NO ME HABLEN DE MUERTOS, QUE DEL CEMENTERIO VENGO YO
Hoy los jóvenes creen que Colombia se fundó en el 2000 y que el problema de seguridad es por los paracos y que el culpable es Uribe, la memoria histórica de Colombia está distorsionada por un grupo de intelectuales y políticos de izquierda que quieren vender a los terroristas como mártires
No me hablen de muertos, que del cementerio vengo
Hoy los jóvenes creen que Colombia se fundó en el 2000 y que el problema de seguridad es por los paracos y que el culpable es Uribe, la memoria histórica de Colombia está distorsionada por un grupo de intelectuales y políticos de izquierda que quieren vender a los terroristas como mártires
Por Nichin, un colombiano de a pie
Julio 11 de 2016
Los colombianos llevamos toda una vida hablando de paz y esperando que ésta llegue. En los últimos seis años es el tema preferido en nuestras tertulias. Hoy, que la tenemos a la vuelta de la esquina, estamos a la expectativa de cómo será un día de paz. Yo, que tengo más de cuarenta años, cuando niño vivía en mi hermoso Cáchira del alma, a donde llegaron los terroristas redimidos, hoy héroes y futuros Senadores, gobernadores y alcaldes, quienes en una emboscada asesinaron cinco de los ocho policías que protegían al pueblo; luego, unos años después, la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar se tomó otra vez mi caserío.
Ese día llegaron a las 8:30 de la noche.
Recuerdo que en la habitación de mis padres, junto con mis hermanos, rezábamos el rosario, como es costumbre en los campesinos que aún creemos en Dios, cuando los terroristas atacaron la estación de policía donde había ocho uniformados que se defendieron con alma vida y sombrero. Al rayar el sol cesaron los disparos y un silencio lúgubre y tenebroso se apoderó de nosotros, salí con mis 10 años a la espalda y observé cómo era que nos trataban los hoy redimidos. Un policía yacía en la calle del parque hasta donde lo arrastraron para llenarle la boca de tierra. No sé qué mensaje querrían darnos, nunca entendí.
Los otros policías, al ver que los pobladores salimos, empezaron a asomarse desde diferentes lugares donde se habían atrincherado para defendernos. Años después, el 25 de octubre de 1989, nos volvieron a visitar, pero, como dijo uno de los guerrilleros que estaba disparando desde el techo de mi casa (cuando mi papá en un acto de valentía le increpó diciéndole “hombre porqué se meten otra vez si ya se habían tomado el pueblo años antes): “ya nos lo tomamos y ahora venimos a comérnoslo”. Esa noche casi no termina; el traquetear de los fusiles pistolas y el detonar de tatucos; hacían honor a las palabras del villano atrincherado en nuestro tejado, pero en medio de esto se oía la voz de un valiente policía que animaba a sus compañeros, diciéndoles “cursos háganle que no podrán con nosotros.”
En las primeras horas del siguiente día aún se escuchaban las ráfagas y los gritos del policía, que sin desanimarse ya había contagiado a sus compañeros y se preguntaban de una trinchera a otra “como está el TUCURULU”. Cuando salimos a ver qué había pasado, vi como la iglesia, la Caja Agraria y el parque eran un campo de guerra; la estación de Policía era un montón de escombros. No sé cómo mis policías resistieron e, incluso, dieron de baja a dos de los terroristas, mis valientes estaban que caían del cansancio, un héroe murió en la torre de la iglesia, murió en la casa de Dios defendiendo un pueblo que no era el suyo y a personas que no conocía, ese día se acabaron sus 20 años de existencia.
Así transcurrió mi infancia, entre la violencia y los atropellos; recuerdo que un día llegaron los guerrilleros del ELN al colegio a hacer dizque una reunión para informarnos de las actividades que ellos hacían para liberar la patria, como si no supiéramos que eran unos asesinos.
Al terminar mis estudios de bachillerato, mis padres me enviaron a estudiar a la universidad para que fuera un profesional, pero eso no era lo mío, yo llevaba en mi sangre el honor y el valor de los héroes que defendieron mi terruño y que no se doblegaron ante el ataque despiadado de los terroristas. Y sin la autorización de mis padres inicié mi curso para ser POLICÍA DE COLOMBIA.
En mi sacrosanta institución viví muchas cosas buenas y dulces, conocí a mi esposa, nacieron mis hijos, conocí mucha gente buena y tuve cientos de hermanos verde oliva, pero también tuve que recoger a mis amigos, a mis hermanos caídos bajo el terror de los terroristas de las FARC el ELN y de las autodefensas del terrorista Castaño.
Hoy, cuando estoy retirado;interactúo con muchas personas en las calles y parques de mi Bucaramanga donde me radiqué, al igual que con personas en las diferentes redes sociales, y al hablar y exponer mis desacuerdos con el trágico proceso que se adelanta, me da tristeza escuchar a muchos, sobre todo jóvenes quienes me dicen sin saber qué hice en mi vida: “usted es un guerrerista, como usted no sabe que es hacer un tiro ni sabe lo que es pelear en el monte, qué bonito es hacer la guerra sin saber que es.” ¡Si ellos supieran qué es dispararle a una persona..! No es nada bonito, se hace porque, si no, esa persona te mata primero. Tampoco es bonito estar en una montaña donde solo llega el sol y sentir el silbar de las balas que buscan tu vida, con la esperanza de que lleguen los refuerzos, pues siempre éramos superados en número por los terroristas que en varias ocasiones atacaron los sitios donde laboré.
Hoy los jóvenes creen que Colombia se fundó en el 2000 y que el problema de seguridad es por los paracos y que el culpable es Uribe, la memoria histórica de Colombia está distorsionada por un grupo de intelectuales y políticos de izquierda que quieren vender a los terroristas como mártires, pues ya hasta el alcalde de Cali les va a pedir perdón, el himno y la bandera de las FARC se homenajean en el senado, y nosotros los dizque héroes, esperando que Santos nos cumpla las promesas que nos hizo en su primera campaña cuando engañó a todo el país.
Para terminar les dejo una frase que se dice en las filas de los héroes de verdad “NO ME HABLEN DE MUERTOS QUE DEL CEMENTERIO VENGO”
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