SANTOS Y SU EXTRAÑO COMPROMISO DEL 20 DE JULIO

Santos remangado

Santos y su extraño compromiso del 20 de julio

Ante el desprestigio creciente de la farsa de la paz en La Habana, hay que golpear las conciencias con decisiones irresponsables y brutales y, al mismo tiempo, inmovilizar y desorganizar al ejército para que los enemigos de Colombia puedan aumentar sus operaciones de terror físico y psicológico en más y más departamentos

Eduardo Mackenzie
Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie *

13 de julio de 2015

¿Qué es ese presidente que tenemos en Colombia que deja masacrar a su país, al pueblo que lo eligió dos veces, sin tomar medidas para protegerlo? Santos hace eso. Deja masacrar a sus conciudadanos, y deja que el narcoterrorismo destruya la infraestructura energética de la nación sin hacer nada. Su respuesta a los ataques de las Farc y del otro brazo armado comunista, el Eln, no ha sido la de golpear a los frentes terroristas que están poniendo bombas, asesinando colombianos, tumbando helicópteros, destruyendo oleoductos, demoliendo torres eléctricas y secuestrando militares en estos días. Su respuesta ante esa ola depredadora (que dejó en los últimos días un militar secuestrado, dos militares muertos y 20 heridos, civiles y militares, en Bogotá y en los departamentos de Huila, Caquetá, Putumayo y Cauca) es hacer como si esos hechos no hubieran ocurrido y desviar la atención hacia las “negociaciones de paz” en La Habana, tinglado de todas las traiciones.

En ese escenario él acaba de aceptar, una vez más, aún antes de que la sangre de las víctimas se hubiera enfriado, la propuesta de los verdugos del pueblo: la parálisis de las Fuerzas Militares y de Policía en Colombia (lo que sus negociadores llaman hacer un “proceso de desescalamiento de las acciones militares”.

Santos deja masacrar al pueblo y a la fuerza pública. Deja que el castrismo armado destruya la economía del país. Lo hemos visto en estos días. Ese mandatario viola la Constitución la cual le exige “conservar el orden público en todo el territorio y restablecerlo donde fuere turbado”.

Santos no lo hace pues está respetando, de oficio, de antemano, un acuerdo no escrito con las Farc de “desescalar las acciones militares”. Por eso la ola de atrocidades no fue seguida de contramedidas. Fue seguida, eso sí, de un vistoso desfile aéreo en Rionegro donde pilotos de aviones y helicópteros de combate mostraron sus habilidades y aptitudes.

Lo que los negociadores de Santos en La Habana acaban de firmar es lo que ya estaba vigente, sin que nadie hubiera firmado nada: avanzar hacia “el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo”.

Juan Manuel Santos e Iván Cepeda
Juan Manuel Santos e Iván Cepeda

Visto desde un ángulo más amplio, el plan que acaban de revelar, y que fue anunciado ayer bajo el ojo atento del cubano Rodolfo Benitez, es ese: ante el desprestigio creciente de la farsa de la paz en La Habana, hay que golpear las conciencias con decisiones irresponsables y brutales y, al mismo tiempo, inmovilizar y desorganizar al ejército para que los enemigos de Colombia puedan aumentar sus operaciones de terror físico y psicológico en más y más departamentos. Solo así podrán imponer, en fin, sus exigencias estratégicas en el tinglado de La Habana. Es el típico accionar de la guerra asimétrica. Por eso se equivocan quienes se consuelan diciendo que las acciones terroristas de estos días muestran “la debilidad de la guerrilla”, y que el “combate estratégico” está ganado por el Estado. Error. Es lo contrario. Esas acciones muestran que la guerra asimétrica avanza y produce resultados óptimos en el campo político, que es el principal.

El camino trazado por la dictadura cubana, el verdadero poder rector de las negociaciones en curso, es ese. Para ese poder es indispensable doblegar a la opinión pública colombiana que resiste como puede, en medio de la incomprensión de tantos en el campo internacional, y que resistirá por siempre, a que su país sea entregado a Cuba, a través de un cogobierno entre Santos y las Farc, que es el verdadero perfil del llamado “postconflicto”. Tal es la agenda de esa gente para lograr el fin de la Colombia democrática.

Santos está de acuerdo con ese desenlace desastroso pues él está convencido, como ha dicho en público, que la única salida es capitular ante las Farc. Estas, dice Santos, no pueden ser vencidas “en 10, 15 o 20 años”. Por ello el mejor “negocio” (sic) es la paz. Santos dijo eso en medio de la ola de atentados que sacudía al país, ola que él no ha intentado siquiera contener. Dijo tales despropósitos ante los empresarios de Antioquia, el 10 de julio pasado, con el mayor cinismo, sin ningún acento en su voz, para aterrorizarlos más. La pregunta que muchos se hicieron fue: ¿Si eso es así qué está negociando Santos en La Habana?

Santos, además, se equivoca. Todas las guerrillas en Latinoamérica, que la URSS y Cuba crearon y sostuvieron, fueron derrotadas. El único país que no ha logrado salir de ese infierno  es Colombia. En los otros países esas bandas fueron desmanteladas o, reducidas a muy poco, como hizo Perú con Sendero Luminoso. La clave fue que ningún país se dijo que era imposible derrotarlas. Si en Colombia subsisten esas dos estructuras es porque hay gente como Santos que las cree invencibles.

Santos prometía luchar contra el terror. Ahora dice que éste es invencible. Ese es el Santos que conocemos desde que llegó al solio de Bolívar: el que dice una cosa y su contrario, unos días después o el mismo día, en otra reunión o en la misma reunión, en un salón diferente o en el mismo discurso. Santos no hace eso por distraído. Lo hace porque ese es su método: decirle todo y su contrario a Colombia para que Colombia no entienda qué pasa en el país, ni qué piensa el jefe del poder ejecutivo y, sobre todo, para que no pueda vislumbrar la meta real de los acuerdos con las Farc. Es una maña de tahúr, de dictador suicida, de alguien que busca crear la impresión de que la única solución al embrollo  geopolítico que él ha creado, es la peor: la suya.

@eduardomackenz1

 

*Periodista, autor de Las Farc,  fracaso de un terrorismo (Editorial Random House-Mondadori, Bogota, 2007,569 paginas). 

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