UNA RESPUESTA TARDÍA PERO NECESARIA
2 años hace Ricardo Puentes MeloEntre los grandes amigos a quienes jamás respondí sus agresiones está Eduardo Mackenzie, a quien siempre guardaré una deuda de gratitud porque fue el único periodista que asumió una defensa valiente frente a las injusticias y persecuciones de las que fui objeto. No le respondí públicamente ninguno de sus insultos. Jamás.
Por Ricardo Puentes Melo
Octubre 1 de 2022
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com
Siempre he sido leal a mis amigos. Incluso cuando sé que están errados prefiero no hacer ningún tipo de comentarios descalificadores sobre ellos. Sin ninguna excepción, esa ha sido mi máxima para dirigir mis acciones morales frente a mis amigos. Las veces que me he manifestado contra quienes se han conocido como mis amigos, ha sido porque ellos cometieron primero la deslealtad conmigo. Ese fue el caso de José Obdulio Gaviria, de Uribe y de varios otros personajes del Centro Democrático a quienes no me referiré acá. Las traiciones de estos personajes fueron tan espantosas como salvajemente criminales.
Entre los grandes amigos a quienes jamás respondí sus agresiones está Eduardo Mackenzie, a quien siempre guardaré una deuda de gratitud porque fue el único periodista que asumió una defensa valiente frente a las injusticias y persecuciones de las que fui objeto. (Ver articulo sobre el Andino acá: Terrorismo en el Andino, a quién encubren las autoridades? Y: La bomba en el Andino tiene sello de las FARC)
No le respondí públicamente a sus insultos jamás.
Cuando el tema de la bomba en el Centro Andino, a mediados del 2017, comentamos (Lía Fowler, Eduardo Mackenzie y yo) sobre el tema. Eduardo se comprometió a visitar la universidad donde estudiaba Julie Huynh y, luego de la visita regresó convertido en un fiero defensor de la joven francesa. Ahí empezaron las desavenencias. Primero, Eduardo atacó a Gregory Fowler, un hombre experto en lucha antiterrorista, comandante de los grupos del FBI en la lucha contra ese flagelo en algunas ciudades de Estados Unidos, y un experto en bombas y otras armas de destrucción masiva. Una autoridad en el tema.
Eduardo lanzó un feroz ataque en contra de Gregory Fowler y otro en contra mía, donde me acusaba poco más o menos de no tener ética ni personal ni profesional, de falsificar noticias e inventar otras, y otra serie de cosas a las que Lía me pidió manifestarme en público. No lo hice porque, como se lo dije a ella, mi agradecimiento hacia Eduardo era más grande que el tamaño de su infamia. Lía se resintió de ello y tiempo después aprovechó la oportunidad para vengar mi “silencio” que ella consideró una afrenta. Pero ese es otro tema.
A Eduardo le respondí en un grupo de correos del “Foro Atenas”, que ayudé a fundar y del cual me fueron corriendo poco a poco (la eterna historia de mi vida), pidiendo que esa repuesta mía a Eduardo no saliera de allí. Luego de más 5 años, me decido a publicar esa respuesta. (Ver la respuesta de entonces acá: La respuesta al ataque feroz de un amigo (1)
Ese mismo 2017 Eduardo volvió a atacarme publicando una carta dirigida al exministro Fernando Londoño, frente a mi renuncia al Centro Democrático que ridiculizaba pretendiendo demostrar que yo no tenía ni idea de lo que era el comunismo, ni sabía de Lenin, ni Mao, ni nada. Y que, en cambio, él si sabía de ese tema y podía hablarlo con profundidad. Londoño apoyó esa carta y jamás me llamó para preguntarme si quería contestarla. La Carta tuvo amplia difusión en la revista Debate (que también ayudé a fundar sin conocer la intención maoísta de su director, y de la cual me desaparecieron totalmente) pero -al parecer- fue desmontada. El link del artículo ya no funciona.
