EL PAPEL HIGIÉNICO DE LA FAMILIA PRESIDENCIAL

Las FARC y el ELN, aliados, masacraron a 17 jóvenes soldados ultimando con tiros de gracia a los heridos. Pero Santos no dijo una palabra, ni guardó un minuto de silencio, ni una pequeña mención. Siguió derrochando alborozo y carcajadas porque su muchachito estaba disfrazado de soldado, comandando un cuerpo de valientes y verdaderos combatientes

Juan Manuel Santos y su esposa detuvieron el desfile militar para saludar y llenar de besos al "comando" Esteban Santos

El papel higiénico de la familia presidencial

No contento con esto, puso a marchar comandando un grupo élite de combate, el BACOA, a su muchachito Esteban Santos Rodríguez, un pelele que tuvo que prestar servicio militar porque su papá no quiso pagar la cifra millonaria que le tocaría desembolsar para la libreta militar

Ricardo Puentes Melo
Ricardo Puentes Melo

Por Ricardo Puentes Melo

Julio 24 de 2013

Cada vez que tengo la oportunidad, recuerdo a mis lectores que la mayoría de los colombianos desprecian absolutamente su historia y que esa es la razón por la cual siempre caemos en los mismos errores del pasado sin aprender jamás.

Tan cierto es, que durante décadas hemos permitido que los asesinos internacionales obedientes a Fidel Castro estrangulen la verdad y presenten como historia oficial, en escuelas, universidades y academias lo que el castrocomunismo ordena desde La Habana.

El afecto atávico que Colombia ha guardado por las instituciones militares desde tiempos ancestrales, lo han ido transformando poco a poco, puntada a puntada, en un miedo trabajado con injurias que los medios cómplices amplifican con editoriales para aterrorizar a los ciudadanos e inculcarles hipnóticamente que las fuerzas armadas son una especie de apéndice ajeno a la sociedad, una empresa criminal compuesta de los peores seres humanos, que ni siquiera son vistos como colombianos.

Inculcar el miedo al ejército ha sido una de las tareas principales del comunismo en Colombia desde que hicieron ese trato siniestro con Enrique Olaya Herrera a cambio de ayudarle a ganar las elecciones. Una tarea en la que han ayudado oficiales de alto rango que desde entonces han sido sembrados en las filas del ejército con el fin, también, de desmoralizar y desmoronar la tropa desde sus mismas entrañas (ver https://www.periodismosinfronteras.org/voto-militar-derecho-ciudadano-eliminado-por-el-comunismo.html).

Enrique Santos Castillo quiso que sus hijos sintieran el mismo amor que él sentía por la milicia, y por ello obligó a Juan Manuel Santos a ingresar a la Armada Nacional, con la ilusión de que no siguiera los pasos de su otro hijo, el calavera mayor, Enrique, quien desde sus años de adolescencia ha freído su cerebro con toda clase de alucinógenos, tanto, que lo llevaron al camino criminal de la fundación de grupos narcoterroristas.

Pero el viejo Enrique Santos Castillo no tuvo éxito con Juan Manuel. Su retoño no demostró la virilidad necesaria para continuar la carrera militar y se retiró a los pocos meses sin gloria y con la pena de una fama florida de preferir soplar la gaita que actuar como el hombre que fue su padre. Esa fama ha perseguido hasta el día de hoy al actual presidente de Colombia.

Las carencias de Juan Manuel lo han llevado a sentir un profundo desprecio por todo lo que signifique o se relacione con las Fuerzas Armadas. Un aborrecimiento que lo condujo a inventarse el tema de los llamados ‘falsos positivos’ junto a otros dementes y adoradores de Castro agazapados en el gobierno de Álvaro Uribe.

Ese odio visceral hacia nuestros sacrificados soldados lo ha demostrado celebrando goles sobre las tumbas de ellos, facilitando el flujo de información privilegiada al terrorismo para que embosquen y masacren a nuestros hombres, y aplaudiendo a las familias farianas y elenas que, mediante ONG y colectivos de abogados han encarcelado a los mejores combatientes antiguerrilleros.

Pero lo sucedido el pasado 20 de julio reviste una gravedad especial. El mensaje que el camarada Santos (alias ´Santiago´) les envió a los militares colombianos en la celebración de los 203 años de nuestra Independencia avizora tiempos de extremo peligro para Colombia.

Ese día, el camarada presidente Santos ordenó cerrar al público la avenida 68 entre las calles 63 y 26. Las personas que durante años y años han salido a disfrutar y honrar a nuestros combatientes, no tuvieron acceso al desfile por capricho del presidente quien, cual emperador romano, se explayó en su silla junto a su séquito para recrearse el desfile para sí solito.

