IZQUIERDA, NARCOS Y PARAMILITARES UNIDOS EN LA HISTORIA DE LA VIOLENCIA EN PUERTO BOYACÁ
Las autodefensas anticomunistas y el MOIR (movimiento comunista) se unieron y se fueron convirtiendo en lo que se llegarían a conocer como los “paramilitares”, bajo el mando de Henry Pérez, cuyo accionar sirvió de base para los grupos paramilitares piloto que combatieron a la guerrilla hasta sus desmovilizaciones en el año 2006
MOIR, PCC, FARC, narcos y paramilitares unidos en la historia de la violencia en Puerto Boyacá
Las autodefensas anticomunistas y el MOIR (movimiento comunista) se unieron y se fueron convirtiendo en lo que se llegarían a conocer como los “paramilitares”, bajo el mando de Henry Pérez, cuyo accionar sirvió de base para los grupos paramilitares piloto que combatieron a la guerrilla hasta sus desmovilizaciones en el año 2006
Por Ricardo Puentes Melo
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com
Julio 30 de 2017
Los analistas de todas las vertientes coinciden que afirmar que la historia de la violencia en Puerto Boyacá es la síntesis de la historia de la violencia en Colombia. En lo que difieren es la explicación del origen de esa violencia.
Los ideólogos de la izquierda señalan como causales a la “concentración del poder y la tierra en pocas manos”, a la “explotación del campesino” por parte de “terratenientes” y, en general toda la suma de factores que enseña el pensamiento marxista, leninista, stalinista y maoísta.
La verdad es que esas explicaciones no tienen ningún sustento histórico, como si lo tiene la coincidencia de la llegada del Partido Comunista a Colombia con la desbordada violencia que bañó a Colombia desde que el comunismo, en los años 20 y 30, se infiltró en las organizaciones de obreros, campesinos, estudiantes, maestros, mujeres, indígenas, con el propósito de enfrentar a los diversos actores de la sociedad usando el ya probado caballito de batalla de la “lucha de clases.”
Las FARC no surgen como una respuesta del campesinado oprimido ante los abusos de militares y policías. La guerrilla aparece como una forma de lucha del comunismo que busca desde la ilegalidad el mismo propósito: la toma del poder. Manuel Marulanda nunca fue un campesino abusado a quien le robaron unas gallinas y que, por ello, hubiera decidido levantarse en armas. La verdad comprobada documentalmente es que desde mucho antes de 1948 los comunistas tenían muy claro que debían formar cuadros militares para suscitar la violencia en el país. El Bogotazo fue un paso en ese propósito que el PC creyó falsamente que lograría ese 9 de abril.
Como miembro del Partido Comunista, Manuel Marulanda Vélez fundó las FARC, bajo sus órdenes y directrices. Aunque su epicentro fue la región de Marquetalia, la región del Magdalena Medio ha tenido siempre un gran interés debido a su posición geoestratégica y a la monumental riqueza minera y natural que su privilegiado clima provee.
Puerto Boyacá fue desde el principio un objetivo clave para el comunismo. El partido sabía que esa región debía ser controlada. Durante los años 50, como resultado de esa ola de violencia que llamaron “violencia partidista”, hordas de criminales llegaron a lo que entonces era conocido como el “territorio Vásquez”.
Los delincuentes eran, casi todos, de origen liberal y sus delitos eran por cuestión ideológica; en la mayoría de los casos eran prófugos de la justicia que buscaban una especie de refugio en esta región donde ya empezaba a imperar el poder de las FARC, el partido comunista y, luego, las autodefensas.
La ausencia de partidos fuertes en la región, y en esos años de mediados de siglo, llevó a que los espacios fueran ocupados por grupúsculos de izquierda que germinaron y crecieron como facciones dentro de los dos partidos tradicionales, el Partido Liberal, y el Partido Conservador. Así que allí tienen su nicho la Anapo, el MRL, el Frente Unido, Partido Demócrata Cristiano, el MOIR y, por supuesto, como ya lo mencionamos, el PCC-ML, quienes se congregaron bajo la Unión Nacional de Oposición (UNO) que tuvo siempre mayoría en las curules de los concejos municipales de Puerto Boyacá, Puerto Berrío y Cimitarra.
