LOS DELIRIOS DE LEYVA DURÁN
No es que el señor Álvaro Leyva Durán sea cínico. Es simplemente un confusionista de peso que ejerce hábilmente su labor
Los delirios de Leyva Durán
No es que el señor Álvaro Leyva Durán sea cínico. Es simplemente un confusionista de peso que ejerce hábilmente su labor
Por Eduardo Mackenzie
@eduardomackenz1
31 de agosto de 2016
No es que el señor Álvaro Leyva Durán sea cínico. Es simplemente un confusionista de peso que ejerce hábilmente su labor. Veamos lo último que está le proponiendo a la opinión pública colombiana para que ésta trague entero el horrible “acuerdo final de paz” entre Santos y las Farc que está escandalizando a la ciudadanía, a medida que ésta lee las 297 páginas publicadas por el gobierno la semana pasada.
Leyva dice que ese acuerdo “no es una obra de arte perfecta ni es la paz automática” sino que habrá que “llenar de valores a la sociedad en el posconflicto, como se hizo después de la Segunda Guerra Mundial en Alemania”. El agente de influencia de las Farc sabe muy bien qué ocurrió en Europa tras la derrota total de Hitler y de los gobiernos del Eje. Pero la historia verdadera él se la guarda en un bolsillo para ofrecer al país un cuento de vaqueros.
Alemania y los países que el Tercer Reich había agredido e invadido pudieron volver a ser países democráticos. Eso se debe a que los ejércitos del nazi-fascismo fueron derrotados militarmente por los Aliados y porque los altos jefes de la Alemania nazi fueron capturados, juzgados, condenados y pasados por las armas, tras la firma de la capitulación sin condiciones de la Alemania nazi. Y sobre todo porque esos países, salvo los que cayeron enseguida en las manos de la URSS, fueron “llenados”, para utilizar el lenguaje de Leyva, de valores democráticos durante la post guerra, gracias a los esfuerzos sistemáticos de desnazificación de esas sociedades realizados por los Estados Unidos y la Gran Bretaña con la ayuda de los nuevos gobiernos en Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica, Suecia, Noruega, Finlandia, mediante masivos planes de desarrollo económico y cultural y la realización de elecciones libres.
Lo que ocurre en Colombia es, desgraciadamente, lo contrario. Las Farc, organización narco comunista que dependió siempre de Moscú (ahora de Cuba), que había sido derrotada varias veces por las fuerzas armadas de Colombia, sobre todo durante los ocho años de gobierno del presidente Álvaro Uribe, fue súbitamente ayudada por el gobierno de Juan Manuel Santos, restaurada y mostrada como una guerrilla triunfante y blanqueada políticamente mediante un proceso de “negociaciones de paz” en La Habana que rápidamente se transformó en un acto oculto de capitulación en regla del Estado colombiano.
Es como si tras el suicidio de Hitler, los Aliados hubieran aceptado entrar en un proceso de diálogo y negociación política con los restos del Tercer Reich para que éstos impusieran en ese escenario sus condiciones y valores a pesar de haber sido derrotado en el campo de batalla. La absurdidad de la situación de Colombia es de ese alcance: una fuerza totalitaria comunista derrotada por la democracia es restaurada por ésta misma o, más exactamente, por el mandatario de turno, con el pretexto de la paz, para enseguida inclinarse ante sus peticiones más absurdas.
Por eso es que la frase de Leyva Durán (“llenar de valores a la sociedad en el posconflicto como se hizo después de la Segunda Guerra Mundial en Alemania”) es totalmente tramposa. Bajo Hitler, Alemania había sido sometida a una dictadura totalitaria nazi. La sociedad había sido profundamente penetrada por los valores antidemocráticos, racistas, antirreligiosos y anticapitalistas de los nazis. Había que reinstaurar la democracia y revenir a los valores liberal-conservadores que los nazis habían abolido. La Alemania de la postguerra fue eso, una lucha constante para construir una sociedad democrática y para sacar de la administración pública y del sector privado a los nazis que habían escapado a la prisión o al exilio. Fue y sigue siendo una lucha para hacer prevalecer sobre todo en la educación nacional los valores de la civilización judeo-cristiana.
Álvaro Leyva Durán habla de reintroducir unos “valores” a Colombia “en el posconflicto”. ¿De qué “valores” habla? ¿Son los valores de la democracia? Imposible. Las Farc son una organización comunista, es decir defensora de una ideología antitética, que pretende abolir la democracia, la religión, las libertades “burguesas”, el pluralismo, los derechos humanos. Karl Marx, el fetiche ideológico de fondo de los cabecillas de las Farc, fue uno de los primeros en salir a combatir los Derechos Humanos que habían sido lanzados al mundo por la revolución francesa. ¿De que “valores” habla Leyva Durán?
El ex ministro habla, en realidad, de los “valores” de las Farc, la única parte que sale triunfante de la negociación “de paz” de Santos en La Habana. Son los “valores” de La Habana los que Leyva quiere imponer en Colombia durante el “posconflicto”, no los valores políticos, sociales, religiosos, morales, ideológicos que permitieron la reconstrucción, la prosperidad y la paz en Alemania Occidental, a pesar de la Guerra Fría desatada por la URSS para tratar de derrumbar los valores de la libertad e imponer los valores del comunismo leninista que llevarán al colapso, finalmente, a la URSS en 1991.
O a lo mejor entendimos mal a Leyva Durán. Lo que él quiere decir es que, durante el postconflicto, Colombia debe ser “llenada” de los valores comunistas, como fue “llenada” de valores comunistas la parte alemana invadida por la URSS, la RDA. ¿Es ese el secreto de la frase sibilina de Leyva Durán?
Lo que anuncian, la creación de un grotesco “tribunal de paz” para inculpar a las principales empresas del país y a sus dirigentes, y para incriminar enseguida a los ex presidentes y a toda la clase política y a miles de parlamentarios, funcionarios, periodistas, intelectuales, activistas, sindicalistas, religiosos y artistas que se oponen a las Farc y al castro-comunismo, o el anuncio de que Santos entregará a las Farc 31 radio-emisoras para “hacer pedagogía sobre los acuerdos”, es decir para que difundan por todo el país su ideología de desquite, odio y violencia, es una parte de lo que Leyva Durán llama “llenar” el país de “valores”.
El NO en el plebiscito podría salvar a Colombia de todo eso. La movilización desde ya contra tales planes debe ser masiva y contundente. Colombia no puede dejarse despojar de sus valores e instituciones democráticos y caer en manos de una dictadura narco-comunista.
Comentarios