SANTOS Y JUDAS
Porque Santos no hará jamás lo que su antecesor ideológico hizo cuando traicionó a Jesús. Santos no solamente se hubiera guardado las treinta piezas de plata, sino que se hubiera hecho elegir gobernador de Judea
Santos y Judas
A quienes no seguimos el juego de la prensa poderosa y mercenaria, el camarada Santos nos llamó “Mano Negra”; nos dijo que nosotros buscábamos desestabilizar al país, y nos colocó así el conocido y lapidario cartel que no es más que un permiso tácito para que sus seguidores y fanáticos nos conviertan en objetivo militar
Por Ricardo Puentes Melo
Diciembre 24 de 2011
En estas épocas en que se recuerda el nacimiento de Jesús, la gente olvida el fatídico suceso que, 33 años después, lo llevaría a morir crucificado por su mismo pueblo. Si hablamos de Jesús, no podemos evitar hacerlo de Judas, una especie de ministro de Hacienda y Defensa del reducido grupo de creyentes seguidores del Mesías. Tan pronto tuvo su oportunidad, Judas –celoso de su maestro- lo vendió, lo traicionó por un puñado de monedas que, al día de hoy, podrían ser fácilmente petrodólares chavistas.
Colombia es un país de creyentes donde hay muchos crédulos, y eso lo demuestra la elección del camarada Santos para presidente, y la no menos desafortunada victoria del terrorista secuestrador y asesino indultado, Gustavo Petro, para la Alcaldía Mayor de Bogotá.
El camarada Santos termina el año dejando el país como cuando lo recibió el Dr. Álvaro Uribe Vélez, es decir, en el caos, la desazón y con unas guerrillas y las bacrim cometiendo atentados y crímenes a lo largo y ancho de la nación.
Por supuesto, el camarada cuenta con el apoyo de la gran prensa nacional que, a cambio de una gran tajada del presupuesto nacional representado en publicidad, hace una demente y desaforada defensa de la gestión de Santos llegando incluso al colmo de obligarnos a creer que el tartamudeo presidencial es solo cuestión de percepción, y que el camarada es el mejor orador vivo que tiene Colombia. Hasta lo nombraron “personaje del año”.
La gran prensa criolla también nos quiere hacer tragar la píldora dorada ocultando la mayoría de los atentados terroristas de la guerrilla, ignorando el drama de los damnificados por el invierno cuya ayuda internacional no llega a los destinatarios sino que se quedó en manos de los políticos santistas que hicieron bellezas con mercados, carpas y dinero en efectivo para conseguir los votos necesarios, y enterrando –literalmente hablando- toneladas de mercados sin importarles que cientos de miles de colombianos pasen hambrunas y enfermedades.
A quienes no seguimos el juego de la prensa poderosa y mercenaria, el camarada Santos nos llamó “Mano Negra”; nos dijo que nosotros buscábamos desestabilizar al país, y nos colocó así el conocido y lapidario cartel que no es más que un permiso tácito para que sus seguidores y fanáticos nos conviertan en objetivo militar. El oscuro y temido Ramiro Bejarano, alias Dasman, ex director del DAS seriamente comprometido en el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado acusó con desparpajo a este servidor –ante millones de oyentes- de pertenecer a esa Mano Negra de la que hablaba Santos, que buscaba el caos en Colombia.
Un golpe por debajo del cinturón que recibí sin afectarme, pero que aprovechó el nuevo y flamante alcalde de Bogotá, Petro, quien también se sintió autorizado para acusarme de activista de la ultraderecha, la Mano Negra en el periodismo al servicio –según él- de los motosierreros.
La proclividad de Santos a la traición, no solamente lo llevó a apuñalar por la espalda al presidente Uribe; también condujo a la muerte a alias Cano, con quien ya existían conversaciones para dialogar y entregarle algunos ministerios y embajadas a los sicarios de las FARC, tal y como lo hizo Gaviria con el M-19.
Pero Santos no solamente traicionó a Uribe y a las FARC. Lo más grave es que
lo hizo con el país, con nueve millones de votantes que esperábamos la continuación de la política de la Seguridad Democrática, y no este amasijo de corruptos, rateros y matones que nos están gobernando hoy.
Por otro lado, el camarada Santos le entregó el país al proyecto comunista internacional. Está despojando de sus tierras a propietarios y empresarios para entregárselos a guerrilleros y estafetas; son tierras estratégicamente ubicadas para el libre accionar de los bandidos, tierras preciosas para el proyecto de su nuevo mejor amigo.
Y no solamente eso. Santos también terminó de un solo tajo el acuerdo de cooperación militar entre Colombia y Estados Unidos, que permitía el control del narcotráfico a través de Venezuela y, al mismo tiempo, la entrada de armas desde ese país con destino a la guerrilla.
Trajo el camarada Santos al juez Baltasar Garzón, enemigo de Colombia y amigo de las FARC sin importarle que esté requerido en España para que responda por sus crímenes.
