EL COMUNISMO ES UNA IMPOSTURA PSEUDOCRISTIANA

Por eso, es que el comunismo necesita del engaño de un idealismo inexistente para atraer incautos a los que les van removiendo ese idealismo hasta convertirlo en materialismo salvaje y asesino

El socialismo es una impostura pseudocristiana

Ricardo Puentes Melo

Por Ricardo Puentes Melo
Diciembre 14 de 2020
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com

He escrito mucho, muchísimo, sobre el comunismo. Y he meditado aún más sobre el poder subyugador de sus tesis en las mentes, precisamente, de los idealistas que se desencantan de la cruda y torcida realidad que suponen consecuencia de una tradición milenaria de mojigatos e hipócritas religiosos que, amancebados con gobernantes de todas las estaturas morales, han impuesto su tiranía sobre el apabullado y empobrecido pueblo al que roban y esquilan sin compasión.

Como estudioso de la antropología social, desde muy joven fue evidente para mí que quienes manejan los poderes políticos y religiosos, en cualquier comunidad -ágrafa o no- pueden perpetuarse en el poder si se apoyan unos a otros, para mal del pueblo.

Alguna vez, mi amigo Pedro Corzo me preguntó en uno de los programas a los que me invitaba, cuál creía yo que era la razón del poder de los Castro, quienes desde una pequeña isla controlaban lo que sucedía en América y otras regiones del mundo. Le contesté: El secreto está en la ideología.

Eso es cierto. El secreto de los Castro está en ser los sacerdotes de esa religión que es el comunismo. Y nadie discute eso. El comunismo es una religión, y no hay novedad en esta aseveración.

Raúl Castro y el Papa Francisco

Lo que yo me preguntaba era muy simple: ¿Cómo es posible que un buen ser humano pueda convertirse en devoto fiel de una perversión como esa? ¿Es posible, como dice Olavo de Carvalho, que el comunismo no haya sido “un gran ideal que se pervirtió sino una perversión que se vendió como gran ideal”?

Muchos anticomunistas repiten como loros esta aseveración de mi admirado amigo Olavo. Es un ingenioso juego de palabras que nos lleva a explicar muy fácilmente -demasiado facilista- la maldad del comunismo. “Todo comunista es un asesino -remata Olavo-. A algunos solo les faltó la oportunidad.”

Yo mismo compartí esa visión durante algún tiempo. Pensaba que para ser comunista había que ser obligatoria y conscientemente malvado.

No niego que hay personajes que son comunistas porque son malvados, pero no se puede desconocer que hay otros que no lo son. Estos últimos tienen un sentido de justicia y convencimiento sincero de que el comunismo es el remedio contra los males de la humanidad, y que esos males son causados -como lo mencioné arriba- por una aristocracia política y religiosa pervertida que, usando el nombre de Dios, ha cometido los peores delitos y pecados a lo largo de la historia de la humanidad.

Mi amigo Alberto Mansueti resume el asunto en un conflicto entre las ideas socialistas y su archienemigo, el capitalismo del liberalismo clásico, que es lo bueno y deseable, “aprobado por Dios”. Tampoco me convenció esa explicación porque hay cosas del liberalismo que me molestan mucho, porque son anticristianas.

 “Todo comunista es un asesino -asegura Olavo de Carvalho-. A algunos solo les faltó la oportunidad.”

En mi cabeza ebullía la conocida frase atribuida a Churchill: “El que no es de izquierda a los 20 años no tiene corazón, pero el que a los 40 lo sigue siendo, no tiene cerebro.”

¿Significaba esto que el idealismo juvenil lo conduce a uno a ser de izquierda, y que ese idealismo se pierde a los 40 para convertirse en una pragmática visión del mundo? ¿Es malo el idealismo?

Yo nunca he dejado de ser idealista pero jamás he caído en los abismos del comunismo, precisamente, porque vi que no aplicaban lo que predicaban, tenían un discurso muy bueno -al contrario de lo que cree Olavo- pero no lo aplicaban.