No la contesté entonces, pero la contestaré ahora en vista de que Eduardo insiste en su tonta tesis de la ingenuidad de Álvaro Uribe.
En su más reciente artículo en defensa de Uribe, “Cándido maquiavelismo: Uribe dialoga con Petro”, Mackenzie calificó de ‘extraña actuación’ las visitas de Uribe a Petro y sus declaraciones de respaldo donde ordena a su manada “no calificar al presidente Petro de neocomunista”, sino apoyarlo en su gestión.
Mackenzie, en vez de ayudar al entendimiento de los incautos y tercos que aún siguen creyendo en Uribe como un adalid de la lucha anticomunista, insiste con el engaño. Luego de retomar las palabras del ex presidente defendiendo el diálogo, trae a colación el mismo llamado de Belisario Betancur y menciona: “¡Que bellas frases! ¡Que comedimiento de los dialogantes!” asegurando que los terroristas de las FARC engañaron a Betancur y abusaron de su bondad ocultando que Belisario era un socialista aliado de las guerrillas comunistas, receptor de dineros del narcotráfico y benefactor de los mismos. Igual que Uribe.
Dice Eduardo: “El expresidente Uribe insiste en “dialogar” con Gustavo Petro, su viejo enemigo y un gran enemigo de Colombia. Y lo hace sin duda con las mejores intenciones. ¿Pero es ese el buen diagnóstico? ¿Quién lo autoriza a hacer eso? ¿No hace falta el aval de la dirección política del CD? ¿Esa instancia existe?”
‘Lo hace con las mejores intenciones’ dice Eduardo. No sé si lo afirma por ignorancia o por complicidad, pero ninguna de las dos opciones es buena.
Al respecto, comienzo a contestar el artículo que no quise responder antes, y que fue publicitado en la página de la Hora de la Verdad. Y que cito en adelante en negrilla.
“Escuché con atención Al Oído del 11 de agosto de 2017 (1). Si me permite, quisiera explicarle aquí, a usted y a los amigos de La Hora de La Verdad, mi posición ante el asunto de la renuncia de Ricardo Puentes al Centro Democrático.
“Yo no comparto las tesis actuales de Ricardo Puentes. Digo tesis actuales pues me parece que Ricardo está evolucionando hacia posiciones deplorables muy rápidamente. Lo que dice hoy no lo decía ayer.
Las ‘posiciones deplorables’ a las que Eduardo se refiere, no eran ni siquiera acusaciones que hoy hago públicamente contra Uribe, de ser claramente maoísta cómplice de la debacle en Colombia. Sin embargo, esas dudas se las manifesté a Eduardo en un almuerzo privado que tuvimos en un conocido restaurante colombiano en Miami. Allí le dije claramente que, aunque yo no lo había hecho público, tenía mis serias convicciones de que la pelea entre Uribe y las FARC (junto a sus fichas, como Cepeda) era la vieja pelea entre maoísmo y estalinismo, y que eso era lo único que podía explicar las conductas ‘inexplicables’ de Uribe. Para ese momento yo tenía claro el maoísmo de Uribe, pero me faltaban las pruebas que tiempo después encontré, y que me ayudaron a atar los cabos sueltos.
Eduardo quedó lívido ante mi afirmación, pero no dijo nada. Quien sí se manifestó rechazando vehementemente mi tesis fue el coronel Plazas Vega, presente en el almuerzo privado. Plazas arguyó la lucha contra las FARC en defensa de Uribe, pero Mackenzie siguió guardando silencio porque él sabía -y sabe- perfectamente que lo que digo es verdad: El maoísmo siempre se ha enfrentado, incluso a muerte, contra el stalinismo, por lo menos después de la muerte de Mao.
Así que eso de “lo que dice hoy no lo decía ayer” no significa nada más que mi opinión referente a Uribe estaba cambiando al ritmo de los hallazgos que iba realizando.
