BRASIL: DILMA ROUSSEFF Y EL PT EN PLENO VENDAVAL

Dilma no quiere aceptar que la izquierda que ella representa en el continente puede caer en el fango de la gran deshonestidad, que puede ser corrompida y corruptora y que puede ser ladrona

Dilma Rousseff y el PT en pleno vendaval

Dilma no quiere aceptar que la izquierda que ella representa en el continente puede caer en el fango de la gran deshonestidad, que puede ser corrompida y corruptora y que puede ser ladrona

Eduardo Mackenzie
Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie

14 de mayo de 2016

Dilma Rousseff no soporta la realidad de su proceso de destitución. No admite que haya sido suspendida de funciones legítimamente por el poder legislativo de su país. No concede que ese poder le reproche haber cometido graves delitos. No acepta otra condición diferente a la de víctima inocente. No aguanta que le prueben que ha sido puesta fuera de juego por falsificar las cuentas del Estado, en un intento por hacer creer a los brasileños que su gestión económica era impecable. No tolera que le cobren el haber encubierto los déficits presupuestales de su país y haber disimulado la crisis creada por su falso “Estado de bienestar” llevando a las arcas públicas, sin permiso del Congreso, dineros prestados por bancos estatales.

Dilma Rousseff, de 68 años, no admite que ha sido defenestrada (aunque sea provisionalmente, y por 180 días, mientras es juzgada definitivamente por la Cámara Alta), y que ha perdido la confianza de los brasileños, por haber también jugado presuntamente un papel central en el tremendo caso de Petrobras, que la prensa internacional describe como el “mayor escándalo de corrupción económico-político de la historia de Latinoamérica”. Se trata, en efecto, de un affaire descubierto hace dos años. Su monto podría ser de más de 2.000 millones de dólares. Este expediente dará mucho de qué hablar pues, además, el Supremo Tribunal Federal acusa a la presidente suspendida de obstrucción de la justicia por su actitud ante ese asunto. El índice actual de favorabilidad de Rousseff, según las encuestas, es apenas del 10%.

Para esquivar la humillación de verse destituida por esas razones, por haber faltado a su deber de jefe de Estado, Dilma Rousseff monta un show patético. Amenaza al país con seis meses de bochinches y violencias callejeras: “La población sabrá decir no al golpe”. Ella acusa a los otros, a sus ex aliados, y escupe sobre su juez natural, el poder legislativo.  Dice que ellos, el Senado y la Cámara de Diputados, orquestaron “un golpe” [de Estado] contra ella, un “golpe moderno” e “inconstitucional” destinado, dice, a satisfacer los más bajos instintos de “la derecha” y del “fascismo”, pues quieren sacarla a ella y al Partido de los Trabajadores del poder para hambrear al pueblo: “Lo que está en juego son las conquistas de los últimos 13 años, las ganancias de las personas más pobres y de la clase media”.

Mujica, Dilma Rouseff y Juan Manuel Santos
Dilma

La responsable de la recesión económica actual dice que los delincuentes son los otros. Ella es inocente y las mayorías que la destituyeron son viles “enemigos del pueblo”. Y reitera: “Lo que está en juego es el respeto a las urnas, a la voluntad soberana del pueblo brasileño y la Constitución”.

Dilma no quiere aceptar que la izquierda que ella representa en el continente puede caer en el fango de la gran deshonestidad, que puede ser corrompida y corruptora y que puede ser ladrona. Esa izquierda es, según ella, siempre límpida, honesta, pacífica y desinteresada. Es lo que quiere que creamos. En realidad, lo que están probando los congresistas brasileños es que, por el contrario, esa izquierda es lamentable, y peor, es depravada, sin agallas y sin valores. La credibilidad de la izquierda latinoamericana cae de nuevo por lo hecho por Rousseff.

El proceso de impeachment  en curso prueba que haber llevado a la presidencia de un gran país a una ex guerrillera que nunca se arrepintió de sus crímenes no es jamás un acto banal que puede terminar en forma satisfactoria para las mayorías, para la economía y para las instituciones democráticas. Esa es una lección importante que debe ser aprendida sobre todo por los colombianos, en momentos en que desde la cumbre del gobierno se le quiere imponer al país, arbitrariamente, la impunidad y el liderato político de criminales endurecidos, los jefes de las Farc.

Ciertos analistas pro PT sugieren que el proceso de impeachment fue la conjura de unos pocos. En verdad, fue el resultado de movilizaciones populares de gran amplitud contra el gobierno. Las mayorías respaldan de hecho ese proceso. El 61% de los brasileños está a favor del impeachment de Rousseff.  Sin ese apoyo masivo tal evolución no habría sido posible.

Los trece años del PT en el poder terminan así, con ese derrumbe espectacular de Rousseff  (y por ende de su mentor Luis Inacio ‘Lula’ da Silva) y en una pérdida enorme de adherentes. Salvo un espectacular retorno a la situación anterior, ese experimento termina con el fracaso del capítulo más logrado hasta ahora en la larga aventura de la izquierda continental. Lo del PT fue mucho más importante que la catástrofe violenta y depredadora del castrismo en Cuba, más que el convulso gobierno de Salvador Allende, más que la dramática destrucción de Venezuela, víctima de un Chávez que acabó las libertades y saqueó los recursos de su propio país para apuntalar, por razones ideológicas, la dictadura agónica de Cuba.

Dilma y Lula
Dilma y Lula

Los gobiernos de Lula y de Rousseff fueron el máximo éxito de la izquierda del hemisferio. Nunca antes esa corriente había llegado tan lejos. Lo de Cuba es apenas un avatar, sangriento y expansionista, pero de poco valor estratégico por aparecer como un régimen detestable y no viable. La llegada al poder del lulopetismo en Brasil, y su permanencia en el palacio de Planalto durante 13 años, fue el auténtico triunfo, si se tiene en cuenta el gran peso demográfico, económico y geopolítico de Brasil.

La plataforma así montada en ese país reforzó todos los grupos y proyectos antiliberales de las diferentes fracciones de izquierdas del hemisferio, desde las más moderadas, hasta las más violentas, como el de las Farc en Colombia. No es por casualidad que la secta internacional subversiva más peligrosa del continente, el Foro de Sao Paulo, haya sido fundada en Brasil por Lula y Fidel Castro.

Esas bandas, grupos y partidos fueron nutridos por las estructuras de corrupción del PT, en donde se cruzan dineros opacos de los gobiernos chavistas, junto con dineros mal habidos del PT. Todo eso, el episodio Lava Jato, está siendo investigado. Para tratar de frenar tal dinámica, el PT acude a los organismos “amigos”, inventados por el chavismo, como Unasur, Mercosur, Parlasur y Telesur. Todos están iracundos y en plan de lucha para salvar lo que queda.

Lo que se juega hoy en Brasil es de importancia capital para la democracia representativa no sólo del Brasil sino del continente americano y del mundo. En seis meses sabremos si la horrible pesadilla creada por el castro-comunismo en el continente pierde realmente terreno en beneficio de la economía de mercado y de las ideas democráticas tan atacadas hoy.

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