TERROR REVOLUCIONARIO CONTRA ACEVEDO Y MACKENZIE
“Las verdades de Marx y Lenin, lejos de marchitarse, cual lo pregona la burguesía que carece de respuesta para los interrogantes de la actualidad, volverán a ponerse de moda”. (Francisco Mosquera, Resistencia civil, Tribuna Roja, 1995, p. 491).
Terror revolucionario contra Acevedo y Mackenzie*
“Las verdades de Marx y Lenin, lejos de marchitarse, cual lo pregona la burguesía que carece de respuesta para los interrogantes de la actualidad, volverán a ponerse de moda”. (Francisco Mosquera, Resistencia civil, Tribuna Roja, 1995, p. 491).
Por Carlos Romero Sánchez
Agosto 26 de 2015
Uno de los bárbaros de la gran caverna ha salido armado con su látigo de hoces y de martillos, con su maza de cuchillas y de púas revolucionarias, con su afilada hacha habanera apuntando, con su mirada diabólica dirigida por su puntiaguda y cortante lanza, contra las cabezas de Darío Acevedo Carmona y Eduardo Alejandro Mackenzie. ¿El motivo de la rabia? Acevedo Carmona afirma en su artículo Terrorismo y comunismo que el terror ha sido un medio utilizado sistemáticamente por los socialistas “científicos”. (Ver: http://www.elespectador.com/opinion/terrorismo-y-comunismo). Afirmación confirmada por la realidad y por los numerosos estudios históricos.
El escrito del profesor antioqueño desató la ira de Horacio Duque Giraldo que desde la página ANNCOL utilizó su látigo y su maza contra Acevedo Carmona en dos sendos pasquines: ¿Cómo desescalar el anticomunismo? y ¿Cómo desescalar al anticomunista Darío Acevedo Carmona? (Ver https://anncol.eu/index.php/editorial/item/1258-como-desescalar-el-anticomunismo y https://anncol.eu/index.php/editorial/item/1475-como-desescalar-al-anticomunista-dario-acevedo-carmona-ii). A los pocos días Eduardo Mackenzie se batió en defensa del docente en un contundente artículo: En defensa de Darío Acevedo Carmona. (Ver: https://www.periodismosinfronteras.org/en-defensa-de-dario-acevedo-carmona.html).
El analista bogotano les recuerda a los comunistas de todas las calañas que ellos no han hecho absolutamente nada para mejorar las condiciones de la sociedad sino que han sido los más feroces opositores al progreso, les recuerda que el PCC ha sido el más ingente nido de felonías, de falacias y de patrañas contra Colombia, monopolio que comparte con la izquierda, y les recuerda que el PCC ha creado y dirigido a las FARC, su banda criminal. El “eximio académico” de ANNCOL, enardecido ante semejante sacrilegio, empleó su hacha y su lanza contra el autor del libro Las FARC fracaso de un comunismo de combate, divulgando otro libelo. (Ver: http://anncol.eu/index.php/opinion/item/1572-horacio-duque).
En sus diferentes ataques, el “académico” Duque Giraldo ha empuñado como método “científico” la descalificación personal, los apelativos humillantes, la mentira compulsiva y la amenaza para “debatir” el tabú quebrantado por Acevedo y Mackenzie.
Desentrañemos someramente lo que ha desencadenado la furia de los hitleromarxistas contra el historiador de la Universidad Nacional y contra el autor de El enigma IB.
¿Será cierto, como patalean los anncolianos y numerosos profesorcitos de la Javeriana, de los Andes y de la Nacional, que la fe comunista reprueba el terror, la violencia? Pues, para rabia de la izquierda, del MOIR, de León Valencia Agudelo, alias ‘Gonzalo’, de Gustavo Francisco Petro Urrego, alias ‘Aureliano’, de Ever Bustamante García, alias ‘Marcos’, de los numerosos marxistas e izquierdistas apoltronados en el centro “democrático”, del PCC-FARC y de su amanuense fascista Horacio Duque Giraldo, el dogma comunista avala el uso del terror y lo llama abiertamente terror. Acerca de este tema lo habíamos tratado en el escrito FARC, banda marxista-leninista, pero observando la contumaz ceguera anncoliana y su comportamiento gansteril no sobra recordarles los llamados al terror adscritos en los textos doctrinales socialistas. (Ver: https://www.periodismosinfronteras.org/farc-guerrilla-marxista-leninista.html).