Recordaba mis años en la Universidad Nacional, en Antropología, y a mis compañeros, muchos de los cuales se dejaron subyugar por el comunismo. De ninguno de ellos puedo asegurar que era malvado y asesino potencial -como dice Olavo. Al contrario, eran jóvenes preocupados por la injusticia social, por la corrupción del gobierno, de la iglesia, por el poder desolador de las autoridades… Todos éramos -sin excepción- jóvenes inconformes (no “idiotas”, como aseguran muchos excomunistas) deseosos de hacer un cambio en la sociedad, ansiosos de justicia. Lamentablemente muchos cayeron en el fango de la ideología comunista creyendo que ahí estaban las respuestas.

Lo que sí era evidente era esa profunda desesperanza en mis amigos de juventud que se solidificó considerando que Dios no debía existir, y que si existía era un matón aberrado que disfrutaba del sufrimiento de su creación; una sin salida que llevó a muchos a sumirse en las drogas, a convertirse en desalmados asesinos en la guerrilla, o a perderse -como fue mi caso- en el mundo de la televisión, el cine, la radio y la prensa, con las vanidades que tienen agarrados por el cuello a quienes viven de la fatuidad de ese mundillo.

Enrique Santos Calderón, hermano del expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos; Gabriel García Márquez y Fidel Castro

Y fue, preparando una serie de conferencias sobre cristianismo y política, que encontré la respuesta que durante muchos años había buscado, que siempre tuve pero jamás había logrado concretar: El socialismo es una impostura pseudo cristiana que toma los principios contenidos en las Escrituras y los falsifica atribuyéndolos al ser humano negando su autoría divina y, por supuesto, echando a patadas a Dios de los asuntos del hombre y negando el derecho divino a guiar los pasos del ser humano.

El comunismo es otra versión más de la religión de Nimrod; es otra engañifa de Satanás para extraviar a quienes buscan la verdad.

Igual que las constituciones francesas trataron de copiar la constitución americana pero sin el componente principal del concepto y guía de Dios, el comunismo toma los valores cristianos y los atribuye al Humanismo extirpando su verdadero origen, que es Dios.

Por eso no funciona; por eso la revolución humanista de la Francia que decapitó a los reyes jamás tuvo el éxito que ha tenido la madre de las Constituciones, la Constitución de los Estados Unidos de América.

Fue, precisamente, en Estados Unidos, un país odiado por los anticristianos, que se inició el feroz ataque contra los valores con los cuales se había fundado la nación. Los medios de comunicación, el cine y la televisión, en un esfuerzo mancomunado y planeado, iniciaron el bombardeo a esos valores. Destruyeron el concepto de familia instituyendo la homosexualidad como un valor deseable de una mal entendida libertad, atacaron el valor sagrado de la vida enarbolando las banderas del feminismo que niega el derecho a la vida de los no nacidos, y ridiculizaron paulatinamente los valores cristianos de quienes fundaron y construyeron este país, mientras los sustituían por un odio irracional hacia todo lo que significara bondad, piedad, caridad y amor cristiano.

Los globalistas iniciaron su trabajo meticuloso en los centros educativos y en la mass media destruyendo poco a poco el sistema de valores sobre el cual se levantó este país. Cuestionaron desde las aulas la existencia de Dios mientras ridiculizaban a los creyentes mostrándolos como unos mojigatos ignorantes y fanáticos, en contraposición a sus científicos y filósofos, llenos de premios y libros.

Muchas celebridades de cine, como Kevin Costner, son amiradores férreos del comunismo

Una vez conquistaron las mentes idealistas de los jóvenes con las ideas que los comunistas falsificaron del cristianismo, universitarios y colegiales se chocaron de frente con la fría realidad de que el comunismo idealista era un gran fraude. Así, sin tener ya ningún otro horizonte, se entregaron a desazón, a las drogas y a la destrucción de la esperanza de otros.

