EL PECADO DE PLAZAS VEGA
Sí, el coronel Plazas Vega es el chivo expiatorio que el terrorismo internacional exige para cobrarle su osadía de combatirlos con las armas de la democracia. Y quién sabe cuánta prisión infame deberá soportar mientras que Ángela María Buitrago anda litigando, enseñando a las nuevas generaciones e impune
El Pecado de Plazas Vega
Viéndose perdidos, Andrés Almarales ordenó ajusticiar a los rehenes. Pocos se salvaron. Uno de los sobrevivientes vio como asesinaban al abogado Carlos Horacio Urán, adepto a las ideas de los terroristas
Por Ricardo Puentes Melo
Noviembre 06 de 2013
No sé cuántos colombianos se han detenido a pensar lo que es estar en prisión durante 6 años, acusado por los grandes medios de comunicación en enormes titulares de ser un genocida salvaje y sin escrúpulos, sometido a torturas psicológicas, inyectado con drogas para hacerle perder la cordura, escupido, humillado, empobrecido por los costosos abogados. Y lo que es peor, soportando todo eso a pesar de ser inocente.
Pues bien, eso es lo que ha tenido que pasar el coronel Alfonso Plazas Vega. Le correspondió a él ser el receptor de toda la perversidad de que puede ser posible el ser humano. Un poderoso grupo de enemigos de la democracia, todos bandidos o cómplices suyos, se encargó de montar un complot para sacrificar al coronel como muestra de trofeo de guerra para quienes osen desafiar la malignidad de la mafia que tiene a Colombia bajo su yugo.
¿El pecado del coronel Plazas Vega? Combatir la narcoguerrilla del M-19, aliada con el mayor criminal de todos los tiempos en Colombia, Pablo Escobar.
Ese 6 de noviembre de 1985, hace 28 años, un grupo de terroristas del M-19, entraron al Palacio de Justicia asesinando sin remordimientos a cuanto indefenso civil se encontraron en el camino. No se salvó nadie, ni siquiera las mujeres y los niños. El propósito era tomarse el poder, y para eso Gustavo Petro había sido designado para traer sofisticado armamento procedente de Nicaragua que había entrado por Ecuador y Perú. Pero fue atrapado un mes antes por el ejército.
Sin embargo, el plan siguió adelante. El grupo de asalto contaba con todos los mapas y croquis del lugar gracias a varios empleados de la cafetería que militaban en la banda, como Pilar Guarín Cortés. Estos mismos empleados habían logrado introducir comida y armas, para varios días, camufladas en los pedidos que llegaban a la cafetería.
Los terroristas, pues, contaron con todo. Incluso con la complicidad de uno que otro magistrado que facilitó la cosa para que entraran sin problemas ignorando que su traición a la democracia y las instituciones sería pagada con su misma a muerte a manos de los compinches.
La historia la sabe el país ya. El ejército logra recuperar el control, salva a cientos de secuestrados por los terroristas del M-19, pero no puede impedir que los sicarios asesinen a varios magistrados, abogados, civiles, y que incendien los archivos que incriminan a los llamados “extraditables”, comandados por el mecenas del M-19, el capo Pablo Escobar.
Los asesinos no esperaban el golpe que les asestó Plazas Vega. Él ordenó abrir un boquete en la entrada del Palacio, con un disparo de un tanque, para permitir la mejor entrada de sus hombres y, también, para desconcertar a los facinerosos que, como ratas, buscaban madrigueras para huir de los soldados.
Viéndose perdidos, Andrés Almarales ordenó ajusticiar a los rehenes. Pocos se salvaron. Uno de los sobrevivientes vio como asesinaban al abogado Carlos Horacio Urán, adepto a las ideas de los terroristas. A Manuel Gaona, Almarales le disparó en la cara a pesar de que él se arrodilló a pedirle clemencia al matón mostrándole una foto de su pequeño hijo.
De ahí en adelante, la orgía de sangre que desencadenó el M-19 sacrificó innumerables y valiosas vidas que el coronel Plazas no alcanzó a salvar. Los terroristas incendiaron el Palacio de Justicia y en su cobardía prefirieron suicidarse a enfrentar la justicia.
Pero varios guerrilleros salieron vivos. Unos, como Vera Grabe, huyeron a tiempo por la carrera octava. Otros salieron camuflados con los rescatados y lograron burlar la seguridad con documentos falsos, o ayudados por el mismo gobierno de Belisario Betancur, también aliado y benefactor de los asesinos. Varios fueron auxiliados para salir del país con destino a México, como Clara Elena Enciso; otros a Europa.
Cristina Guarín no estuvo entre las afortunadas guerrilleras que lograron escapar. Y su hermano, el también guerrillero del M-19, René Guarín
Cortés lo sabía. Por eso, cuando Alfonso Gómez Méndez ordenó exhumar los cadáveres del Palacio y llevar los restos de guerrilleros a la Universidad Nacional, el guerrillo Guarín no salía de allá exigiendo la entrega del cadáver de su hermana.
Buscando un chivo expiatorio, los terroristas –ya amnistiados e indultados y ocupando cargos en los órganos de justicia y poder- enfilaron su ferocidad para vengarse en la humanidad del Coronel Alfonso Plazas Vega.