El terror revolucionario. Acudamos a Lenin, uno de los venerados ídolos de la izquierda mundial, para saber si Acevedo y Mackenzie nos mienten o si Horacio Duque es, como buen marxista, como buen izquierdista, un compulsivo escamoteador profesional. Tomamos las obras completas de la editorial Cartago de 1958.
En 1901 Lenin publicó en Iskra un lacónico texto titulado ¿Por dónde empezar? En ese folleto, que será el germen de su célebre libro ¿Qué hacer? de 1902, prescribe: “En principio, nosotros nunca hemos renunciado ni podemos renunciar al terror. El terror es una de las formas [de lucha] de la acción militar que puede ser aplicable, y hasta indispensable, en un momento dado del combate, en un determinado estado de las fuerzas y en determinadas condiciones”. (Vol. 5, p. 15). Y explica las cláusulas necesarias para que el terror cumpla su objetivo revolucionario: debe estar dirigido por una organización revolucionaria central, el partido, es su dirección la que ordena cuando debe utilizarse el terror y esa organización revolucionaria central debe estar “unida” a las “masas explotadas”.
En otro artículo publicado en Iskra Lenin insiste en que el único terror valedero es el dirigido por un partido revolucionario. De 1902 y titulado Aventurerismo revolucionario el líder totalitario fustiga a los socialistas revolucionarios porque el terror perpetrado por ellos no está en “estrecha relación con el hecho de que, desde el primer día, se mantuvieron y siguen manteniéndose hoy al margen del movimiento revolucionario, sin aspirar siquiera a convertirse en el partido dirigente de la clase revolucionaria que libra su lucha de clases”. (Vol. 6, p. 191). Aquí reitera que el único terrorismo “benévolo” y eficaz es el del partido marxista, el del partido creado por Lenin que será conformado por militantes adoctrinados, los revolucionarios profesionales, que deberán absoluta obediencia a un reducido clan de comunistas, el centralismo democrático, quienes serán los llamados a decretar cuando deben lanzarse a la batalla, serán los designados a ordenar cuando la violencia, el terror y las múltiples formas de luchas son las adecuadas para ganar la calle, el poder, la hegemonía cultural pues, en principio, ninguna forma de lucha debe rechazarse, ni siquiera la violencia y el terror.
Y acerca de esto, a renglón seguido continúa: “Debemos tener presente que el partido revolucionario sólo merece ese nombre cuando de hecho dirige el movimiento de la clase revolucionaria. No debemos olvidar que todo movimiento popular reviste formas interminablemente diversas, elaborando constantemente nuevas formas, echando por la borda las viejas y creando variantes o nuevas combinaciones de las viejas y de las nuevas. […] no atreviéndonos a predecir la forma de las manifestaciones, no prometiendo que ellas determinarían una transferencia inmediata de fuerzas, ni iluminarían las mentes, ni que se asegurarían una especial inaprehensibilidad. Y cuando las manifestaciones se consolidaron, comenzamos a llamar a su organización y al armamento de las masas y planteamos la tarea de preparar la insurrección popular. Sin negar para nada, en principio, la violencia y el terror, exigimos que se trabajara para preparar aquellas formas de violencia que contaran con la participación directa de las masas y aseguraran esta participación”. (Vol. 6, p. 191).