El tiempo me dio la razón. Vinieron los coqueteos de Uribe con las FARC, las reuniones del CD con terroristas activos de esa banda, los regalitos, palmaditas y elogios mutuos entre los bandidos y Uribe
“Sin embargo, no comparto lo que Ricardo Puentes ha dicho en sus últimos escritos, en su carta de renuncia al CD y, sobre todo, lo que ha declarado a El Espectador sobre el presidente Álvaro Uribe el 10 de agosto pasado.
“Allí Ricardo dice que el ex presidente Uribe “va a terminar cediendo” ante las Farc y que “ya lo está haciendo” y que ya se está “acercando” a las Farc. No comparto ese diagnóstico. Nunca he sostenido esa tesis, ni en mis escritos, ni en los llamados de atención al CD. Ricardo se suma así al matoneo mediático contra el expresidente Uribe.
Para el momento de escribir ese artículo, ya Uribe había apoyado los diálogos con FARC impidiendo revocar ese adefesio. Desde el mismo Centro Democrático, con el beneplácito de Uribe, Rafael Guarín exigía “aislar a los trastornados extremistas” que solicitábamos la terminación de los diálogos de La Habana. Eduardo remata este párrafo acusándome de matoneador de Uribe por reclamarle su apoyo a las FARC.
El tiempo me dio la razón. Vinieron los coqueteos de Uribe con las FARC, las reuniones del CD con terroristas activos de esa banda, los regalitos, palmaditas y elogios mutuos entre los bandidos (ya en el Congreso) y Uribe, las fotos de ‘anticomunistas’ del CD como él mismo y María Fernanda Cabal con cuadros de las FARC pidiendo ‘un país fraterno’, y el trasegar de Iván Duque y la bancada del CD traicionando al pueblo colombiano al apoyar ese acuerdo espurio que el mismo Uribe y su gente vendieron entregando la victoria del NO a los terroristas a cambio de lo que ya todos sabemos.
“Cuando presentó su renuncia, Ricardo afirmó que lo hacía pues estimaba que “la izquierda” del CD se había tomado el partido. En ese momento, el blanco de sus ataques era esa supuesta fracción. En realidad, como vemos ahora, ese no era su blanco. El blanco tampoco era Iván Duque, sino el ex presidente Uribe, como quedó claro en sus respuestas a El Espectador. Al decir eso Puentes cruzó una línea que él no había cruzado jamás.
“Ricardo Puentes ve ahora izquierdistas en todas partes y, lo que es peor, ve en ellos no solo personas que no piensan como él sino leninistas y terroristas en acción o en potencia. Puentes lo dice sin reatos. Le dijo a El Espectador que no está de acuerdo con el hecho de que haya “gente de izquierda” en el CD. Eso es nuevo. Es un error de apreciación que él no cometía antes.
Eduardo se equivoca, de nuevo. Siempre estuve en desacuerdo con la presencia de izquierdistas en el CD. Se me decía que la gente que provenía de la izquierda ya no lo era, cosa falsa. Cuando constaté que seguían siendo de izquierda, incluidos José Obdulio y el mismo Uribe, renuncié. Mackenzie es un sofista. Acá pueden leer mi Carta de Renuncia al Centro Democrático
“En su renuncia al CD Puentes afirma, sin prueba alguna, que el CD incluía, desde el comienzo, “viejos terroristas marxistas y socios de Pablo Escobar”. ¿Por qué Puentes dice estas cosas hasta ahora? ¿Desde cuándo él sabe eso? ¿Por qué no lo dijo antes? ¿El CD acoge en su seno a “socios de Pablo Escobar”? ¿Quiénes son? ¿Por qué Fuentes (sic) no da los nombres? Esa forma de lanzar la piedra y esconder la mano es detestable.
Mackenzie quiere ocultar con un meñique la verdad. Siempre señalé y critiqué la presencia de miembros del M19 en el uribismo y, por supuesto, en el CD. Jamás estuve de acuerdo con la presencia de Everth Bustamante, Carlos Valverde y otros que fueron beneficiarios (de manera directa o indirecta) de la financiación de Pablo Escobar al M19.
