ONG DE DERECHOS HUMANOS AGREDE A PERIODISTA COLOMBIANO
El español, un hombre alto y barbado se descompuso y me exigió de nuevo mi celular o que lo tomaría a la fuerza. Se nos acercaron los encapuchados, una ciudadana china y este español
ONG DE “DERECHOS HUMANOS” AGREDEN A PERIODISTA
Y A UN MILITAR RETIRADO
Dicen que esa multitudinaria marcha le costó a las FARC cerca de 300 mil dólares. 300mil dólares que sacaron de su negocio de drogas y secuestros. También aseguran nuestras fuentes que Iván Cepeda y Piedad Córdoba se ganaron un buen dinero por la organización de la misma.
Por Ricardo Puentes Melo
Julio 21 de 2010
Estaba hoy realizando una entrevista al capitán Duván Hernández, recientemente ultrajado por la revista Semana, que publicó una serie de acusaciones falsas, amañando y pegando retazos de diferentes conversaciones interceptadas al capitán, y haciéndolas pasar como si fuera una sola charla para condenar extralegalmente a este oficial que arriesgó tantas y tantas veces su vida por la seguridad del país.
Le estaba preguntando por qué razón la revista Semana publicaba material que era reserva sumarial, y le invitaba a aventurar sobre cómo habrían obtenido dicho material violando flagrantemente varios artículos del Código Penal.
El capitán me iba a contestar cuando escuchamos una tremenda algarabía sobre la carrera Séptima de Bogotá, a la altura de la calle 21. Caminamos hasta allá y nos dimos cuenta de que era una manifestación enorme, muy enorme, de personas de diversas procedencias y organizaciones que lanzaban arengas contra el gobierno de Uribe, y vivas a la insurgencia, Chávez, el Partido verde y el Polo Democrático. Era un verdadero río humano.
Yo comencé a sentir indignación porque un par de ancianitas iba a cruzar la carrera Séptima, por en medio de los manifestantes, cuando sobre ellas se lanzaron cuatro gañanes, cuál matones farianos, para impedirles el paso. Instintivamente, el capitán y yo nos miramos e íbamos a acercarnos hasta allá, pero las ancianitas prefirieron dar media vuelta y obedecer a los matasietes.
Estuvimos observando un buen rato cómo desfilaban decenas de encapuchados y malencarados, junto con indígenas despistados, campesinos cocaleros, negros cortadores de caña y gente afín.
De repente, vimos que se acercaba un grupo ondeando una gigantesca bandera del M-19, y justo detrás venían otros con una bandera de Venezuela y carteleras del PSUV; un poco más allá venían otros con una extraña pancarta que decía “Partido comunista bolivariano”.
Como no llevaba mi cámara fotográfica, hice uso de mi celular para captar esa rareza.
De inmediato se acercaron a nosotros dos hombres de una ONG, y un encapuchado absolutamente colombiano. El que me habló era español y agresivamente me exigió que le entregara mi celular. Por un milisegundo pensé en obedecerle, pero reaccioné inmediatamente y me negué.
El español, cada vez más agresivo, me volvió a exigir que le entregara mi celular porque estaba prohibido –eso me dijo- tomar fotos de la marcha. Yo le dije que si las banderas de la guerrilla y de Venezuela ondeaban con tanta desfachatez en la marcha, no veía nada de malo en tomar las fotografías para ilustrar mi artículo de prensa.
El español, un hombre alto y barbado se descompuso y me exigió de nuevo mi celular o que lo tomaría a la fuerza. Se nos acercaron los encapuchados, una ciudadana china y este español. El capitán Hernández me dijo que no me preocupara que yo no estaba solo, así que encaramos a estos miembros de una ONG que dijeron ser “observadores” del proceso de paz y de la marcha.
Me acusaron de estar tomando las fotos para luego asesinar a los manifestantes.
