EL PAPÁ DE LÍA
Fernando Londoño y Miguel Posada, desde sus programas de radio contaban al mundo sobre las injusticias cometidas contra los Coroneles Mejía Gutiérrez, Plazas Vega, los generales Uscátegui y Rito Alejo del Río, los pilotos del caso Santodomingo. Y muchos más
El papá de Lía
Fernando Londoño y Miguel Posada, desde sus programas de radio contaban al mundo sobre las injusticias cometidas contra los Coroneles Mejía Gutiérrez, Plazas Vega, los generales Uscátegui y Rito Alejo del Río, los pilotos del caso Santodomingo. Y muchos más
Por Ricardo Puentes Melo
Febrero 3 de 2017
Ya pasaron dos años desde la muerte prematura de Miguel Posada. Añadir algo más a lo que se ha escrito sobre él, y a la sentida carta que publicó acá su hija Lía, sería un despropósito.
Sólo puedo agregar que Miguel fue un visionario del tsunami marxista que se venía sobre Colombia con el tema de los diálogos de paz con los terroristas, y que la mayoría de las personas ni siquiera percibían o veían como una posibilidad lejana que Colombia se cubanizara.
Miguel sí lo advirtió. Desde su programa dominical “Realidades” en Radio Súper, alertaba una y otra vez sobre los peligros que se cernían, sobre las injusticias cometidas contra los militares, a quienes les montaban procesos kafkianos usando mil maromas y dos o tres falsos testigos, y sobre el negro panorama hacia el cual nos conducía Juan Manuel Santos.
Conté antes algo de cuando conocí a Miguel, cuando estuve invitado a su programa para hablar del caso del Coronel Plazas Vega, una permanente preocupación en la vida de este empresario que se entregó por la causa de la justicia. Cuando acudí a la entrevista, yo ya había escuchado el programa “Realidades” porque alguna vez, en una visita que le hice al Coronel Plazas, él estaba escuchándolo muy atentamente mientras me pedía aguardar en silencio a que terminara.
Puedo decir, sin equivocarme, que tanto para el Coronel Plazas Vega, como para muchos otros militares presos, el escuchar a Miguel Posada o a Fernando Londoño era un oasis de esperanza en medio del horror que vivieron -y algunos lo siguen viviendo- durante muchos años en los que la desesperanza los agobiaba y sentían el olvido del pueblo por el cual sacrificaron sus vidas.
Conocí, por supuesto, algunos militares que cedieron a los engaños de las visitas de Angelino Garzón, Piedad Córdoba y uno que otro oficial de alto rango aliado del enemigo, quienes mentían a los militares diciendo que nadie los recordaba, que nadie los quería, que nadie les estaba agradecido por la entrega abnegada de ellos a la patria. Algunos de ellos, cuando yo los visitaba, me hablaban con amargura y decían que solo Angelino Garzón había llorado por su tragedia y, como vicepresidente, se había comprometido a ayudarlos. ¡Mentiras de ese sinvergüenza comunista!
Pero Fernando Londoño y Miguel Posada, desde sus programas de radio contaban al mundo sobre las injusticias cometidas contra los coroneles Mejía Gutiérrez, Plazas Vega, los generales Uscátegui y Rito Alejo del Río, los pilotos del caso Santodomingo. Y muchos más. Ellos combatían el desaliento de nuestros héroes diciéndoles que ahí, acompañándolos de corazón, marchando y protestando ante jueces, fiscales y gobierno, e incluyéndolos en las oraciones del día a día, en la mesa, al despertarse y al dormir, había millones de colombianos clamando por justicia.
Para alguien que está en libertad, esto tal vez es de poca importancia. Pero para quienes están presos, y más si es de manera injusta, para quienes están secuestrados por este régimen diabólico, esos programas de radio, o los escritos de quienes tratábamos el tema, eran un bálsamo en medio de la dura e inclemente prueba.
Miguel la vio venir. En 2002, Miguel escribía lo siguiente sobre George Soros y Human Rights Watch:
“La condena de George Soros. Vale la pena anotar la condena de los tribunales franceses al Sr. George Soros, el multimillonario especulador de fama mundial, por prácticas ilegales. El señor Soros, quien ha amasado su inmensa fortuna en la zona gris al borde de la legalidad, también ha sido uno de los más empecinados proponentes de la legalización del consumo de narcóticos. Es igualmente el más importante apoyo de Human Rights Watch-Américas y miembro de la junta directiva de esta infame ONG. Hay un viejo dicho que dice “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Con semejantes amigos no es extraño que el director de HRW, el marxista chileno José Miguel Vivanco, siempre parece favorecer a la narcoguerrilla colombiana, y que sus métodos también se enmarcan dentro del código penal: la injuria y la calumnia.”
Fernando Londoño sigue ahí, dando la pelea, sobreviviendo como un león, guiando la opinión, desenmascarando canallas. Miguel Posada tuvo que abandonar la lucha porque se murió, así de simple.
Si Miguel estuviera vivo, puedo decir con total seguridad que estaría dando la batalla por la democracia, haciendo su programa por físico amor patrio. Me lo imagino en las oficinas de Radio Súper, donde lo conocí, en medio de una enorme colección de acetatos de la emisora, con su micrófono al frente, acompañado de Carlos Sierra y el mago del sonido, cortando la grabación por un momento para decirle a sus invitados: “¿Le provoca una gaseosa, papas, chocolatina? Venga le sirvo.” Y preguntando si habían sobrado chocolatinas Jet extras mientras comía algún paquete de papas caminando por el estudio de grabación sin perder de vista las instrucciones de la cabina de sonido, y comentando escandalizado sobre las injusticias contra nuestros militares.
Me hubiera gustado haber podido celebrar con él la liberación de Alfonso Plazas Vega. Fue un momento maravilloso que lo hubiera hecho llorar de la alegría.
No se pudo. Pero las lágrimas las derramamos, comunicados por WhatsApp, con Eduardo Mackenzie y con Lía Fowler, la digna hija de Miguel que tomó la bandera de su padre caído para continuar la lucha.
Si Miguel estuviera vivo, seguramente estaría orgulloso de la decisión de Lía, y del apoyo de Greg, su yerno.
Yo creo que lo está. Es evidente.
@ricardopuentesm
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