Posteriormente me enteraría de que no solo ellos sino el mismo José Obdulio y hasta Uribe estaban untados de los dineros del Cartel de Medellín, según lo denunció el ingeniero Juan Carlos Posada.
Luego de unos párrafos donde menciona el caso de la francesa y la bomba del Andino, arguyendo que eso “destruyó la credibilidad de Periodismo Sin Fronteras”, sigue escribiendo:
“Puentes describe el CD como “un partido leninista en su estructura de poder y concentración de las decisiones, y gramsciano en sus acciones”. Esa afirmación increíble refleja una cierta ignorancia de lo que es el leninismo y el marxismo gramsciano.
Gramsci fue un fundador y un ideólogo del PC italiano. Decir que el CD es un partido gramsciano es decir que el CD es un partido marxista. Ese es el planteamiento de Puentes. Por eso se retira del CD: porque cree que el CD es un nuevo tipo de partido comunista. ¿Quién puede creer eso?
Yo no puedo acusar a Eduardo de “ignorante”, como él me acusa a mí, respecto al conocimiento del leninismo y el marxismo. Y la razón es simple: Eduardo sí que conoce lo que es eso porque fue militante profundo de esa izquierda de línea maoísta, misma en la que aún militan Uribe, los cabecillas de las AUC, Darío Acevedo, algunos miembros del M19 y las FARC-ELN. Es más, Mackenzie detestaba que Pizarro Leongómez, cabecilla del M19, stalinista, FARC, acusara a Mao de ser el creador de ‘la combinación de todas las formas de lucha’ y que pretendiera exculpar de esa autoría al stalinismo ruso.
“Puentes no se atreve a develar en fondo de su pensamiento (que el CD es un partido comunista), pero sí dice que es un partido leninista sólo “en su estructura de poder y concentración de las decisiones”. Dudo mucho que Puentes sepa cómo funciona en verdad un partido leninista. Sospecho que de eso tiene un conocimiento libresco. Creer que puede haber un partido leninista sin valores leninistas proclamados pero con una forma organizativa leninista es salir del mundo real.
“Al partido lo llamaron ‘Centro Democrático’, seguramente para hacerle honor al ‘Centralismo Democrático’ de Lenin”, dice Puentes. Ello muestra que Puentes piensa el leninismo como una forma de organización, no como un sistema ideológico totalitario. El leninismo es una forma consecuente, quizás la más consecuente y aterradora, de marxismo. Es una ideología global, una visión del mundo, del poder sobre la humanidad, de la historia, y no solo una forma de organizarse para adueñarse del poder. La excepcionalidad del leninismo es que trata de imponer “la democracia para el pueblo” mediante “la dictadura del proletariado”. El aporte mayor de Lenin fue decir que “la dictadura del proletariado”, es decir de la vanguardia (minoritaria) del proletariado, “es la esencia misma de la doctrina de Marx”, que esa dictadura contra las mayorías debe ser un poder sin restricciones, violento, sin parlamentarismo y que esa dictadura es “un millón de veces más democrática que cualquier democracia burguesa”. El leninismo instauró en Rusia el sistema de partido único, algo que era completamente ajeno al pensamiento occidental. Las críticas más prontas y acertadas contra las tesis de Lenin vinieron de Karl Kaustky, el ideólogo de la socialdemocracia alemana, el mayor partido socialista europeo, quien publicó un librito intitulado “La Dictadura del Proletariado” que hizo saltar de rabia al autor de “El Estado y la Revolución”.
Bueno, Eduardo cree que tuve y he tenido temor de asegurar que el CD es un partido marxista. En mi Carta de Renuncia al CD, quedó muy claro que estoy convencido de eso.