En Estados Unidos, este proceso fue muy traumático. En nuestros países hispanos, pisoteados durante siglos por la tenaza religión-política, lo fue menos debido a su gradualidad. Se enseñó en el cono sur que el enemigo era Estados Unidos (sin mencionar que ese odio se debía a las raíces cristianas de Estados Unidos), metiendo en ese concepto a todos los americanos, a quienes caricaturizaban como voraces ladrones de las riquezas de Latinoamérica que se aliaban con una oligarquía de traidores latifundistas para explotar a la clase obrera.

El estudiante latinoamericano, tan idealista como el estadounidense, se refugió en los movimientos armados revolucionarios que, en la inmensa mayoría de los casos, estaban diseñados por la Iglesia desde su Teología de la Liberación, que es otra falsificación maligna de los principios cristianos. Los jóvenes fueron alimentados con odios irracionales hacia el “imperio”, y hacia cualquiera que estuviera en una posición económica estable. De igual manera, los jóvenes criados en familias ricas fueron adoctrinados en sus colegios y universidades enseñándoles que deberían utilizar sus heredadas riquezas para el bien de la “revolución cristiana” de la Teología de la Liberación. Y ahí cayeron redondos en esa ideología que jamás pudieron conciliar como cristiana y que llevó, como deseaban los globalistas, a un ateísmo académico que desembocó en que sus cabecillas desarrollaran un natural odio por la organización religiosa que reclutó sus mentes. Los buenos prelados católicos -según esta cosmovisión- eran solamente aquellos que se alzaban en armas para cometer todas las abominaciones que, precisamente, son condenadas por Jesús.

Sin Dios, los jóvenes de la década de los 60 buscaron ese “dios interior” que pregona el Nuevo Orden Mundial, y que no es otra cosa que la milenaria y pagana religión de Nimrod, que predica que el hombre es, en sí mismo, un dios que forma parte de una consciencia colectiva a la que llaman de muchas maneras: Madre Naturaleza, Gea, Madre Tierra, etc. Paganismo absoluto.

La Teología de la Liberación, otra forma de paganismo disfrazado de cristianismo

Y el proceso es el mismo en todos lados. El comunismo (llámelo “centro”, socialismo democrático, tercera vía, etc) se convierte en ese ideal por el cual vale la pena luchar hasta la muerte, si es necesario.

Los jóvenes idealistas se niegan a ver que ese comunismo ideal siempre, siempre se ha convertido en brutal opresión cuando llegan al poder. No quisieron ni quieren entender que la opresión es parte indeleble del sistema comunista, y que siendo esta ideología una impostura pseudo cristiana, el diseño del engaño incluye la falsa búsqueda de la utopía y la implantación de la represión. Pocos entienden que no es que “el marxismo está malentendido”, sino que el marxismo es eso: Represión.

A los jóvenes idealistas que se dejan atrapar por la religión de Nimrod, la comunista, no les convence la cifra de 66 millones de asesinados en la URSS solo por motivos políticos, ni los 70 millones de la “revolución cultural” de Mao.

Jóvenes idealistas, engañados por el comunismo, sumidos en la desesperanza

La opresión comunista es tanto externa como interna. Sin Dios, los jóvenes que han caído en este yugo se convierten paulatinamente en seres despiadados a quienes la “causa” con la cual buscan salvar a la humanidad, es mucho más importante que la misma vida humana; una total contradicción.

Eso pensaron muchos jóvenes de mi universidad, de mi carrera que iniciaron “la lucha” llenos de idealismo y esperanza, y terminaron convertidos en delincuentes, sociópatas, drogadictos y asesinos que ya no buscaban su meta idealista sino saciar su hedonismo mediante todas las aberraciones imaginables.

