¿AL URIBISMO LE SUCEDERÁ LO QUE A MACONDO?
Si el Centro Democrático no se organiza y se consolida, al uribismo le sucederá lo que a Macondo: será borrado para siempre de la memoria de los colombianos sin una segunda oportunidad sobre esta tierra
¿Al uribismo le sucederá lo que a Macondo?
Si el Centro Democrático no se organiza y se consolida, al uribismo le sucederá lo que a Macondo: será borrado para siempre de la memoria de los colombianos sin una segunda oportunidad sobre esta tierra
Por Ricardo Puentes Melo
Junio 16 de 2014
Varias lecciones nos deja la derrota sufrida a manos de Juan Manuel Santos, quien logró lo que nadie había podido en Colombia: Unir a la izquierda en torno a sus intereses comunes con las FARC, y hacer que junto a la clase política corrupta formaran un frente común para derrotar al uribismo en la contienda electoral.
Si bien es cierto que ese anunciado fraude se hizo efectivo, y que la compra de votos, la utilización de recursos públicos y el engaño difundido por los grandes medios de comunicación cómplices, hicieron posible la victoria de Santos, no menos cierto es que la falta de una diferenciación clara entre los dos candidatos hizo que el elector indeciso escogiera a quien le comprara su voto con tejas, efectivo, mercados y tamales con cerveza. Si al final de cuentas las dos propuestas eran similares ¿para qué esforzarse en no recibir el soborno?
Lo que Oscar Iván Zuluaga logró en los últimos meses, lo destrozó en los quince días finales. Hasta el momento de la adhesión de Martha Lucía Ramírez, Zuluaga había sido enfático en no dialogar con los terroristas, y eso era una clara diferenciación entre los dos candidatos. Pero una vez se acepta el acompañamiento de Ramírez, ella pone la condición de que se repita lo que ella dijo en su campaña: Que sí se dialogaría con el terrorismo. Aparte de unas pequeñas condiciones para ello, que pasaron desapercibidas por la opinión pública y que fueron aprovechadas por la campaña de Santos para bombardear a Zuluaga, el elector que había sido seducido por la firmeza de Zuluaga se fue desencantando por la decisión suya de hacer propias las políticas de Andrés Pastrana –remasterizadas por Camilo Gómez- quien pretendió reivindicar su nefasto gobierno con esa política de diálogo con el terrorismo logrando infectar la campaña ganadora de Zuluaga. ¡Caro error..!
Porque la diferencia real entre las dos propuestas no eran la jornada única, ni la responsabilidad fiscal, ni alguna otra cosa. La única
diferencia importante era que mientras uno dialoga con los bandidos, el otro se negaba rotundamente a esto en un acto de amor al país, de compromiso con las víctimas y de apego a la ley. Ya sin esa diferencia, el resto era cuestión de maquillaje.
Desde el mismo principio en que en las aulas del Centro de Pensamiento Primero Colombia se empezó a gestar este nuevo partido que se llama Centro Democrático, se vio la necesidad de crear un partido fuerte, serio, con propuestas definidas y reglas de juego claras. Pero el caudillismo de algunos líderes hizo ese camino tortuoso y difícil. Tanto, que finalmente llegaron al movimiento caciques electorales que implantaron su vieja manera de hacer política y le quitaron a la idea su encanto original.
La abstención en estos comicios superó el 59%. Y en un país donde más de la mitad no sienta motivación de salir a votar, las cosas van evidentemente mal.
El Centro Democrático no hizo lo que debía hacer: Consolidar una propuesta diferenciadora frente al elector no cautivo. En cambio, entregó en manejo de las elecciones a los viejos políticos mañosos que usaron las mismas estrategias de los otros viejos políticos mañosos que estaban con Santos. Es decir, se combatió a la corrupción con la misma corrupción. La diferencia es que los viejos mañosos con Santos sí tenían los recursos necesarios para la victoria.
Eso hay que cambiarlo. No podemos llegar a las elecciones de 2015 bajo la dirección de la misma corrupta clase política que ha destrozado a Colombia durante 80 años. Y no se trata aquí de juventud, sino de limpieza ética y amor al país. No hay que olvidar que las aspiraciones de muchos que buscaban llegar al Senado para ejercer una nueva manera de hacer política, y que habían demostrado audacia en la defensa de las ideas de la Seguridad Democrática, se vieron pisoteadas por los viejos zorros politiqueros que llegaron al movimiento cuando este ya tenía forma y se lo robaron sin una pizca de vergüenza para colocar a sus hijos, sobrinos, primos, amigos o alfiles en el nuevo Partido, con la idea de conseguir negocios o puestos para los de siempre.
Sin reglas de juego claras, quienes habían trabajado durante más de dos años esta idea, fueron despreciados, echados a un lado por la “sabiduría” de quienes no habían movido un dedo para sacar avante la iniciativa.
