LOS ESTAFADORES DE ESMOQUIN Y SUS PERIODISTAS
Doña Paola Ochoa dijo alguna vez, tal vez ignorando el viejo adagio castellano apócrifo: “La lengua es el azote del culo”, que había estafadores de esmoquin de la élite colombiana. Ella debió haber agregado en esa frase los apellidos de su esposo, del amigo de la familia, Carrasquilla, y del mismo Iván Duque que, si bien no es de la alcurnia colombiana, sí ha sido un fiel servidor de ella, igual que lo fue su padre
Los estafadores de esmoquin y sus periodistas
Doña Paola Ochoa dijo alguna vez, tal vez ignorando el viejo adagio castellano apócrifo: “La lengua es el azote del culo”, que había estafadores de esmoquin de la élite colombiana. Ella debió haber agregado en esa frase los apellidos de su esposo, del amigo de la familia, Carrasquilla, y del mismo Iván Duque que, si bien no es de la alcurnia colombiana, sí ha sido un fiel servidor de ella, igual que lo fue su padre
Por Ricardo Puentes Melo
Septiembre 25 de 2018
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com
No soy amigo de Daniel Coronell. Al revés, este caballero escribió una columna acusándome de haber inventado a Edgar Villamizar, un hombre cuyo testimonio -según el propio Villamizar- fue falsificado por la fiscal Ángela María Buitrago para condenar al Coronel Alfonso Plazas Vega. A Coronell no le agradó nada que este servidor hubiera desenmascarado el Cartel dedicado a montar procesos judiciales con ayuda de falsos testigos y, por supuesto, de periodistas áulicos de los bandidos. Coronell, igual que en el caso del Palacio de Justicia, montó una verdadera aplanadora mediática contra Andrés Felipe Arias, acusándolo de dolo en sus actuaciones al frente del Ministerio de Agricultura, cuando la verdad es que Arias siempre actuó dentro de la norma de esa entidad. (Leer la columna de Coronell acá: Los tres Villamizares. Y mi respuesta: Epístola a Daniel Coronell)
Eso es una cosa. Pero, el hecho de que Daniel Coronell haya cometido esas y otras barbaridades, no le quita que, evidentemente, ha tenido varios aciertos
periodísticos, con documentación sustentadora, con testimonios, grabaciones y otras cosas que forman parte de la caja de herramientas para el oficio del periodismo.
Muchas de esas herramientas las he usado yo mismo, por ejemplo, para publicar que el señor Coronell no es de apellido “Coronell” sino “Coronel”, ya que un par de desconocidas señoras que lo registraron en la Notaría y decidieron agregarle la otra “l” que don Daniel usó convenientemente para inventar la historia de su origen judío, de unos abuelos huyendo de Hitler, y otras tonterías que le han servido mucho en su vida profesional, cuando la verdad es que toda su familia es de Arauca, y tanto su padre como su abuelo, bisabuelo y tatarabuelo, han llevado el apellido “Coronel”, con una sola “l”, a lo tameño. Yo hablé con Yiyo, el padre de don Daniel. Pero esa otra historia.
También usé esas herramientas para escribir el libro sobre el mafioso Perafán, donde se muestran las relaciones comerciales y de amistad de narcotraficantes con el señor Coronell. Y eso no se puede ocultar con barniz, ni siquiera mostrando el famoso recorte de prensa donde el ex presidente Álvaro Uribe Vélez reconoce que recibió dineros del bandi Villegas, un narco socio de la empresa de noticias de Coronell.
Así que, aunque Daniel Coronell tenga impedimentos morales para representar la verdad, no se le puede desconocer que en varios temas ha atinado. Como en el del asunto de Alberto Carrasquilla y sus bonos de agua con los que el hoy ministro de Hacienda estafó a varios municipios de Colombia, solo para enriquecerse fabulosamente.