Resaltemos que en este escrito Lenin plantea la combinación de todas las formas de lucha. Dicha formulación no fue un invento de Gilberto Vieira como vociferan con ululantes alaridos los hipócritas comunistas moiristas y la generalidad izquierdista, sino que es algo propio del agitprop marxista en su plan conspiratorio para la toma del poder. “Condenar” solamente el secuestro, el terrorismo o la combinación de todas las formas de lucha no deja de ser una burla a los colombianos y a todos los que amamos y defendemos la libertad en el continente americano. Esas “condenas” son muy frecuentes escucharlas, por ejemplo, en el senador comunista Jorge Enrique Robledo Castillo (Ver: http://tribunaroja.moir.org.co/ROBLEDO-EN-EL-SENADO.html). O bien en el librito Armas y urnas de Steven Dudley que, entre propaganda y medias verdades, propala el embuste de que la tragedia de la izquierda y de la UP ha sido la fórmula de la “combinación de todas las formas de lucha de masas”. El marxismo ni rozarlo con el pétalo de una rosa.
Y en una perfecta línea de continuidad con sus escritos de 1901 y de 1902 Lenin, ya en el poder junto con el Partido Comunista, mientras transcurría el año de 1920 escribió La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, donde redunda: “Claro es que nosotros condenábamos el terror individual únicamente por motivos de conveniencia; pero las gentes capaces de condenar ‘en principio’ el terror de la Gran Revolución Francesa, o, en general, el terror ejercido por un partido revolucionario victorioso, asediado por la burguesía de todo el mundo, esas gentes fueron condenadas para siempre al ridículo y al oprobio en 1900-1903, por Plejanov, cuando éste era marxista y revolucionario.” (Vol. 31, p. 28).
Como leemos en las diversas citas expuestas el criterio de Lenin y de los marxistas para utilizar el terrorismo es la eficacia en la lucha revolucionaria, no si es bueno o malo moralmente: su criterio es meramente instrumental. Por otra parte, Lenin condena, por conveniencia, un terror: el terror individual utilizado por los anarquistas, por los comunistas libertarios o por los otros movimientos socialistas los cuales, según el líder bolchevique, al no estar adecuadamente organizados y al no tener ningún “vínculo” con las “masas proletarias”, emplean indebidamente esa forma de lucha. A esta presunta deriva la denomina aventurerismo revolucionario o violencia plebeya o violencia aventurera. Terrorismo heroico pero inútil, aclara Lenin.
Convalidado el terror revolucionario dirigido por el partido leninista: quiénes serán, entonces, los encargados de aplicar aquella forma de lucha. Irritado Lenin porque algunos de sus copartidarios no seguían las prescripciones tácticas que él dictaminaba, se creyó compelido a escribir Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, texto de 1905. Para sustentar su alegato, el próximo dictador comunista cita la resolución del III Congreso del Partido Socialdemócrata de Rusia celebrado en Londres en 1905. En uno de los apartados de la resolución, el III Congreso marxista encargó que se deben “tomar las medidas más enérgicas para armar al proletariado, y también para la elaboración del plan de insurrección armada y de su dirección, creando para ello, en la medida que sea necesario, grupos especiales de militantes del partido”. (Vol. 9 p. 67). Es así: el aparato armado, el aparato de terror es conformado por cuadros provenientes del seno del partido. A esto el caudillo socialista lo llama el “ejército revolucionario”. El PCC no ha defraudado a Lenin. Desde mediados de los años veinte del siglo pasado hasta nuestros días la dirección de ese partido ha ido estructurando y dirigiendo, con sus “ligas campesinas”, con su “movimiento guerrillero”, con su “movimiento alzado en armas” y con su “autodefensa”, las sucesivas y numerosas bandas armadas que luego bautizará con la sigla FARC.
