LA HUMILLACIÓN INFLIGIDA AL GENERAL MORA
Los terroristas ante los cuales el general Mora se arrodilló le dieron una patada en sus condecoradas posaderas y lo mandaron a gastarse sus treinta piezas de plata
La humillación infligida al General Mora
Los terroristas ante los cuales el general Mora se arrodilló le dieron una patada en sus condecoradas posaderas y lo mandaron a gastarse sus treinta piezas de plata
Por Ricardo Puentes Melo
Marzo 22 de 2015
Los terroristas comunistas siempre han dialogado teniendo presente la conveniencia suya, y no la de los colombianos.
Eso lo saben todos los generales de la República, en todas las épocas donde ha habido diálogos “de paz”. Y, por supuesto, eso lo sabía también el general Mora Rangel cuando aceptó participar del sainete de La Habana en compañía de los bandidos de las FARC.
Como también sabía que los bandidos en busca de diálogos deben ir al puesto de mando militar, y no –como sucede ahora- los militares ir a las guaridas de los malditos, impuestas por ellos, como un requisito para el abandono de la actividad criminal. Como lo dijimos aquí antes de que los bandidos le dieran la patada en el trasero al general Mora, lo que buscan ellos obligando a los militares a acudir a sus ratoneras, es arrodillarlos y dejarles bien claro quiénes son los que mandan, quiénes tienen el poder y la razón.. Los criminales le enseñan a los militares quiénes son los vencedores. (Ver ¿QUÉ PASÓ CON EL HONOR MILITAR? https://www.periodismosinfronteras.org/que-paso-con-el-honor-militar.html)
Al contrario de lo que opinan los admiradores del General Mora Rangel, mi decepción de él fue de siempre. En la comodidad de su escritorio, el general decía esto y lo otro, hablando duro contra Santos y sus diálogos secretos con los terroristas. Pero no fue sino que lo untaran con mermelada presupuestal, con salario y viáticos que sumaban cerca de 50 millones de pesos mensuales, para que los gritos del General se transformaran en venias complacientes hacia quienes han asesinado salvajemente miles de colombianos civiles y militares.
Es que a la puerta del General Mora no han tocado nunca para llevarle los cadáveres de sus hijos mutilados, desollados, quemados vivos o totalmente destrozados. Nunca ha sentido el dolor profundo que agobia a las humildes madres que reciben a sus jóvenes hijos masacrados por los terroristas con quienes Mora ahora se deshace en abrazos y meloserías.
Tampoco el General Mora sabe lo que significa para jóvenes soldados y suboficiales el tener que empeñar hasta su alma para poder pagar un abogado que los saque de la cárcel en la que han sido enterrados por los cuadros comunistas de los asesinos que están enquistados en el poder judicial o en los colectivos de abogados criminales.
Lo único que sabe el General Mora es que ese dinero que recibió acrecentó su cuenta bancaria y, al mismo tiempo, agigantó la desgracia de Colombia y sus militares honestos.
Todavía recuerdo cuando el General Mora fue a ACORE a anunciar, en medio de los aplausos de algunos oficiales en
Retiro, complacientes e indolentes, que su nuevo mejor amigo era Sergio Jaramillo, el causador mayor de la desgracia de miles de militares, el enemigo de la institución, el “amiguito” íntimo de Ploter, un tenebroso narcoguerrillero que fue el ideólogo de la masacre de Bojayá y que fue premiado por el General Herrera Berbel con el grado de abogado en la Universidad Militar Nueva Granada.
Ese mismo día empecé a publicar sobre la traición de Mora, incluso por encima de las peticiones de amigos comunes que sinceramente creían que Mora Rangel era garantía de que en La Habana no se negociaría al Ejército. ¡Cómo no…!
Y llegó lo que tenía que llegar: Los terroristas ante los cuales el general Mora se arrodilló le dieron una patada en sus condecoradas posaderas y lo mandaron a gastarse sus treinta piezas de plata.
La humillación que le infligieron a Mora Rangel es, pues, bien merecida. Se la ganó pero con ella arrastró a las Fuerzas Militares enteras.
Mora Rangel seguramente se inventará la manera de seguir devengando. Con la certidumbre que me da el saber la clase de militar que es, puedo asegurar que seguirá recorriendo las guarniciones militares y los centros de reclusión militar para asegurar a la tropa que los bandidos terroristas marxistas son equiparables a los soldados de la patria y que, por tanto, deben someterse también al indulto ofrecido por las FARC.
Seguirá acudiendo, en confabulación, expresa o no, con Piedad Córdoba e Iván Cepeda, a las guarniciones para explicar las bondades de las FARC y repetir lo que dijo en esa reunión de marras en ACORE: “Yo creo en la buena voluntad de las FARC”.
Entretanto, los militares seguirán recibiendo las visitas de sus verdugos. Y seguirán siendo engañados por ellos, como lo hizo Angelino Garzón siendo vicepresidente de Santos, y quien llorando a moco tendido con las historias de sus tragedias que le narraron los militares presos injustamente, les prometió investigación exhaustiva y justicia verdadera. Al final, ni lo uno ni lo otro. Además de las lágrimas de cocodrilo comunista, lo único que sacaron de Angelino Garzón fue abrirles la puerta a la Comandante Norma de las FARC y a Iván Cepeda para que los siguiera adoctrinando y preparando terreno para cuando les monten mandos de las FARC.
Entretanto, también, bandidos terroristas indultados seguirán siendo contratados como conferencistas y profesores de los oficiales de nuestro Ejército. De eso se trata: de adoctrinar.
Por fortuna aún queda un puñado de oficiales indignados con todo esto que sucede, con sus superiores empalagados de mermelada, con sus retirados arrodillados ante los bandidos ya sea por miedo o por complacencia, con esta clase política corrupta que se puede equiparar con los bandidos en su podredumbre moral y su bajeza ética.
Así que, aunque bien ganada tuvo esa patada, esté o no esté él en La Habana, lo que van a entregarle servido a los terroristas, hay que abonárselo al General Mora por haberlo ayudado a cocinar.
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com
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