RESPUESTA A LA FISCAL MARTHA LUCÍA ZAMORA
Estoy muy consciente de que desde hace tiempo soy objetivo de la Fiscalía General de la Nación debido a las cosas que he destapado sobre su negro manejo. Sé que llegará un momento en que seré víctima de los falsos testigos que fiscales corruptos usan contra ciudadanos de bien que les son incómodos para su accionar criminal
Respuesta a la fiscal Martha Lucía Zamora
No puedo decirle, señora Fiscal Zamora, que su enemistad no me afecta. Sé de sus alcances, sé de sus tétricas actuaciones, sé de su capacidad para hacer el mal y sé de su indolencia ante el dolor y el sufrimiento ajenos
Por Ricardo Puentes Melo
Enero 21 de 2013
La Fiscal Martha Lucía Zamora Ávila, coordinadora de la Unidad Delegada ante la Corte Suprema de Justicia, me acusa de ser “bajo”, de utilizarla a ella para ir tras el Premio Simón Bolívar, y de querer “afectarla” negativamente en su imagen y su carrera profesional. Ay, señora fiscal, nada más lejano a la realidad.
Como primera medida, quiero aprovechar la oportunidad que me ofrece la Fiscal Martha Lucía Zamora para puntualizar algunas cosas que se me quedaron en el tintero.
Recién publicamos el artículo en mención (https://www.periodismosinfronteras.org/martha-lucia-zamora-la-fiscal-que-persigue-a-alvaro-uribe.html), la señora Zamora Ávila me envió un correo que a continuación transcribo, tal y como lo recibí el 17 de enero de este año:
“Resetado Sr. Puentes: Anoche, por sugerencia de amigos, leí la columna que usted amablemente me dedicó. No se imagina la emoción que sentí, al punto que se me salieron algunas lágrimas, al quedar complacida por el serio y juicioso trabajo investigativo a fin de reconstrir mi vida profesional.
No tengo palabras para agradecerle tan sincero homenaje. Por eso lo imprimí para consevarlo entre mis preciados recuerdos.
Me encantaría poderme reunir con Usted, quedo pendiente de ser posible en esta semana.
Cordialmente
Martha Lucia Zamora Ávila
Enviado desde mi iPad”
Yo, de inmediato le respondí lo siguiente:
“Apreciada señora Fiscal Zamora: conforme a su amable mail, quiero manifestarle que me alegra que le haya gustado la investigación que hicimos sobre usted: Esto significa que no hay datos erróneos u otros que usted quiera controvertir.
Respecto a su solicitud de reunirnos, estaré encantado. Sólo le rogaría que fuera en un lugar público y con ciertas condiciones de seguridad. Espero me entienda. El día 23 salgo de viaje. Así que si puede el lunes 21, sería perfecto. Quedo pendiente. Muchas gracias..”
De nuevo, la Fiscal Martha Lucía Zamora me escribió, pero ya no en los términos amables y agradecidos, sino todo lo contrario. A continuación dejo la carta, párrafo por párrafo, con su correspondiente respuesta:
“Señor Puentes: Leo su respuesta y no me cabe la menor duda su alto grado de ingenuidad. Cómo creer que alguien pueda expresar felicidad y complacencia con tan bajo escrito? todo lo hice para que por un instante pensara en el dolor que invade el corazón, cuando la gente aterrada menciona el artículo y no queda más remedio que leerlo y sentir la más infinita impotencia ante usted.
La persona que me llamó fue María Victoria, la esposa de Iván Velásquez, porque otra amiga a su vez, la llamó a ella. María Victoria, como Iván, son amigos desde hace muchos años, cuando él se posesionó como Magistrado Auxiliar de la Corte Suprema de Justicia, en el despacho del Magistrado Álvaro Orlando Pérez Pinzón, en el año 1999, por esa razón, vi crecer a sus hijos y me une una entrañable amistad con Víctor Javier.”
Señora Fiscal, quiero pensar que cuando usted me califica de “alto grado de ingenuidad”, busca halagarme y no insultarme.
Usted me hace una invitación para que piense en el “dolor que invade el corazón” –supongo que el suyo- y la “infinita impotencia” que usted dice sentir ante mí.