Pero de ahí a llamarlo “maestro”, como lo hace la periodista Paola Ochoa, ex directora de la revista Dinero y parte del equipo de Bluradio que dirige el cuñado de Iván Duque (jefe de Alberto Carrasquilla), lambisqueándolo para que deje quieto a Juan Ricardo Ortega, quien salió en defensa del ministro Carrasquilla, ya es un exabrupto total.
La columna de marras, que tituló “Maestro Daniel Coronell”, postrándose con reverencia, es un monumento a la falta de dignidad, ética y, por supuesto, a la falta de verdad.
Que la señora Ochoa hable bien o mal de Coronell, no me interesa en lo absoluto. De todos es conocido que a Coronell todos los periodistas le tienen espanto, no sé si por el poder que ostenta o por sus nexos con los sectores de la mafia que financiaron su empresa, o por ambas cosas. Pero le tienen pánico.
En su desmedido afán por cepillar a Coronell, la señora Ochoa cae en cosas que lo ponen a uno a pensar: “Maestro Daniel Coronell”, la señora Ochoa empezó diciendo: “Hace muchos años me preguntaron qué quería ser cuando grande. Y no dudé un segundo en responder a ese interrogante: Yo cuando crezca quiero ser como Daniel Coronell”.
¿“Cuando crezca”? El señor Daniel Coronell cuenta 53 años, y doña Paola -calculo- debe tener cerca de 43 años. Su esposo, Juan Ricardo Ortega, es casi de la misma edad del “maestro Daniel”. El señor Coronell era un perfecto desconocido en el año 2002 (aunque antes de ese año ya anduviera en el combito de Félix de Bedout, Fernando Carrillo, César Gaviria, Isaac Lee, etc). En el año 2002, aunque Coronell ya había destapado algunas cosillas que lo hicieron sonar, en los gobiernos de Samper y Barco, su salto a la fama ocurrió por cuenta de una pelea personal en la que se enfrascó con Álvaro Uribe Vélez.
En ese año, 2002, el señor Coronell contaba 37 años de edad, y doña Paola rondaría los 26. Así que es difícil entender por qué la periodista dice que estaba “chiquita” cuando empezó a admirar al “maestro Daniel”. Complicado imaginarse una chiquita de 26 años. Ni siquiera de 20 años. Cuando Coronell empezó a ser una notoriedad doña Paola ya era una profesional conocida, y además muy bella.
Coronell le contestó la arrodillada columna a doña Paola, y reafirmó que Juan Ricardo Ortega fue ministro encargado durante unas vacaciones que tomó el titular Alberto Carrasquilla, en la administración de Uribe Vélez. Esto, para entender la defensa que hizo el marido de Paola Ochoa del ministro Carrasquilla.
Se entiende que una connotada periodista haga de todo para defender la honra de su marido y, de paso, la honra del ex jefe y amigo de su marido, y la honra del nuevo jefe del amigo de su marido (que puede llegar a ser el nuevo jefe de su marido, también), pero que ella, una experta en temas económicos -no por nada dirigió la Revista Dinero, del grupo de Semana, y publicó en contra del tumbado de Interbolsa- se quiera hacer la de las gafas con el tema de los bonos de agua, no es ni ético ni nada. Es una chambonada.
Eso es como si yo, que he sido defensor férreo e incondicional de Álvaro Uribe Vélez, me negara a la verdad diáfana de que él ha sido un responsable directo de la situación terrible del país al elegir a Santos como candidato, y al ungir al pupilo de Santos y ficha de Soros como el nuevo presidente de Colombia.
¿A quién le cabe en la cabeza que con decirle al señor Coronell “tú eres mi héroe”, aquel va a borrar sus artículos y trinos sobre el caso Carrasquilla? Solo a doña Paola Ochoa. Primero le dice tímidamente que es un mal periodista, por no haber llamado antes a Carrasquilla, y luego lo ensalza a las órbitas inalcanzables de los periodistas íntegros.
