TIMOCHENKO Y LA ÓPERA BUFA
Timochenko se equivoca. La resistencia civil no es “contra la paz”, como él pretende, es contra la claudicación de Santos ante el proyecto totalitario de las Farc, contra el acuerdo de impunidad
Timochenko y la ópera bufa
Timochenko se equivoca. La resistencia civil no es “contra la paz”, como él pretende, es contra la claudicación de Santos ante el proyecto totalitario de las Farc, contra el acuerdo de impunidad
Por Eduardo Mackenzie
15 de mayo de 2016
La propuesta hipócrita de Timochenko al ex presidente Álvaro Uribe comenzó mal. El jefe de la mayor banda criminal del continente, responsable de una guerra de agresión contra Colombia que lleva más de 50 años, el cabecilla de una organización narco-terrorista que no quiere reconocer ni reparar a sus víctimas y que dice que no pagará un solo día de cárcel por sus crímenes de guerra y de lesa humanidad, se monta en una enorme tribuna para lanzar desde un bunker de La Habana este grito estridente: el habla “en nombre de la civilización”.
¿Quién nombró a Timochenko para que hablara “en nombre de la civilización”?
¿De qué “civilización”? ¿La del sistema comunista que inventó el Gulag y la masacre de masas, que llevó a la muerte a decenas de millones de personas inocentes y a la destrucción de países enteros y que terminó por derrumbarse en diciembre de 1991 en medio del regocijo de las poblaciones de la URSS y Europa Oriental?
En la carta de este 14 de mayo, Timochenko le propone al ex presidente y senador Álvaro Uribe “conversar”. Si usted lee con atención el texto del jefe subversivo, verá que la propuesta que contiene es solo una charada, un gesto demagógico sin contenido. El montón de frases que él alinea una tras otra desemboca en una propuesta vaga: “conversar” y nada más.
La carta, sin embargo, es clara en un sentido: Timochenko deja ver que le causa horror la línea de lucha adoptada por el ex presidente Uribe y el Centro Democrático, y por todos los colombianos que ven como un desastre la capitulación de Santos ante las Farc. La idea de que el país rechaza tales imposiciones y apela a la resistencia cívica, pacífica pero masiva y por un largo periodo, el que sea necesario para derrotar esa impostura, no estaba dentro de los planes de Timochenko.
La carta de Timochenko deja ver ese temor. Él no quiere que los colombianos resistan. Les dice: ustedes no pueden entrar en resistencia pues los únicos “resistentes” somos nosotros. Y precisa: el que inició la “resistencia” fue Manuel Marulanda en Marquetalia. Error. Marquetalia no fue sino uno de los tantos golpes sangrientos de las Farc, fundadas mucho antes de 1964, dentro de un esquema de “guerra popular” destinada a entregarle el país a la URSS, para que ésta mejorara la relación de fuerzas con los Estados Unidos durante la Guerra Fría. Los que resistieron a esa infame agresión, fruto de una decisión política del Kremlin, fueron el Estado y la sociedad colombianos.
Luego la resistencia cívica de Colombia contra el intento avasallador de las Farc tiene raíces profundas y legitimas. La determinación de Colombia contra el falso “proceso de paz”, mostrado en las manifestaciones masivas del 2 de abril pasado en 25 ciudades capitales, es una muy mala noticia para el tándem Santos-Timochenko. Estos creen que podrán imponerle solapadamente al país aberraciones parecidas por el sólo hecho de que el gobierno central así lo exige.
Timochenko se equivoca. La resistencia civil no es “contra la paz”, como él pretende, es contra la claudicación de Santos ante el proyecto totalitario de las Farc, contra el acuerdo de impunidad. La resistencia cívica no es “azuzar la violencia”. Es, por el contrario, el medio que escoge la nación para protegerse de la violencia organizada de las Farc y de sus aliados extranjeros.