No exagere, señora Fiscal Zamora. Empecemos por el “dolor que invade el corazón” –supongo que el suyo- ante la lectura de este informe. ¿Ha pensado usted alguna vez en el infinito “dolor que invade el corazón” de las víctimas que usted ha dejado regadas en su nefasto trasegar por ese ente sagrado de la Justicia colombiana (Fiscalía General) que un puñado de asalariados de la mafia ha convertido en nido del hampa y oficina de ajustes de cuentas..? Déjeme decirle que las personas que han sido afectadas por usted no solamente han sentido “dolor que invade el corazón”, sino que sus vidas han sido total y rastreramente arruinadas; sus familias aplastadas, y vidas sesgadas por su afán –el suyo, señora Fiscal Zamora- de escalar social y profesionalmente, sin atreverme a pensar que otros oscuros intereses la han llevado a hacer lo que ha hecho con las vidas de sus víctimas.
Dice usted que siente “una profunda impotencia” ante mí. Y, de nuevo, la conmino a que no exagere ni se ponga en el papel de la víctima. Usted es la victimaria, y tiene a su disposición todo el monstruoso aparato de la Fiscalía General de la Nación, mismo que es fácilmente utilizado para ajusticiar a quienes osen sacar de sus madrigueras todas las inmundicias que hacen desde ese búnker. “Profunda impotencia” sentimos los colombianos del común ante las canalladas y los terribles e innombrables delitos que cometen quienes se agazapan detrás de las paredes blindadas de la Fiscalía General de la Nación. Ustedes, los de la Fiscalía –y hago excepción de los funcionarios decentes- poseen un omnívoro y omnímodo poder que descargan como un mazo exterminador sobre indefensos ciudadanos que no tienen otra salida que soportar estoicamente la vergüenza y el oprobio, o recurrir a sesgarse la vida por mano propia.
Así que, no me hable de su “infinita impotencia” ante mí. Eso es una ridícula burla que entiendo como una amenaza tácita contra mí y mi familia. Amenaza de la que, dicho sea de paso, fui consciente desde antes de publicar este informe. Amenaza que siempre ha estado latente en mi vida, y que estuvo muy presente cuando su colega, la entonces fiscal Ángela María Buitrago –tan cercana como usted a los falsos testigos- pidió a la Fiscal general Viviane Aleyda Morales de Lucio que me investigara y acusara por el delito de “defender militares”.
No puedo decirle, señora Fiscal Zamora, que su enemistad no me afecta. Sé de sus alcances, sé de sus tétricas actuaciones, sé de su capacidad para hacer el mal y sé de su indolencia ante el dolor y el sufrimiento ajenos. Por eso, aunque soy sabedor de todo ello, y reconozco su malévola trayectoria, siento el natural temor que alguien experimenta ante una fiera sedienta de sangre. Pero ese natural temor no me ha impedido nunca callar ante una verdad que nadie se atreve a decir.
“No se cuáles son sus fuentes, ni a quién a consultado, pues claramente se aprecia el culto al chisme y no a la
realidad. Claro que renuncié a la Corte y mi único ánimo fue la salud de mi esposo, esfuerzo que finalmente no logró su cometido por cuanto la recomendación médica era vivir a nivel del mar y así hoy en día se encuentra en Cartagena, muy recuperado y de igual forma dolido por sus afirmaciones, porque no se cansa de escribir, de comentar acerca el sentimiento de gratitud por la solidaridad de Carolina y mia para superar las enfermedades tan graves que tuvo que afrontar, como el Epoc y la malformación arteriovenosa cerebral”.
Lamento lo de su esposo. Mis fuentes son muy cercanas a ustedes, y es otra cosa lo que dijeron. De todas maneras, las relaciones entre usted y su esposo no son de mi incumbencia. Los comentarios al respecto fueron para ilustrar esa faceta desconocida de un funcionario público que, debido a la importancia de su cargo, debería llevar su vida privada con toda honorabilidad y decoro. Un funcionario público que administra justicia es, perdone la exageración, alguien sobre quien no debe recaer ninguna mancha, mientras esto sea posible. Las veleidades propias del ser humano, con todas sus carencias y horrores, no pueden ser las cualidades sobresalientes en alguien que debe brillar por su ecuanimidad, su limpieza moral y su intachable conducta.