Es entendible que la señora Ochoa esté asustada. Daniel Coronell tiene bien sustentadas las denuncias sobre el tumbado de los bonos Carrasquilla. Pero de ahí a rogarle hasta por medio de Twitter (“con seguridad @dCoronell no se lo toma personal”), no le da ninguna garantía. Yo me atrevería a asegurar que Coronell lo que está haciendo es presionar a Duque para que éste lo calle con la correspondiente pauta en su telenoticiero. Así sucedió en varios gobiernos, incluso en el de Uribe, pero éste no cedió.
Después de la columna de Coronell, Ochoa y otros columnistas que se fueron colocando a ambos lados, el de don Daniel y el del ministro Carrasquilla. Fernando Álvarez salió con una demoledora columna contra Coronell. Y, aunque comete inexactitudes (como la historia del cambio de apellido de don Daniel), la columna retrata bien al periodista. Lo que no me gusta de Álvarez, es que, siendo él quien bautizó a Pablo Escobar como el “Robin Hood paisa”, en una columna que es una apología al bandido, y que siendo del círculo de confianza de José Obdulio Gaviria, el primo de Pablo, la emprenda ahora contra la periodista Paola por la lambonería hacia Coronell.
Acá solo una cosa es cierta. De lo que se trata todo esto, es de lucha de poderes, como la pelea de mafiosos de Al Capone contra Bugs Moran y Hymie Weiss, en el Chicago de los locos años veinte.
El padre de Juan Ricardo Ortega (el marido de Paola Ochoa) es Francisco José Ortega. Don Francisco fue Director del Banco de la República durante los gobiernos de Betancur, Barco y Gaviria (Coronell fue del “kínder” de Gaviria). Formó parte del combo de la banca internacional que se fue apropiando de los servicios públicos en Colombia. Fue, también, el encargado de diseñar la espantosa “apertura económica” de César Gaviria que empobreció a Colombia, y en la Constitución del 91 (hecha por narcos y terroristas) fue el encargado de lograr que el Banco de la República quedara con plena autonomía. Esto para las bellaquerías que todos conocemos.
Francisco José Ortega fue, además, el educador de Alberto Carrasquilla Barrera, ministro de Hacienda en los gobiernos de Álvaro Uribe e Iván Duque. La cercanía de las familias Ortega y Carrasquilla hizo que éste último llamara al esposo de Paola Ochoa a trabajar con él en el ministerio de Hacienda de la era Uribe. Por otro lado, Juan Ricardo Ortega, el marido de doña Paola Ochoa, fue consejero económico en el gobierno de Pastrana, trabajó en el BID, igual que Carrasquilla e Iván Duque, fue Secretario de Hacienda en la administración de Samuel Moreno, el izquierdista alcalde ladrón (del Polo Democrático) que arruinó a Bogotá. Luego, Juan Manuel Santos (tutor de Iván Duque) lo nombra Director de la DIAN hasta cuando se desató un escándalo y fue investigado por la Contraloría. Santos lo envía al BID. Duque tenía como candidato a ministro de Hacienda a Juan Ricardo Ortega, pero se decidió por otro del combo: Alberto Carrasquilla.
Así que esa peleíta entre gente del mismo combo de sinvergüenzas, no es más que puja por el poder, contratos y prebendas.
Doña Paola Ochoa lo dijo alguna vez, tal vez ignorando el viejo adagio castellano apócrifo: “La lengua es el azote del culo”. Escribió ella: “Supongo que una cosa es ser estafador de esmoquin de la élite colombiana y, otra muy diferente, un pícaro sin apellidos de Ubaté, Cundinamarca. Nada más clasista que la justicia de la alta alcurnia bogotana: los Michelsen, los Lloreda, los Picas o los Puyo”. (Lea el artículo acá: Amnesia)
Doña Paola debió haber agregado en esa frase los apellidos de su esposo, del amigo de la familia, Carrasquilla, y del mismo Iván Duque, que si bien no es de la alcurnia colombiana, si ha sido un fiel servidor de ella, igual que lo fue su padre.
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