Bombas, cuchillos, fusiles. ¿Y el “ejército revolucionario” es algún objeto decorativo? En septiembre de 1905 tras un violento asedio a la prisión de Riga 70 hombres armados de su “ejército” -es decir, una banda armada del partido- “liberó” a dos “presos políticos”. En el letal ataque fueron asesinados tres policías. Exultante por esas muertes y por el éxito del atentado, Vladimir Illich Ulianov señala, en su De la defensa al ataque de 1905, que es necesario “propagar en vasta escala esta idea [lo sucedido en Riga], pasar a formar estos destacamentos [los grupos armados], dotarlos de toda clase de armas, desde cuchillos y revólveres hasta bombas, pasar a instruir y educar militarmente a estos destacamentos”. (Vol. 9, p. 270). Sí: bombas e instrucción en guerra de guerrillas!!! Y enseguida destaca: “Afortunadamente, han pasado los tiempos en que por falta de un pueblo revolucionario [es decir, por falta de su partido integrado por cien pelagatos] ‘hacían’ la revolución terroristas revolucionarios aislados [los anarquistas]. La bomba ha dejado de ser el arma del ‘petardista’ individual [el anarquista] y ha pasado a ser el elemento necesario del armamento del pueblo”. Aquí está la crítica, por conveniencia, al terror “individual”, el de los anarquistas, pero al existir el auténtico partido revolucionario, el de Lenin, el terror y la bomba se transforman automáticamente en armas indispensables. Aclaramos: cuando cualquier socialista habla del “pueblo” se refiere a su minúsculo círculo, movimiento o partido político que lo rodea.
Aquí no termina el elogio a la bomba y a la dialéctica de las pistolas y de los cuchillos. Enfurecido Lenin porque los acontecimientos insurreccionales de febrero de 1905 fueron desaprovechados por no estar debidamente planeados, en su pasquín Al comité militar anexo al comité de San Petersburgo grita: “¡Yo veo con espanto, sí, Dios mío, con verdadero espanto, que hace más de un año se está hablando de bombas y no se ha fabricado ni una sola!”. E indica que para robustecer a sus cuadrillas armadas se deben crear, lo antes posible, pandillas de combate entre los “estudiantes” y los “obreros” –es decir, infiltrar las universidades y los sindicatos-, exigiéndoles que “se armen ellos mismos, con lo que cada uno pueda, quien con un revólver, quien con un cuchillo, quien con un trapo impregnado de kerosene para provocar incendios”. (Vol. 9, pp. 334-335).
No obstante, la enorme preocupación que albergaba Lenin porque sólo se hablaba de bombas pronto la zanjó en el mismo escrito cuando conmina a los propagandistas del partido a que deben suministrar a cada bando armado, él las llama dizque “destacamentos”, “breves y sencillas fórmulas para la fabricación de bombas, deben explicarles de la manera más elemental todos los tipos de trabajos a realizar y después dejar que ellos mismos desplieguen toda su actividad”. (Vol. 9, p. 336). Y con esa instrucción político-criminal algunos grupos comunistas “desde ahora mismo, darán muerte a un confidente de la policía, provocarán la voladura de una comisaría, otros emprenderán el asalto a un banco [En esto Stalin dictó clases magistrales] para la confiscación de medios con destino a la insurrección, otros realizarán maniobras o levantamiento de planos”. (Vol. 9, p. 336). Lenin tranquiliza a sus militantes a que se despreocupen si esas “acciones” puedan “degenerar en extremismo” pues es imprescindible que cada banda armada “realice su aprendizaje aunque más no sea zurrando a los guardias municipales”. (Vol. 9, p. 336). Bombas, robar, matar y zurrar. Que humanista es Marx, Lenin y el marxismo.
Y fascinado Lenin con las bombas, con el incendio y con la dialéctica pistolera, ese mismo año subraya, en Tareas del ejército revolucionario, que los “destacamentos” deben armarse de “fusil, revólver, bombas, cuchillos, puños de hierro, garrotes, trapos impregnados de kerosene para provocar incendios, cuerdas o escalas de sogas, palas para construir barricadas, minas de piroxilina, alambres de púas, [y] clavos”. (Vol. 9, p. 408). Aunada con toda esa panoplia para delinquir los comunistas tienen la misión de buscar casas para el combate callejero, “adecuadas para la lucha desde los tejados, para depósito de bombas, piedras, etc., de ácidos para arrojar sobre los policías […] así como también para alojar a los mandos, reunir informaciones, resguardar a los perseguidos [y] asilar a los heridos”. Señores del PCC: ¿no fue esto lo que sucedió el 9 de abril de 1948?