“Mientras esto ocurría, también tuve que sortear la incertidumbre ante tres cirugías, radiaciones y tratamiento para ganarle la batalla a un tumor maligno que me diagnosticaron en el año 2008, trabajar, ser madre y profesora, como las más importantes misiones que he procurado cumplir. De ellas me refiero a la profesional, en la que siempre habrá alguien no contento con el resultado, utiliza los medios más bajos para lograr algo.”
Lamento lo de su tumor, sus cirugías y radiaciones. Como también lamento las mismas circunstancias en Hugo Chávez y Juan Manuel Santos. Pero esas condiciones tristes jamás deben ser utilizadas como escudos para desatar sobre los ciudadanos inermes todas las frustraciones y rencores, ni para blandir una institución como machete de sicario para descuartizar a aquellos que no sean de los afectos de los funcionarios o de quienes untan de mermelada a aquellos que no deberían ceder nunca ante esas mieles. Un abusador del poder conferido por el pueblo no puede pedir clemencia ante quienes fueron los depositarios de su salvajismo.
Las enfermedades llegan a todas las personas, sin distingo de nada. Y si usted, que ha sido víctima de una no pudo sentir pesar por sus víctimas, ¿cómo es capaz de citar su condición lamentable para despertar lo que usted no ha sido capaz de sentir…?
“Así ocurrió en el caso “Dragacol”, pues desde el Consejo Superior de la Judicatura, -y sabrá por qué-, fueron muchas las actividades que se emprendieron para evitar que avanzara el juicio y finalmente, por el compromiso serio de una Magistrada del Tribunal Superior de Bogotá y de la Corte Suprema, fueron condenados, pero usted sólo presenta una visión sesgada, como lo hizo en cada uno de los temas tratados.”
Me sostengo en lo de Dragacol. Ni usted ni su jefe Alfonso Gómez Méndez, el fiscal y procurador de bolsillo de los narcopresidentes Samper y Pastrana, vincularon a Mauricio Cárdenas Santamaría a este infame robo que nos hicieron a los colombianos. Mauricio Cárdenas, como ministro de transporte títere de Pastrana se reunió con Reginado Bray Bohórquez para timarle a la nación la suma de 26mil millones de pesos de la época. Gómez Méndez no puso preso a Cárdenas debido a la amistad con Jorge Cárdenas Gutiérrez, padre del ministro. Gómez Méndez y Cárdenas Gutierrez eran socios en una emisora de radio que les entregó el también corrupto Saulo Arboleda allá en Chaparral, Tolima, cuna de Gómez Méndez y varios guerrilleros de las FARC. Eso sin mencionar el afecto de Gómez Méndez por la hermana del ministro, Patricia Cárdenas. Yo no tengo ninguna, óigame bien, ninguna duda de que usted y Gómez Méndez ayudaron para que el hoy ministro de Santos Mauricio Cárdenas Santamaría no fuera acusado por el robo a Colombia en el caso Dragacol.
Eso por encimita.
Piense en una cosa, señora Fiscal Zamora: ¿Usted de verdad no siente remordimiento por la muerte del ex ministro Hugo Escobar Sierra, quien falleció de pena moral –según testimonios de su familia-, debido a la empapelada que le lanzó encima su Fiscalía?
“Si su intención era afectarme, le digo sinceramente que lo logró. Tal vez eso lo llene de satisfacción como profesional y con ello consiga el tan anhelado premio “Simón Bolívar” al periodista serio, objetivo, como ha estado nominado en varias ocasiones por sus excelentes artículos que lo han llevado a grandes éxitos políticos”.
Mi intención no es afectarla. Mi intención es que el país conozca la corrupción que reina en la justicia colombiana. Mi intención es que los colombianos sepan que estamos inermes ante personas como usted, henchidas de poder y faltas de humanidad y sentido de la probidad que, cual dictadorzuelos infames consideran que están por encima del sagrado mandato que se les confirió; esto es, velar por la justicia y castigar a los delincuentes. Hoy eso sucede al contrario: personas como usted velan por los delincuentes y castigan a sus víctimas.