Les dije que respetaran mi oficio como periodista y, sobretodo, mi ciudadanía colombiana. Les pregunté con qué autoridad me iban a quitar mi celular y dijeron, de nuevo, que eran de una ONG de Derechos Humanos. El capitán Hernández les pidió que nos dejaran ver sus carnés (que tenían colgados del cuello, pero con la información hacia adentro), pero se negaron y nos exigieron de nuevo, y con más agresividad, la entrega de mi celular.
Y ahí fue Troya.. Le increpé al español su atrevimiento y su pretendida autoridad en Colombia. Los mandamos al carajo y los retamos a que me lo quitaran a la fuerza, cosa que habrían hecho si no hubieran estado cerca de 10 policías antimotines observando lo que nos pasaba y prestos a frenar cualquier agresión.
Viendo que llevaban las de perder, el español me dijo que se las pagaríamos, nos tomó una foto y se alejó con sus cómplices y/o amigos extranjeros, no sin antes insultarnos en buen vocabulario ibérico. El encapuchado siguió intentando quitarme el celular pero, viéndose ya solo, huyó como una rata de alcantarilla cuando divisa un par de águilas.
Gracias a Dios, estaba yo con el capitán Hernández, quien estuvo presto a la defensa. Y gracias a Dios estaban por allí los antimotines. De lo contrario, nos habrían dado nuestra paliza. Se habrían llevado su porción, pero nos superaban ampliamente en número.
Yo me pregunté el resto de tarde si esto le hubiera sucedido a los de Telesur (o telefarc..?), a Iván Cepeda, Teodora Córdoba de Bolívar, a los de VOZ, o a cualquier mamerto oenegero, seguro habría producido de inmediato una carta de protesta de Vivanco (de Human Right Watch), o de cualquier asociación “defensora” de periodistas.
Pero como le sucedió a uno de los poquísimos periodistas que no quiere ver este país en manos del terrorismo socialista, estas ONG callan. Ellas pueden agredir, amenazar y acusar, pero nadie puede contradecirlas porque sus miembros no dudan en recurrir a la violenta agresión seguros de su impunidad.
Es una tristeza estar en manos de estos matones, pagados con dineros de narcos y mafiosos internacionales. Estamos a su merced y nuestra diplomacia babosa no hace nada para defendernos. Prefieren los dólares de las entidades supranacionales, y los multimillonarios contratos con el PNUD. Todo, con la anuencia de la gran prensa que, como Semana y El Tiempo, se benefician de esos dineritos y otros que les tiran en publicidad.
Dicen que esa multitudinaria marcha le costó a las FARC cerca de 300 mil dólares. 300mil dólares que sacaron de su negocio de drogas y secuestros. También aseguran nuestras fuentes que Iván Cepeda y Piedad Córdoba se ganaron un buen dinero por la organización de la misma.
Y, de verdad, les quedó muy bien organizada. Hay que reconocer que la insurgencia da clases cuando de organizar al populacho se trata. Traer a toda esa gente de los rincones del sur de Colombia debió costarles una fortuna.. Aquí no pudieron cantar el hipnotizante estribillo mockusiano: “Yo vine porque quise, a mí no me pagaron… yo vine porque quise, a mí no me pagaron..” Porque era evidente que a la mayoría sí les pagaron. ¿De dónde salió toda esta gente…? Hombre, la trajeron y la llevaron a la Universidad Nacional.. recuerden que en días pasados estas personas asaltaron la universidad y se la tomaron por la fuerza para permanecer allí hasta la marcha.
Por nuestra parte, con las fotos que nos tomó el español de la ONG, el capitán Hernández y yo quedamos a la espera de que se las entreguen a la guerrilla, o que luego aparezcamos por ahí implicados por la Fiscalía en un asesinato si –Dios no lo permita- a cualquiera de los vergajos de la marcha de hoy les sucede algo de aquí a 30 años.
Dios proteja a los bandidos.. De su integridad depende nuestra libertad.
Julio 21 de 2010
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