El Estado no hacía presencia en el territorio que tenía su epicentro en Puerto Boyacá, pero que comprendía varios otros municipios del Magdalena Medio, pertenecientes a los departamentos colindantes. Por tal razón, las ejecuciones extrajudiciales eran el pan de cada día. Las FARC y el ELN controlaron rápidamente el territorio gracias a que eran poseedores de las armas. Y, aunque allí la gente era mayormente de extracción liberal, los comunistas gobernaban allí junto a sus brazos armados. Incluso, las autodefensas, creadas por decreto presidencial, estaban controladas por las guerrillas marxistas. Las FARC, por ejemplo, crearon, gracias al decreto presidencial, dos grupos poderosos de autodefensas, uno de los cuales dominaba la región de Santander, en Puerto Parra, Cimitarra, Landázuri y Vélez, y la otra operaba en Puerto Boyacá.
Mientras el Partido Comunista hacía su labor adoctrinadora en las zonas urbanas, las FARC hacían lo propio en las zonas rurales, donde los organismos del
Estado nunca llegaban.
Antes de 1975, las FARC asumían el papel de Estado dirimiendo conflictos, asumiendo el papel de jueces, extendiendo su control a cada aspecto de la vida cotidiana y familiar. El Frente IV cobraba las vacunas extorsivas a los ganaderos y ellos la pagaban sin mucho problema porque el negocio del ganado daba para todo. “Uno podía mantener empleados, familia y hasta amantes en esa época”, narra un testigo presencial de los procesos de esos años en Puerto Boyacá- “pero luego a las FARC se les abrió la agalla y cada vez cobraban más y más plata, hasta que nos cansamos y nos organizamos para combatirlos y detener esta arbitrariedad”, añade.
Eso fue cierto. Luego de ese año de 1975, el Frente XI, en su afán de lucro, inició una feroz campaña de extorsiones, secuestros y boleteos para obtener recursos. Cobraban dinero cada 15 días y pusieron impuestos a todo, hasta a las actividades cotidianas. Quien se negara a pagar era asesinado de inmediato junto a su familia. Las mujeres eran violadas y las tierras y ganado eran expropiados.
En el año 1978, el PC y su alianza con los otros grupos comunistas (UNO) siguió controlando los concejos municipales. Pero el Partido Liberal tradicional, de la mano de Jaime Castro Castro, logra que Pablo Guarín gané un escaño en la Asamblea Departamental de Boyacá. Los ganaderos, fatigados con la violencia y la extorsión de la guerrilla de las FARC, apoyaron decididamente la candidatura de quien ya se vislumbraba como el dolor de cabeza del comunismo en Puerto Boyacá.
En ese mismo año de 1978, ya elegido como presidente Julio César Turbay Ayala, se expiden los decretos necesarios para que el Ejército controle la región y combata decididamente a las bandas de criminales marxistas. Como consecuencia de esas acciones el comunismo internacional denunció supuestos ataques de las Fuerzas Armadas contra campesinos y civiles. Y, la verdad es que las autodefensas, ahora en manos de fuerzas antisubversivas, y aprovechando su accionar no institucional, desató una violencia a escalas insospechadas contra las FARC y los miembros del Partido Comunista. El único grupo de izquierda al que se le permitió hacer política libremente, fue el MOIR. Esto se debió a que ellos convencieron a Henry Pérez (líder de las autodefensas) y a Pablo Guarín de que “nosotros, los del MOIR, siempre hemos sido de izquierda, pero éramos harina de otro costal con respecto a las FARC y el ELN. Nosotros no estábamos con la lucha armada. Gracias a un primo de Pablo Guarín que era del MOIR, fue que se pudo hablar con Pérez y lo convencimos de que podríamos ser aliados en la lucha contra las FARC y los otros grupos comunistas armados”, afirma un militante del MOIR que hoy vive en La Dorada, Caldas. Estos bandidos lograron engañar a los verdaderos líderes anticomunistas, e infiltraron la lucha antisubversiva.