No contento con esto, puso a marchar comandando un grupo élite de combate, el BACOA, a su muchachito Esteban Santos Rodríguez, un pelele que tuvo que prestar servicio militar porque su papá no quiso pagar la cifra millonaria que le tocaría desembolsar para la libreta militar.

Juan Manuel Santos y su esposa detuvieron el desfile militar para saludar y llenar de besos al "comando" Esteban Santos
Juan Manuel Santos y su esposa detuvieron el desfile militar para saludar y llenar de besos al “comando” Esteban Santos

Así como lo leen. Juan Manuel Santos no solo tiene a su hijo prestando servicio militar con guardaespaldas y edecanes que lo visten, le planchan y le embolan los zapatos, además de otros privilegios como salir cuando se le da la gana a acompañar a papi a partidos de futbol en compañía de los altos mandos militares, sino que tuvo el descaro de vestir prendas militares especiales sin tener derecho a ello, violando flagrantemente el código penal militar que da cárcel a cualquier soldado que haga esto, siempre y cuando no sea el hijo pelele del presidente Santos. Un asunto para la Procuraduría General de la Nación.

Desde los tiempos en que era ministro de Defensa, Juan Manuel Santos ponía a disposición de sus hijos los helicópteros militares para que ellos fueran a pasear con sus amigos de farra a donde quisieran, mientras las tropas en combate infructuosamente pedían a gritos apoyo aéreo. Una costumbre que sigue hasta hoy toda la familia. Ya son famosos los paseos que hace la esposa de Santos, María Clemencia Rodríguez Múnera, quien no sufre de vergüenza para gritar a mayores y coroneles de la Fuerza Aérea: “Oigan…! Alisten mis maletas y súbanlas al helicóptero que hoy voy de picnic con mis amigos a la Quebrada de los Siete Colores..! Y mañana, a cualquier lugar del mundo, como dice Julio… Pero muévanlo yaaaa…!!”

Y no es chiste.

En fin, Esteban Santos Rodríguez marchó comandando un grupo élite de combate. El camarada Santos le colocó a su izquierda a oficiales curtidos en mil combates, a héroes de innumerables jornadas. Y lo hizo sin empacho.

Para retar la capacidad de asombro de los colombianos. No solo hicieron eso. De repente, en  medio del desfile, el camarada presidente

Funeral de los soldados asesinados en Arauca mientras Santos y su hijo jugaban con el ejército
Funeral de los soldados asesinados en Arauca mientras Santos y su hijo jugaban con el ejército

ordenó detener todo. Se bajó junto con su esposa María Clemencia y abrazaron y llenaron de besos a su hijo el pelele, como si esto fuera una función familiar o un desfile de velitas.

Nunca en toda la historia de la humanidad ha sucedido nada parecido. Ni Juan Alejandro de Normandía, Felipe de Orleans I, Lawrence of Arabia o Alejandro Magno –admirados por Santos y Echandía- se atrevieron a tanto. Ni siquiera el Rey Juan Carlos de Borbón ni la Reina de Inglaterra, con todo su poder mileniario, hicieron lo que el camarada presidente y su muchachito. Ninguna página castrense del mundo contiene afrenta similar al honor militar de un ejército veterano, sufrido y victorioso.

Pero la bofetada fue completa. A esa hora los mandos militares, el ministro y el camarada presidente sabían que en Arauca sus contertulios de las FARC y el ELN, aliados, habían masacrado a 17 jóvenes soldados ultimando con tiros de gracia a los heridos. Pero Santos no dijo una palabra, ni guardó un minuto de silencio, ni una pequeña mención. Siguió derrochando alborozo y carcajadas porque su muchachito estaba disfrazado de soldado, comandando un cuerpo de valientes y verdaderos combatientes. Él, Esteban, cuya máxima demostración de valor ha sido pelear con el filete que le envían en bandeja de plata desde el casino de oficiales, por orden de papi.

El camarada Santos tampoco hizo mención de los soldados muertos horas más tarde en la instalación del Congreso, donde se posesionó Juan Fernando Cristo, otro de los untados con dineros del Cartel de Cali, como presidente del Senado.

¡Qué indignación sentimos los colombianos con esta payasada…! ¡Qué humillación sufrió nuestro ejército con este circo..!

Y lo más triste de todo es que el ministro Pinzón y los generales Mantilla y Navas se prestaron para la bufonada. Y ni qué decir del general Mora que, con tal de que su chequecito le llegue puntual –y no lo envainen en la Fiscalía- miró para otro lado.

Sí. El camarada presidente y su hijo pelele humillaron el ejército mientras el alto mando militar se prestó como un grupo de burlescos para que este par bailara sobre los cadáveres de los soldados asesinados por los amigos de la familia.

Usaron al ejército como su papel higiénico.

@ricardopuentesm

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