LOS CAPITALISTAS EN CONTRA DEL CAPITALISMO
Un capitalismo de veras liberal no tiene apoyo político natural; lo que tiene es oposición y hostilidad, de grupos políticamente muy influyentes
Los capitalistas en contra del capitalismo
Un capitalismo de veras liberal no tiene apoyo político natural; lo que tiene es oposición y hostilidad, de grupos políticamente muy influyentes
Por Alberto Mansueti
Octubre 4 de 2016
“Cuando varios mercaderes del mismo ramo se reúnen, aunque sea para divertirse, la conversación suele terminar en alguna conspiración contra el público o maquinación para subir los precios”.
Es una línea de Adam Smith en “La riqueza de las naciones” (Libro I Cap. X), muy famosa porque siempre la citan los defensores de las “leyes anti-monopolio”, o anti-empresarias de cualquier clase.
Lo que nunca citan son las frases que siguen: Smith argumenta contra las leyes como “remedio” al problema. Las leyes agresivas contra la empresa no lo resuelven, más aún, lo agravan, forzando a las empresas a agavillarse en defensa propia, y a conspirar con los funcionarios encargados de aplicarlas; y así la cosa queda peor que antes. El auténtico remedio es un mercado libre; o sea libre de “barreras de entrada” a las empresas competitivas, y de “barreras de salida” a las ineficientes, para que salgan a buscar mejor suerte en otros mercados. Hablamos de barreras “no de mercado”, administrativas o legales, que sólo el Estado puede imponer.
Pero es un hecho cierto que los empresarios establecidos (“capitalistas”), son enemigos de la libertad de mercado (“capitalismo”), porque están cómodos en la cima, y temen a toda competencia.
“Salvando al capitalismo de los capitalistas” es un libro del año 2003, por los economistas Raghuram Rajan y Luigi Zingales, profesores de la Universidad de Chicago. Sí, “Chicago Boys”, de origen indio el primero, e italiano el segundo. Subtítulo del libro: “Liberando el poder de los mercados financieros para crear riqueza y expandir oportunidades”.
Explican que Karl Marx estaba muy equivocado: el libre mercado no se ve amenazado por “sus contradicciones internas”, sino por falta de apoyo político. Simple: todos nos beneficiamos de los mercados competitivos, muy eficientes y productivos, y de su falta, todos nos perjudicamos. Pero ¿quién sufre daños directos si no los hay, o saca ganancias específicas si los hay, como para estar interesado en pagar los costos, p. ej. de educar al público? ¡Nadie! Por esa razón en los mercados económicos, nadie con peso suficiente tiene fuerte interés en apoyar las libertades económicas.
Rajan y Zingales demuestran que los mercados libres son un bien público, y como todos los bienes públicos, no tienen un sistema de defensa natural, como los bienes privados (ropa, vivienda, comida, zapatos), constituido por quienes los aprovechan y disfrutan, pagando sus precios por ellos, y de esa manera apoyando su continuidad. Al contrario, la apertura tiene muchos enemigos: hay trabajadores que pierden sus empleos por presiones competitivas; y grandes industriales, banqueros y empresarios establecidos, a los cuales la competencia libre les perjudica, y mucho, actual o potencialmente.
De allí que un capitalismo de veras liberal no tiene apoyo político natural; lo que tiene es oposición y hostilidad, de grupos políticamente muy influyentes. Apoyos decisivos tiene en cambio, en los países desarrollados y en el mundo, el mercantilismo, “crony capitalism”, capitalismo de “cuates”, compadres, amigotes de los Gobiernos, sus funcionarios, y de los líderes y partidos mayoritarios. Pero sucede que este capitalismo deformado, tramposo y corrupto, no le da grandes beneficios visibles y palpables a la gran mayoría; por eso no es bien visto por la gran mayoría.
El libro hace unas afirmaciones con las cuales se puede estar o no de acuerdo: p. ej. yo no concuerdo con su tesis sobre los recursos naturales como una gran desventaja; pero para argumentar, describe y expone una colección de “casos prácticos” muy ilustrativos, principalmente en Rusia.
De todos modos es un hecho indiscutible que esta versión corrupta del capitalismo, aciertan Rahan y Zingales, mina el piso político para un sistema de mercados libres. A principios de los años ‘90, el economista e investigador Robert Shiller, documentó en un estudio que los rusos de a pie eran entonces, en promedio, favorables a los mercados y a la propiedad privada. Pero en una encuesta reciente, el 72 % quiere que las empresas privatizadas le sean devueltas al Estado. Apenas 10 años de capitalismo mercantilista, en los ’90, han destruido el favor popular del que gozaban los mercados libres, más que 70 años de propaganda comunista.
¿Qué se puede hacer? El libro propone una serie de reformas estructurales para promover una distribución más eficiente de la propiedad privada, en mercados financieros: bancarios y bursátiles.
Significa: no demasiada concentración de la propiedad, que les facilite a las oligarquías económicas la captura de instituciones políticas decisivas; pero tampoco demasiada dispersión de la propiedad, que impida la formación y afirmación de una clase media sólida y numerosa, comprometida con el sistema, y dispuesta a brindar y mantener su pleno apoyo político a las reformas.
Y termina asomando “la pieza faltante”: ¿cómo hacer conciencia política suficiente en pro de las reformas, si el apoyo al capitalismo liberal clásico no se puede esperar de los “capitalistas”? Los autores no dan muchas respuestas. ¿Por qué? Porque son buenos economistas, conscientes de las limitaciones de su ciencia. Los malos economistas, que abundan, incluso entre “liberales”, pontifican sobre temas que escapan al perímetro de su disciplina, acotado como el de cualquier otra rama del saber. Ahí meten la pata, y causan mucho mal público, enturbiando el clima de opinión.
Si el mercado abierto es un bien público, como bien dicen estos dos buenos economistas, entonces las leyes buenas, que promueven, restauran o mantienen los mercados libres, en favor del capitalismo, son un bien público. Pero en temas legales no es la Economía la que tiene la palabra, sino el Derecho. Y el Derecho liberal clásico reconoce sólo tres funciones al Estado: seguridad, justicia e infraestructura. La educación a favor de la competencia y los contratos privados no es función del Gobierno civil.
¿Quién va a hacerla entonces? La respuesta a esta pregunta está en una tercera disciplina: la Ciencia Política, el estudio de los sistemas de Gobierno. Y la respuesta es: uno o varios partidos políticos, de tipo privado, y sus coaliciones. En los “mercados políticos” es donde se hallan los actores con fuerte interés en apoyar las libertades económicas. Mi próximo artículo, si Dios quiere, se va a titular: “Los partidos en favor del capitalismo”, con los “casos prácticos”, muy enseñadores, de “los cuatro tigres asiáticos”: Formosa (Taiwan), Corea del Sur, Singapur y Hong Kong.
¡Hasta entonces!
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