venezuela.
(12) La Dra. Cernea sigue trazando los paralelos entre las dos variedades del marxismo. Una cosa es el desenfrenado apego a las posesiones y riquezas materiales; otra cosa es el marxismo clásico, que expropia a los privados, y arruina la economía de la gente. Una cosa es lujuria y desenfreno sexual; otra cosa es el marxismo cultural, que hace leyes en base a la ideología de género, y descompone el tejido cultural y social de la civilización.
(13) La defensa de la familia no es sólo en el púlpito de la Iglesia; “es en el espacio público y el terreno político”. Cito: “Nuestros objetivos pro-vida y pro-familia son de vital importancia. Pero si sólo nos centramos en ellos, sin importa el resto, tampoco podremos mantenerlos, si el otro lado nos controla en todo lo demás: el idioma, la cultura, la educación de los medios, la legislación, la economía, la vida pública, el gobierno, la atención de la salud. No debe sorprender que toda victoria que podamos ganar para el matrimonio y la familia, en el mejor de los casos, será de corta duración.”
(14) La última parte es genial: sobre trampas del lenguaje, la mayoría silenciosa, y la formación de partidos políticos. Cierra con la gran pregunta: ¿Y ahora qué hacemos? “¿Cómo arreglamos el mundo?”
Sabemos que no es posible eso que los socialistas nos prometieron: el Paraíso en la tierra. Pero ellos han hecho de la tierra un infierno. Así que nuestra meta es un mundo más normal, más acorde con el sentido común y no con la locura, con la justicia y no con la injusticia. Para los creyentes, es buscando “Primero el Reino de Dios”, y eso “vendrá por añadidura”, según Mateo 6:33.
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