Y tomen nota de la defensa que Mackenzie hace de que la izquierda integre el Centro Democrático. Más claro no canta un gallo:
“Puentes cree que, para corregir el rumbo, el CD debería estar integrado exclusivamente por gente “de derecha”. Esa sería la garantía de que el CD no es un partido marxista. Es un punto de vista ingenuo e impracticable. Todos los partidos tienen en su seno tendencias o facciones “de derecha” y “de izquierda”. Y eso es legítimo. La vida democrática de un partido depende de esas tendencias, de si éstas pueden expresarse, discutir entre ellas y tomar decisiones unitarias. Sólo las sectas comunistas no toleran las tendencias: las liquidan de diferentes maneras. ¿Es el caso del CD? No he visto nunca nada semejante a eso. El CD se llamó así no para rendirle un culto disfrazado a Lenin sino para hacer, desde el comienzo, un polo de atracción, un centro de confluencia de voluntades, un centro de centro-derecha, popular y anti totalitario, no un partido “centrista”, ni un partido-valija donde todo cabe y dominado por una clique autoritaria. Sin ese perfil claro el CD no habría tenido el éxito político que tiene.
Tienen la razón quienes dicen que no hay problema si personas de izquierda, o con un pasado de izquierda, apoyan las tesis del CD y que lo pernicioso sería que hubiese gente de izquierda que busca, de manera embozada, llevar el CD hacia posiciones de izquierda diciendo que son de derecha.
Sigo sosteniendo lo mismo. Un partido de derecha con valores no debe incluir a miembros de izquierda. Sin importar que se tenga “éxito” o no con esta posición (Eduardo prefiere el “éxito” a las convicciones ideológicas), es la visión correcta.
En el siguiente párrafo, Eduardo manifiesta que es aceptable acoger los Acuerdos de la Habana. Menciona que, personalmente, él cree que deben ser abolidos, pero le parece una cuestión de “tactica política” loable el no romper esos acuerdos.
“Puentes le reprocha al CD y al senador Álvaro Uribe decir que los acuerdos Farc-Santos no se deben romper sino ser reformados. “Eso no tiene sentido”, dice Puentes. No estoy de acuerdo. Se trata de un punto de acción, de una cuestión de táctica política, no de un principio programático. Sobre eso puede haber diferencias en el CD y nadie puede ser estigmatizado por tenerlas. Personalmente soy de los que dicen que esos acuerdos deben ser abolidos.
Uno de los párrafos fue analizado por “País Bizarro” (cuyo excelente artículo completo pueden consultar acá: El Factor Londoño )
“Ricardo habla de partido gramsciano. Gramsci inventó la estrategia de la “subversión lenta” que mina desde dentro al Estado “burgués” para alcanzar el comunismo mediante la imposición de una nueva “hegemonía cultural” (3). ¿Hemos visto en eso al CD? No, todo lo contrario. No hay otro partido que haya producido una literatura anticomunista y anti Farc más completa que el CD, gracias a sus dirigentes, militantes y activistas. No hay otro partido que haya denunciado el trabajo de zapa y la penetración de las instituciones por los bonzos marxistas. No hay otro partido que haya liberado más la palabra y dado el combate de ideas contra el PCF y las Farc. ¿No vemos en que quedó en Colombia la ideología del comunismo? Están sin argumentos y muy discretos ante el debate ideológico, ofreciendo faribolas en lugar de la retórica alevosa de antaño. Si están ganando la guerra, como dicen algunos, es porque siguen conservando las armas y el dinero y metiendo miedo con eso en las universidades, en el parlamento, en los cuarteles, en las redacciones, en los sindicatos, en las parroquias, en los municipios. Pero su ideología está por los suelos. ¿El CD un partido gramsciano?