El comunismo, el marxismo, es pura ideología, pura filosofía. El marxismo es una de las cabezas de hidra del Humanismo, que no es otra cosa que la religión satanista de Nimrod que ha intentado desvincular al hombre de su Creador. Debido a esto, no hay manera en que esta filosofía pueda traer ningún significado de dignidad humana al hombre; no hay manera en que una ideología basada en el materialismo pueda traer espiritualidad al ser humano.

Por eso, es que el comunismo necesita del engaño de un idealismo inexistente para atraer incautos a los que les van removiendo ese idealismo hasta convertirlo en materialismo salvaje y asesino.

El comunismo, el marxismo, es pura ideología, pura filosofía. El marxismo es una de las cabezas de hidra del Humanismo, que no es otra cosa que la religión satanista de Nimrod que ha intentado desvincular al hombre de su Creador

Inician, como ya se dijo, falsificándose como idealistas con principios cristianos, ocultando que son eso, principios cristianos, y luego van moldeando las mentes y corazones de los adeptos de la secta materialista hasta convertirlos en seres despiadados.

Los jóvenes reclutados por esta secta buscan mejorar el mundo, traer justicia, luchar por los desfavorecidos, educar a los ignorantes, acabar con el hambre, etc., todo eso parte del mandato de Jesús a quienes deseen seguirlo, y terminan siendo parte del sistema demoniaco que, precisamente, es el causante de todo lo que ellos dicen querer erradicar.

Todos esos ideales pretendidamente buscados por el materialismo marxista, no pueden originarse en ese materialismo marxista, por obvias razones (porque son ideales no materialistas), pero los jóvenes reclutados no están en capacidad de ver el engaño. Se niegan a ver la verdad incluso cuando ven que la dignidad humana que supuestamente buscaba el marxismo, era mentira; y que la “voluntad del pueblo” tampoco es respetada.

Y ahí viene la segunda etapa del comunismo. Cuando cumplen la primera etapa, esa del idealismo marxista con el que atrapan a los jóvenes, llega el establecimiento de la oligarquía comunista, compuesta por miembros veteranos y curtidos que han decidido jugar el juego y convertirse en engañadores de las juventudes venideras. Esos miembros curtidos de los partidos marxistas son, ahí sí, absolutamente malvados y conscientes de lo que están haciendo.

El peligro está en que los jóvenes idealistas, ya desencantados del marxismo, ateos, que solo buscan su paz interior en las muchas otras vertientes Humanistas como la “superación personal”, las corrientes metafísicas, la “sanación interior”, etc., siguen siendo arcilla en manos de los manipuladores; pueden manejarse fácilmente para los propósitos marxistas ya que carecen de los valores y principios contenidos en las Escrituras, no creen realmente en el Dios de la Biblia.

El culto a la deidad pagana Pachamama (madre tierra) ha llegado hasta el seno mismo del Vaticano

El relativismo moral de los incrédulos les permite la amplia gama de la inmoralidad sexual, el asesinato (por razones “altruistas”) de nacidos y no nacidos, el establecimiento del homosexualismo como ideología “del amor perfecto”, en contraposición a lo que Dios dice (que es una abominación), la drogadicción, la destrucción de la familia y la desazón total.

Y el falso cristianismo no solo se disfraza así, también pueden proclamar abiertamente ser seguidores de Jesús para, de esta manera, cubrir esa área. Son líderes religiosos que proclaman ser representantes de Dios en la tierra pero cuyos actos muestran lo contrario. No tienen problema en aliarse con abortistas, propagandistas de la ideología de género, maestros de la asesina Teología de la Liberación. Son ladrones y usurpadores que dividen perfectamente a las personas: los que les creen sus herejías y los que se repugnan con sus robos y engaños. En cualquiera de los dos casos, logran el propósito buscado por el Humanismo: Alejar a los hombres de Dios.

Y lo logran porque los cristianos verdaderos no están haciendo su trabajo como Dios ordena que se haga.

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