Le montaron testigos falsos, compraron otros, falsificaron documentos.. violaron todo lo que había que violar en tema procesal, se pasaron por la faja los códigos, la presunción de inocencia, la constitución.. Todo…! Destilando veneno por cada poro, usaron facultades enteras de Derecho para aplastar al coronel Plazas. Y casi lo logran.
Luego de la primera condena, a manos de María Stella Jara (partícipe activa del fraude) Periodismo Sin Fronteras empieza a hacer descubrimientos asombrosos que logran echar por tierra el montaje judicial contra el valiente oficial.
Lo primero que descubrimos es que René Guarín Cortés, quien hasta ese momento se paseaba ufano por los medios disfrazado como defensor de Derechos Humanos, acusando al coronel de asesino, no era más que un vulgar guerrillero y secuestrador del M-19. (ver https://www.periodismosinfronteras.org/rene-guarin-es-en-realidad-un-secuestrador-y-guerrillero.html) Nunca ha pagado su crimen de secuestro, que es de lesa humanidad, y hasta el día de hoy es el consentido de Caracol, El Espectador, Semana y varios grandes medios de comunicación que le siguen divulgando sus injurias. La Fiscalía se niega a capturarlo y procesarlo por el delito de secuestro.
Luego encontramos que no hay desaparecidos sino cadáveres sin identificar. En la exhumación se sacaron 27 cadáveres calcinados envueltos en bolsas plásticas, que la Fiscalía mantiene escondidos en alguna parte sin someterlos a pruebas de ADN. A uno de esos 27 cadáveres se le hizo prueba de ADN y resultó ser.. UNA DESAPARECIDA. Era Ana Rosa Castiblanco, cuyo nombre a veces sigue siendo reseñado por algunos periodistas como si estuviera desaparecida. Los otros 26 cuerpos fueron refundidos por la Fiscalía en quién sabe qué rincón olvidado. (ver https://www.periodismosinfronteras.org/aparecen-los-desaparecidos-del-palacio-de-justicia.html )
Finalmente, hallamos al único “testigo” directo, por cuyo testimonio Plazas Vega fue condenado a 30 años de prisión. Entrevistamos al cabo Edgar Villamizar y él nos dijo que jamás había estado en los hechos del Palacio de Justicia, que nunca había conocido a Plazas Vega y, lo más estremecedor, que ese supuesto testimonio suyo donde acusaba a Plazas, era totalmente falso, que su firma y su testimonio habían sido falsificados por la Fiscal del caso Ángela María Buitrago y otros funcionarios más del CTI y la Procuraduría que aparecen firmando el documento espurio. (ver https://www.periodismosinfronteras.org/la-fiscalia-me-va-a-asesinar-si-hablo-dice-el-testigo-estrella-contra-plazas-vega.html)
Lamentablemente, cuando descubrimos todo esto el Tribunal Superior de Bogotá no podía tener en cuenta las nuevas pruebas y debía fallar con lo que ya existía en el proceso. El magistrado Hermens Darío Lara se dedicó muchos meses a escudriñar todo con sumo cuidado. Y llegó a la conclusión de que Alfonso Plazas Vega era inocente. Pero los otros dos magistrados, uno de los cuales, Alberto Poveda Perdomo, era del Polo Democrático (partido del M-19), que ni siquiera leyeron el proceso, decidieron que sí era culpable. Esos dos jamás se imaginaron que el magistrado Lara Acuña lograra hacer su trabajo a pesar de todas las trampas que le pusieron para entorpecer su labor.
Pero Lara Acuña se mantuvo firme e hizo un salvamento de voto que es una pieza magistral del derecho probatorio, y que tiene pasando trabajos a unos magistrados de la Corte Suprema de Justicia que no encuentran la manera de condenar al coronel. Ese salvamento de voto es tan perfecto en derecho que no hay salida posible para culpa al coronel Plazas Vega de la desaparición de nadie.
Para terminar, habiendo encontrado, además, a un guerrillero panameño que salió vivo y huyó hacia Europa, estamos pisándole los talones a uno de los desaparecidos que sobrevive y que anda escondido en algún lugar del mundo, sostenido por el colectivo de abogados.(Ver https://www.periodismosinfronteras.org/muerto-en-el-asalto-al-palacio-esta-vivo.html )
Mi reproche a los indultados y amnistiados del M-19 que sabían de esto es ¿Por qué miraron para otro lado mientras condenaron injustamente a Plazas Vega y el general Arias Cabrales? ¿Por qué, a sabiendas de que René Guarín era guerrillero, no hablaron? ¿Por qué siguen callando aun cuando conocen perfectamente el paradero de varios “desaparecidos” guerrilleros que lograron escapar..? ¿Ese es su arrepentimiento..?
Sí, el coronel Plazas Vega es el chivo expiatorio que el terrorismo internacional exige para cobrarle su osadía de combatirlos con las armas de la democracia. Y quién sabe cuánta prisión infame deberá soportar mientras que Ángela María Buitrago anda litigando, enseñando a las nuevas generaciones e impune.
Ese fue el pecado del coronel Alfonso Plazas Vega, salvar a Colombia de las garras del castrocomunismo.
@ricardopuentesm
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