Timochenko invita al senador Uribe a “conversar”. A conversar, no a negociar. A conversar sobre la base de lo ya concedido miserablemente por Santos. Eso lo dice claramente Timochenko cuando habla de conversar “a partir de lo alcanzado”, es decir de lo que ahora ellos llaman el “acuerdo especial”, cuya letra menuda nadie conoce en realidad, y que quieren incorporar automáticamente al bloque de constitucionalidad sin que los colombianos tengamos la posibilidad de examinarlo, juzgarlo y rechazarlo o validarlo.
¡Ese es el famoso espíritu de “concordia” de Timochenko!
El cabecilla de las Farc no le propone al ex presidente Uribe negociar nada, sólo lo invita a “conversar” sobre “el futuro de nuestra nación”, es decir, charlar en el aire, prestarse a una comedia. En realidad, lo que le proponen al presidente Uribe es avalar, aceptar, acatar, lo pactado ya por las Farc con Santos. Le proponen “participar” pero sobre esa base viciada. Es decir, no le proponen que discuta realmente las condiciones de una paz realista y durable, que lleven a una concordia nacional real. No, nada de eso. Timochenko le está pidiendo al presidente Uribe que se suicide políticamente, que les firme un respaldo irrestricto a lo negociado por Santos. Eso es lo que Timochenko llama “deponer prevenciones”. Lo que él promueve es una ópera bufa, no una salida política.
Timochenko aspira a que Uribe se traicione a sí mismo y traicione al Centro Democrático y al país. La propuesta de Timochenko es una no-propuesta, una falsa invitación a dialogar. Es, una vez más, lo mismo de siempre: una baja maniobra para embaucar a los más crédulos, para mostrar una disponibilidad de paz que no existe, para fabricar una imagen destinada a seguir impresionando al Papa Francisco y al presidente Obama.
Tal subterfugio no puede ir muy lejos. El Senado americano está exigiendo que la paz descanse sobre la justicia y no que la justicia sea aplastada por la paz. Lo mismo ha dicho el gobierno español. En otras cancillerías europeas comienzan a ver ese asunto con nuevos ojos.
No sobra anotar que el famoso “acuerdo especial” es rechazado por líderes de la oposición y no sólo de ésta, como la senadora Claudia López, de la Alianza Verde, y hasta dentro de la misma Unidad Nacional. Santos y las Farc están cada vez más solos y acumulando errores.
Timochenko le propone a Uribe conversar en Cuba o “en suelo patrio”. Empero, Timochenko cierra esa posibilidad pues para él sólo se puede “conversar” sobre “lo ya acordado”.
El resto de la carta del jefe de las Farc es lo de siempre: la mentira delirante, la culpabilización de los demás, etc. Argumentando que “nadie es dueño de la verdad absoluta”, es decir que todo es relativo, Timochenko intenta forjar una imagen invertida de la realidad. “Los ocho años de su gobierno, doctor Uribe Vélez, hubieran podido ser de paz, pero se fueron en la más intensa confrontación de la historia nacional. Cuánta muerte, desolación y miserias ocurrieron por cuenta de ella”. ¿Desolación? Ocurrió lo contrario: el país volvió a vivir, a salir a las calles, a visitar la provincia, durante esos años. Cuando recordamos que las Farc trataron de asesinar al candidato Uribe durante la campaña electoral de 2002 y el mismo día de su posesión de su primer gobierno, sin que éste hubiera tomado la primera medida como jefe de Estado contra la barbarie fariana, cuando uno recuerda el restablecimiento de la autoridad y de la tranquilidad en el país, gracias a la política de la seguridad democrática, se hace evidente que la gesticulación lírica de Timochenko no tiene sentido.
Timochenko pretende mostrarse como un hombre generoso que le tiende la mano al senador Uribe. Vaya, vaya. Que mala opereta. Haga más bien un esfuerzo señor Timochenko: proponga negociar realmente, sin la camisa de fuerza de “lo alcanzado”.
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