Fue así que, a partir del año de 1978, las autodefensas anticomunistas y el MOIR (movimiento comunista) se unieron y se fueron convirtiendo en lo que se llegarían a conocer como los “paramilitares”, bajo el mando de Henry Pérez, cuyo accionar sirvió de base para los grupos paramilitares piloto que combatieron a la guerrilla hasta sus desmovilizaciones en el año 2006.
Fueron las autodefensas de Puerto Boyacá, bajo el mando de Henry Pérez, el grupo piloto para las Autodefensas de Córdoba y Urabá, que mutaron a lo que se llamó AUC. Es más, Fidel y Carlos Castaño recibieron entrenamiento y asesoría de parte de las autodefensas de Puerto Boyacá. Fueron los hermanos Castaño quienes inauguraron las masacres conocidas por la opinión pública, cometidas para combatir a las guerrillas comunistas y sus “auxiliadores”.
Pero regresemos al año de 1983. Ya Julio César Turbay abandonaba el poder. Belisario Betancur, socialista que actuaba en el Partido Conservador, llega a la presidencia y, de inmediato, enfrenta a los grupos de autodefensa y empodera a las guerrillas marxistas. Inicia diálogos de paz con todas las bandas armadas de izquierda, y entonces Pablo Guarín lidera muchas manifestaciones en contra de esos diálogos a los que calificaba como “engaño del comunismo”. En noviembre de 1983 dirige una marcha de 500 campesinos de Puerto Boyacá, Puerto Salgar, Puerto Berrío, Yacopí y La Dorada, hacia la Plaza de Bolívar en Bogotá. Los campesinos exigían la disolución de la Comisión de Paz y la militarización del Magdalena Medio. Belisario le declaró la guerra a las autodefensas.
Hasta el año 1983, el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha había hecho alianzas con las FARC para que estas le cuidaran sus cultivos en Cundinamarca, Boyacá y, por supuesto, la zona del Magdalena Medio. El “Mexicano” les pagaba a las FARC por ese cuidado. Sin embargo, ese año de 1983, debido a la destrucción de varios de sus laboratorios de procesamiento de drogas y al robo de pasta base de coca y millones de dólares en efectivo a su gente, el “Mexicano” rompió su alianza con las FARC y se apoyó en los nuevos grupos de autodefensas que empezaron a surgir.
Entre diciembre de 1987 y mayo de 1988 Rodríguez Gacha contrató a mercenarios israelíes y británicos para que entrenaran equipos de asesinos y sicarios. Entre estos estuvo Yair Klein, un teniente coronel retirado del ejército israelí que tuvo su campo de entrenamiento en Puerto Boyacá, llegando a ser el más importante y ya “narcoparamilitar” comandante de Colombia. Gracias a sus conexiones con funcionarios en los gobiernos de Barco y Gaviria, Klein pudo actuar con total libertad en el país.
En esta rencilla entre Rodríguez Gacha y las FARC, mueren asesinados varios miembros del Partido político de esa guerrilla, la Unión Patriótica (UP), entre ellos Jaime Pardo Leal, el presidente de la UP, quien fue asesinado en octubre de 1987.
Pardo Leal se refería a Pablo Guarín como: “ese es un tipo tenebroso, organizador de bandas paramilitares”. Y Pablo Guarín opinaba del presidente de la UP: “Ese señor es el jefe del brazo legal de las FARC. Es el jefe de una partida de hipócritas que tienen las manos manchadas de sangre”.
Cuando Pardo Leal es asesinado, Pablo Guarín comentó con sus allegados: “Esta es mi sentencia de muerte”. Y así fue. El 15 de noviembre de ese mismo año, el parlamentario Pablo Guarín cae abatido, desprotegido del gobierno a pesar de que las FARC habían decretado su asesinato.