Otra “tarea” revolucionaria es la de “conocer la ubicación de los depósitos de armas, todos los comercios de armas de la ciudad”. (Vol. 9, p. 409). Al estipular que se conozcan todos los comercios de armas Lenin incluye también al mercado negro al que, con los dineros robado de los bancos, los izquierdistas deberán frecuentar para equipar a sus bandas terroristas. Esto es el indisoluble connubio crimen-marxismo, hampa-marxismo, por tanto, no es extraño que el PCC-FARC sea también un cartel narcomarxista.
Con toda esa armería a su disposición cuando existan las condiciones favorables para el ataque todo criminal comunista está obligado a “matar a los espías, a los policías, a los gendarmes, volar estaciones de policía, liberar detenidos, extraer del gobierno medios pecuniarios [es decir, robar los bancos donde los trabajadores y ciudadanos del común depositan sus ahorros] para emplearlos en la insurrección: estas operaciones ya se están llevando a cabo en todas partes; dondequiera que estalle la insurrección […] todo destacamento del ejército revolucionario [todo el bando armado] debe estar dispuesto para realizar operaciones semejantes”. (Vol. 10, p. 410). Indudablemente Lenin estaba engolosinado con el asesinato, con el crimen. Por otra parte, se desvela porque la izquierda profesa una veneración supersticiosa a personajes tan opacos como Fidel Castro, ‘Tirofijo’, Ernesto ‘che’ Guevara, Mao Tse Tung, Francisco Mosquera o Jaime Pardo Leal, por nombrar a algunos.
“Desescalar” es exterminar. Como vemos Lenin avala lo afirmado por Acevedo y lo sostenido por Mackenzie. Y oh sorpresa: el mismo Lenin refuta a Horacio Duque Giraldo, rebate a los profesorcitos universitarios que divulgan disparates en las aulas de clase y en artículos de medio pelo, manda a callar a todo el griterío izquierdista que hace todo lo posible para atiborrar de bruma el verdadero rostro de Lenin y del socialismo para luego presentarlos como los adalides de la bondad suprema.
¿Señor Duque Giraldo muéstrenos las presuntas mentiras que estos dos escritores estamparon en sus artículos? No esperemos a que lo haga: él dictamina “desescalar” que en el lenguaje marxista significa exterminar.
Toda la rencilla que han desplegado los liberticidas es porque Acevedo y Mackenzie han denunciado lo que sucederá si el socialismo llega a instaurarse en Colombia. Esa es la tan mentada “ampliación de la democracia” que los vasallos de Federico Engels y del Foro de Sao Paulo nos están imponiendo.
Por supuesto: para tener en claro todo este vasto panorama que nos ha expuesto un Mackenzie o un Peña o un Puentes o un Villamarín hay que señalar, como lo han hecho ellos y como hemos procedido algunos, que la tentación totalitaria que dinamita al continente es el comunismo. La supuesta explicación del “conflicto armado interno”, a la que es tan adicta el consorcio de profesorcitos, o la parroquial “amenaza terrorista” de Álvaro Uribe desechan de tajo el flagelo que agrede a Colombia, que subyuga a América, el socialismo, demostrando así que desconocen el enorme peligro que carcome a nuestras naciones.
Parece que estamos solos: ningún partido político colombiano, ningún líder político latinoamericano se opone al comunismo. Afortunadamente sobresalen las voces de los Mackenzie, de los Puentes, de los Peña, de los Londoño para alertar sobre la proximidad de la sociedad concentracionaria. Voces de las cuales los agresores comunistas ordenan “desescalar”.
Lo expresamos claramente: no estamos frente a un “conflicto armado interno”, no estamos frente a una “amenaza terrorista”: estamos frente a la agresión comunista. Los ataques contra Mackenzie y Acevedo son pruebas incontrovertibles.
*Este artículo había desaparecido de las publicaciones… Lo volvemos a publicar
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