En estas condiciones, no se puede evitar la caída en el abismo. No hay contrapeso a los excesos del aspirante a dictador cuando la oposición coloca talanqueras, no al adversario sino a sus propios militantes. Un ejemplo de ello fue lo ocurrido recientemente en un encuentro del Centro Democrático en Montería, el que ha sido ampliamente difundido por las redes. Veamos:
Le conceden la palabra a un miembro del partido:
-En estos momentos las condiciones para sacar unos buenos representantes por elección popular están dadas, y le voy a decir porqué señor presidente: el presidente actual guerrillero que tenemos en Colombia…
Es interrumpido, abruptamente, por su jefe, Álvaro Uribe, haciéndose el ofendido.
-Yo, yo voy a rogar lo siguiente: en mi presencia ningún insulto al presidente de la República.
-OK
– Todo lo que se quiera decir de oposición con argumentos bien pero ningún insulto.
-OK
– Nosotros tenemos un deber con el país y yo, a los setenta años, lo quiero cumplir.
Llamar guerrillero a un guerrillero que fue guerrillero y se ha comportado como guerrillero, ya no empuñando armas y cometiendo atentados terroristas pero sí desde su privilegiado lugar en la política, no entraría dentro de la categoría de insulto. Lo que si es una grosería es interrumpir a un señor de edad, que expresa libremente su opinión en un encuentro de su partido en su tierra natal para soltarle un regaño. No hay derecho -ni derecha, como diría el alter ego de Maduro-.
Una oposición light y, como queda evidenciado, políticamente correcta es lo más cercano al servilismo. ¿Qué se puede esperar de ella? Poco, muy poco o nada.
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