Por la misma razón, la esencia de la idea, que era crear un Partido bien diferenciado del abanico político reinante, quedó igualmente en la basura.
El Centro Democrático llegó a las elecciones parlamentarias con muchas ganas pero sin más fondo que la dirección de Álvaro Uribe Vélez. Y la gente votó por él.
Pero una cosa es votar por Álvaro Uribe, y otra muy diferente hacerlo por un recomendado suyo. El país ya tenía el precedente de la traición de Santos, así que la sola bendición de Uribe no era garantía suficiente para hacerlo de nuevo. Por ello, Zuluaga no pegó en mucho tiempo. Fueron los errores de Santos los que motivaron a dirigir la mirada hacia Zuluaga, y fue la propuesta diferenciadora de no dialogar con el terrorismo lo que hizo crecer a Zuluaga. De ahí en adelante, la gente empezó a escuchar las otras propuestas del candidato uribista, hasta que hizo ese lamentable giro de 180 grados.
Como no sirve de nada llorar sobre la leche derramada, hay que reconocer que aquí ganó el fraude electrónico y la corrupción, pero también ayudó en la derrota la ignorancia y la falta de diferenciación.
En su afán de mostrarse como un partido incluyente, el Centro Democrático abrió sus puertas a toda clase de oportunistas. Desde extremistas de uno y otro lado. Allí llegaron comunistas, conservadores, liberales, militaristas, civilistas, abortistas, no abortistas, y un rosario más de tendencias contradictorias entre sí que lograron restar en vez de sumar y multiplicar. Porque nadie sabía qué se defendía allí ni qué propuestas claras y definidas se tenían, y eso, en un partido político, es vital.
En un partido no pueden caber ideologías contradictorias. Una cosa es la procedencia y otra muy diferente la maleta ideológica con la que se llega. O los principios del partido creen en Dios, o no; o son abortistas o anti abortistas, o se defiende la libre empresa o el intervencionismo estatal total; o se propende por los tratados de libre comercio indiscriminados o se defiende la protección del mercado en lo que se amerite. O se siguen los principios de Stalin, o se defienden los Derechos Humanos; se protege a las Fuerzas Militares o se les persigue para ensalzar al terrorismo comunista.
Lo que se debió hacer en el Centro Democrático era lo que se había propuesto en el Centro de Pensamiento Primero Colombia: Diseñar el Partido, con sus estatutos, con sus proyecciones, con sus propuestas para Colombia. Eso no se hizo, en cambio se salió desordenadamente a hacer proselitismo y, con la victoria de Uribe en las elecciones al Congreso se creyó erróneamente que podría suceder lo mismo en las presidenciales.
La realidad mostró que no. Los votos no se endosan. Acá venció el populismo de las casas gratis, de las tejas, de los mercados porque Zuluaga ya no se diferenció mucho de Santos. Y los que no votaron, cerca del 59%, no lo hicieron por indolencia y antipatía hacia la clase política.
Es vital que el Centro Democrático se consolide con propuestas definidas, sin el rótulo de izquierda o derecha –ni siquiera de centro-, sino frente a principios y políticas sociales y económicas muy claras. Así, quien llegue al Partido perderá interés en colocarse a la cabeza de facciones (de izquierda o derecha) y tendrá que someterse a las directrices del mismo.
El Centro Democrático debe hacer el tránsito del caudillismo hacia el fortalecimiento de las ideas. Álvaro Uribe Vélez llevó al punto más alto una serie de principios e ideales, y esos principios e ideales deben quedar plasmados como preceptos del Partido uribista de tal manera que si llega a faltar el inspirador y líder, sus ideas lo sobrevivan como líneas conductoras del país que soñamos.
Un Partido que acepte dentro de su seno la existencia de “corrientes” de derecha, izquierda y quién sabe qué más, no es sino una extraña colcha de retazos que espantará a ese 59% que no quiere votar porque todo le parece lo mismo.
Quien llegue al Centro Democrático deberá ser capaz de abandonar su vieja vestidura de derecha, izquierda o centro, y estar dispuesto a vestirse con el traje nuevo que surgirá de las discusiones y análisis dentro del nuevo Partido. Urgente diseñar ese nuevo traje.
La imagen de Uribe se fatiga cada vez más, la clase política lo está desgastando, sus ideas se diluyen entre el caudillismo de sus seguidores y las pretensiones de aquellos que reclaman el derecho de ocupar su puesto.
Nos esperan cuatro años difíciles. Cuatro años en que el matoneo, los atentados contra los uribistas, los esfuerzos por judicializarlos, y las pretensiones del terrorismo de exterminar a Uribe y su legado –ya sea mediante el asesinato o la cárcel- serán y son claramente la política principal de este gobierno.
Si el Centro Democrático no se organiza y se consolida, al uribismo le sucederá lo que a Macondo: será borrado para siempre de la memoria de los colombianos sin una segunda oportunidad sobre esta tierra.
@ricardopuentesm
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