De otra parte, no aspiro ni he aspirado a ganarme premios de periodismo. Entiendo eso como una ironía suya. Sepa que, por otro lado, no me premiarán nunca por ello. Fíjese que las mismas organizaciones que supuestamente defienden a los periodistas perseguidos, me han hecho objeto de persecuciones. Le comento que hasta la FLIP escribió una vez a “Reportero sin Fronteras”, con sede en París, para decirles que yo no merecía ser protegido ni por las autoridades colombianas, ni por las organizaciones defensoras de periodistas. La SIP, que aglutina a dueños de medios -y de la cual fue presidente Enrique Santos- está en igual tónica. Así que no se angustie, ni aspiro a premios, ni tampoco me los darán. Mi único reconocimiento es aquél que hacen nuestros lectores.
“Mi familia, en especial Alberto y mi hija, mis amigos, los alumnos, compañeros de trabajo, incluso desconocidos, me han manifestado sus voces de ánimo porque me conocen, saben cuál ha sido mi trabajo y cuáles mis valores y eso es lo más importante para mí.”
Dudo que “desconocidos” la conozcan. Eso es una contradicción. Aplaudo que su familia la apoye. Y hago un llamado para que esos que la apoyan echen un vistazo a su trayectoria y a lo que ha sucedido con quienes han sido sus víctimas.
“Jamás me reuniría con un persona como usted, y en caso de hacerlo, claro que llevaría seguridad!, pero por el temor que infunde su presencia. Pero de nada sirven las previsiones externas porque ante su pluma y su bajeza, no existe escolta o blindaje que me proteja. Martha Lucía..”
Aquí entre nos, yo sí estaba dispuesto a reunirme con usted. Lo he hecho en entrevistas con criminales de toda calaña, cuchilleros, bandidos, traficantes, periqueros, atracadores, traficantes, guerrilleros, sicarios y terroristas. Estoy, si se puede decir, acostumbrado a ello.
Lamento que mi presencia le infunda temor. Solamente me explico eso por el temor que la luz y la verdad infunde sobre los habitantes vividores de las sombras. Le confieso que jamás he matado nada.. ni siquiera una gallina para un sancocho. No he sido capaz.
Jamás nadie ha muerto debido a persecuciones de mi parte, nadie se ha suicidado, no he traído oprobio sobre familias y personas honorables. Nunca he tenido poder alguno y, en caso de que algún día llegara a tenerlo, no lo usaría como usted ya lo tiene por costumbre, que es para cazar contradictores.
Alguien de la Fiscalía me dijo que usted seguramente acudiría a nuestra entrevista con un ejército de escoltas. Y lo creo. Pero aún así estuve dispuesto a acudir. ¿Por qué usted no hizo lo mismo, si mi única herramienta era un bolígrafo, una libreta pequeña y la verdad de mi lado?
Estoy también muy consciente de que desde hace tiempo soy objetivo de la Fiscalía General de la Nación debido a las cosas que he
destapado sobre su negro manejo. Sé que en cuanto siquiera escupa en la calle seré judicializado de inmediato. Sé que llegará un momento en que seré víctima de los falsos testigos que fiscales corruptos usan contra ciudadanos de bien que les son incómodos para su accionar criminal.
Ya he sido golpeado por turbas, escupido, insultado, injuriado, señalado… he sido objeto de atentados contra mi vida, mis hijos también; uno sufrió un secuestro. Así que nada me extrañaría ya.
Me apena tener que terminar así, de tajo, esta respuesta. ¡Pero qué se le va a hacer..! ¿Me promete usted en el caso de que se consiga falsos testigos en mi contra, para cualquier cosa que se le ocurra imputarme, tendré derecho a la defensa..? Espero que así sea.
Porque sé que mi pelea contra usted, y contra otros de la Fiscalía, es de toche contra guayaba madura (siendo yo el indefenso fruto), de hiena contra ovejita amarrada.. No diré jamás que no conozco esa realidad, pero así son las cosas.
Salúdeme, por favor, al ex fiscal Alfonso Gómez Méndez y a la doctora Viviane Aleyda Morales de Lucio, que tantos y tantos favores han hecho a la mafia.
Con eso termino. Feliz día.
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