También nombró como Fiscal General –en contubernio con la Corte Suprema- a Viviane Morales, cómplice de Ernesto Samper, subalterna política del ex fiscal Alfonso Gómez Méndez, acusado por guerrilleros de las FARC de ser parte de esa guerrilla; También Viviane Morales es esposa de un peligrosísimo terrorista, traficante de armas y de droga; asesor de paramilitares y miembro de la guerrilla del M-19 que cometió el sangriento asalto al Palacio de Justicia y cuyos miembros hoy, ya indultados y amnistiados, y desde puestos de control de la justicia y la investigación criminal, se han dado a la tarea de condenar a miles de militares, pero no cualesquiera sino a aquellos que más duros golpes le hayan propinado a las guerrillas y el narcotráfico. Y se supone que los colombianos debemos creer que ella combatirá el crimen y nos defenderá de terroristas, narcotraficantes y guerrilleros… ¡Pero si, precisamente, con ellos es que se relaciona de tiempo atrás..!
Esta tarea de criminalizar a nuestros héroes la empezó el mismo Santos cuando, siendo ministro de Defensa, inició su ataque feroz contra el ejército destituyendo a 27 oficiales acusándolos falsamente de cometer Falsos Positivos. Tarea en la que fue apoyado por La Machaca, el guerrillero Carlos Franco y el mismísimo comandante de las Fuerzas Militares, Fredy Padilla de León. Ninguno de esos 27 oficiales tiene investigaciones ni dudas sobre su inocencia.
Nombra en su gabinete a personajes financiados por carteles de la droga,
oculta sus cacerías de patos con Mancuso e impide que el país conozca las revelaciones contenidas en las computadoras de Reyes, Jojoy y el mismo Cano.
Apenas colocó su trasero en el solio de Bolívar, Colombia entró en cuidados intensivos. Y la razón es sencilla: a Juan Manuel Santos le importa un comino lo que suceda con el país. Él está más preocupado por pasear por el mundo con el avión presidencial lleno de periodistas lagartos que tiran a cuatro columnas titulares pendejos queriendo engañar al pueblo diciéndonos que la visita a Turquía, y un TLC con ese país, es lo más grandioso que le ha sucedido a Colombia desde la Independencia, o que tomarse un té con galletitas con la Reina Isabel acabará con la ola invernal. Y ni qué hablar del mutismo frente a los insultos de Correa y Chávez contra Colombia.
El país tampoco olvida el macabro espectáculo de Santos, junto al ministro Rivera, celebrando goles de la Selección Colombia en pleno Toribio, donde los muertos por la guerrilla aún no habían sido enterrados y las viudas y huérfanos aún gemían de dolor. En medio del sufrimiento de los colombianos, el camarada Santos dichoso de la vida celebrando los goles de Falcao.
El país está al garete, el desempleo crece al mismo ritmo que lo hace la inseguridad, los ganaderos vuelven a ser secuestrados, los propietarios de tierras están en lista de ser expropiados, los obreros agobiados por el costo de la vida, las carreteras del país totalmente destrozadas, los suicidios crecen al mismo ritmo del sicariato en las ciudades, los militares que nos han defendido están tras las rejas por órdenes y designios de los bandidos que hoy gobiernan y ejercen su justicia tránsfuga, las personas de bien están atemorizadas ante las avanzadas del crimen organizado y el desamparo de jueces y fiscales que solamente están interesados en acabar con el ejército de Colombia; el ministro de Defensa, hijo de un oficial, deshonra su legado y va de visita frecuente a donde el nuevo mejor amigo de su patrón, intuyo que para pedir disculpas por las bajas de guerrilleros o para ver como tapan la evidente presencia de terroristas en Venezuela bajo la protección de Chávez.
Sí… A Santos no le importa el país. Le importa más su imagen en el espejito de pared a quien le debe preguntar a diario. “Espejito, espejito de pared.. el más hermoso y el más inteligente y mejor orador del reino, puedes decirme quién es..?” Por supuesto, el espejito le responderá como lo hacen sus anfibios a sueldo en la prensa y el gabinete: “Tú, Santos ‘pechocho’ en mi cristal lo eres…!”
Pero la verdad es que no lo es. Santos es, como dice sabiamente Luis Carlos Restrepo, un caballero sonriente que esconde el puñal bajo la capa. Santos es un traidor.
Con el camarada Santos hay que hacer lo que hacían en la Jerusalén de los tiempos de Jesús, cuando los leprosos agitaban una macabra campanilla para que las personas que no sufrían esa enfermedad se apartaran espantadas de su camino.
Porque Santos no hará jamás lo que su antecesor ideológico hizo cuando traicionó a Jesús. Santos no solamente se hubiera guardado las treinta piezas de plata, sino que se hubiera hecho elegir gobernador de Judea.
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