El resto de líderes de las autodefensas de Puerto Boyacá, enemigos también del proceso de paz con el M19 y de una Constituyente que incluyera a ese grupo, fue objeto de una brutal y contundente persecución por dos frentes: el gobierno de César Gaviria y el M19 ya desmovilizado, y, por el otro, Pablo Escobar Gaviria, financiador de bandas comunistas como el M19 y las FARC, apoyador de los intereses marxistas de grupos como MOIR, etc.
Gonzalo de Jesús Pérez es asesinado el 7 de julio de 1991, días después de que un juez lo condenara por las masacres de la finca Honduras y La Negra en el Urabá, en 1988. Doce días después, su hijo Henry de Jesús Pérez es acribillado junto a cinco niños, mientras estaba en la procesión religiosa de la Virgen del Carmen. Desde la “cárcel” de La Catedral, el capo ordenó la muerte de estos dos líderes de las autodefensas. Ariel Otero fue torturado y asesinado, también por orden de Escobar, en 1992. Luis Alfredo Rubio, quien los sucedió, fue encarcelado y condenado por paramilitarismo, al igual que varios miembros del Ejército de las Brigadas Tercera, Quinta y Décimo Cuarta.
El proceso de esta violencia fue sencillo: Las FARC aprovechan un decreto presidencial para crear las autodefensas campesinas, y se apoderan de estas organizaciones en Puerto Boyacá, Cimitarra y otros municipios de Santander. Debido a los abusos y excesos de las FARC y sus grupos de autodefensas “campesinas” (que, entre otras actividades, cuidaban los cultivos de coca de los carteles de la droga de Pablo Escobar y Rodríguez Gacha), los ganaderos deciden detener la situación y se unen para combatir las guerrillas, se apoderan del control de las autodefensas campesinas y las usan para luchar contra las FARC y el ELN. Con el transcurso del tiempo, nacen las AUC en otras regiones del país asoladas por las guerrillas y se valen en sus últimos años del narcotráfico para financiar su lucha.
Se concluye que los grupos de autodefensas, llamados “paramilitares”, surgen como respuesta a la violencia y los abusos y extorsiones de las bandas armadas marxistas que ya controlaban en importante medida la primera etapa en la cadena del narcotráfico. Quien inicia estos grupos de “autodefensas campesinas” como ejércitos de criminales y terroristas es, indudablemente, las FARC. Luego de que los líderes anticomunistas de Puerto Boyacá se apropian de las autodefensas, éstas se desligan durante algún tiempo del negocio del narcotráfico, se desligan de Pablo Escobar, pero luego caen en lo mismo y con otro socio de las FARC que decide volverse contra esa guerrilla: Gonzalo Rodríguez Gacha.
Los ideales políticos, la lucha antisubversiva que nace como legítima defensa ante la inacción del Estado, termina usando las mismas armas, la misma financiación y los mismos métodos de aquellos de quienes fueron sus víctimas: Las FARC.
Al recordar hoy cómo la izquierda infiltra los movimientos auténticamente anticomunistas, no podemos dejar de mencionar durante la época de Carlos Castaño un hombre de origen libanés, identificado plenamente con la “derecha” colombiana, fue reclutado por el G2 para infiltrar el movimiento de Castaño. Se le conoció con el alias de “Mario”, y sobre su historia hablaremos en un futuro.
Un capítulo oscuro en la historia del MOIR, grupúsculo comunista que es antifarc sin que esto signifique que no contemplen el uso de la fuerza para llegar al poder. Pregúntenle a Robledo, pregúntenle al ala izquierdista del Centro Democrático, mayoritariamente comandada por el MOIR. Como comunistas que son, se camuflan en cualquier lado -incluso con autodefensas anticomunistas, como ya vimos- para avanzar en negro propósito de someter a Colombia a los pies del socialismo internacional.
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