Dice al respecto ‘País Bizarro’: “Ciertamente el CD no ha hecho ninguna campaña anticomunista sino que por el contrario se ha mostrado de lo más comprensivo con los comunistas. ¿Nadie ha leído las declaraciones de Paloma Valencia sobre el MOIR? ¿Y la reivindicación generalizada de Angelino Garzón? Este personaje es un asesino de primer orden porque en calidad de miembro del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista dirigía la acción de las FARC. ¿Se ha arrepentido y ha ayudado a combatir a los terroristas? Sencillamente, el hombre representaba al G2 en el primer gobierno de Santos tal como lo hacía Humberto de la Calle en el de Samper. Y su adhesión a ese régimen es manifiesta. Lo que lo une al Gran Timonel es algún tipo de intereses turbios que describen algo de verdad ominoso, pero que no se puede mencionar sin soliviantar a la caterva de aduladores que esperan prosperar al lado del Gran Timonel.”
Mackenzie finaliza así su perorata en defensa de Uribe:
“Creo que Ricardo tiene una visión simplista de la coyuntura política. Eso le permite librarse intelectualmente al matoneo contra el CD. El no ve el inmenso riesgo que tiene el país, ni la importancia de los partidos y de los militantes en este momento. Lo que se agudizará desde el comienzo en 2018 es un riesgo descomunal, no el de que una coalición de izquierda gane las elecciones, sino que Colombia, por esa vía y gracias a la confusión, caiga dócilmente en manos del comunismo, el mismo que ensangrienta a Venezuela, bajo el disfraz de “la implementación de los acuerdos de paz”. Todas las fuerzas, corrientes, candidatos e individuos que rechazan ese futuro de caos y destrucción deben transcenderse, entablar un diálogo y llegar a acuerdos sobre una candidatura presidencial imparable, con una persona que puede ser o no del CD, que pueda ganar desde la primera vuelta, y sobre un frente parlamentario mayoritario y sólido, para derrotar los planes Farc-Santos. ¿Jugar a la demolición del CD y del expresidente Uribe en este contexto servirá a quién?
Ya vimos quién tenía la razón. Eduardo, en su defensa absurda de Álvaro Uribe, con un respeto y vehemencia dignas de un seguidor religioso, sigue insistiendo hoy día sobre la inocencia, valentía y patriotismo del hijo de Alberto Uribe Sierra, a quien Pablo Escobar hizo honores en su muerte. Y no ha podido esconder que siempre tuve la razón.
En su más reciente artículo, Mackenzie hace esfuerzos inútiles por seguir echándole estuco a la deteriorada reputación de Álvaro Uribe: “El expresidente Uribe insiste en “dialogar” con Gustavo Petro, su viejo enemigo y un gran enemigo de Colombia. Y lo hace sin duda con las mejores intenciones. ¿Pero es ese el buen diagnóstico? ¿Quién lo autoriza a hacer eso? ¿No hace falta el aval de la dirección política del CD? ¿Esa instancia existe?”
Y remata: “Luego esos diálogos son gestos inútiles, infecundos y hasta perjudiciales para el país. Podrían ser útiles para los dialogantes, en lo personal, pero no para los destinos de Colombia. Tal estrategia fue capitalizada de inmediato por la clique de gobierno. Poco después de la reunión, Alfonso Prada, ministro del Interior, lanzó la especie de que el partido opositor le había dado su apoyo al “grueso” de la “reforma” tributaria que exige Petro. “Es falso que nos comprometimos a aprobar la reforma tributaria” tuvo que correr a decir un vocero del CD. Esa peripecia muestra que la camarilla petrista toma esos encuentros con Uribe como un signo de debilidad y que es capaz de convertirlo en un instrumento para engañar a la opinión pública.”
Yo tengo la convicción, debido a los hechos, esos mismos hechos que Mackenzie me acusa de ignorar, de que el mismo Eduardo, con su delirio por Uribe, con sus disparatadas argumentaciones tratando de darle un baño dorado a las pestilencias del expresidente, no podrá ocultar más la verdad: Álvaro Uribe es el gran culpable de la entrega de Colombia a los pies del comunismo.
Esta respuesta tardía a Eduardo no busca, ni mucho menos, una reacción morosa a la puñalada, no. Es un nuevo llamado a que recobre la cordura.
Aunque, a estas alturas, dudo que Eduardo recapacite y opte por ver la realidad.
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